Diego Cerrotti: «Este es un trabajo que llevo en el alma»

Atiende un Spa para perros en Lamadrid 59 de Avellaneda.

Cuando las cosas nos salen al revés de cómo las pensamos, cuando sufrimos contratiempos, cuando andamos a las corridas o si la jornada viene «mal parida», solemos decir que vivimos «un día de perros».

La frase encuentra asidero en la antigüedad, cuando los romanos padecían el mes de agosto como el período más caluroso del año, por una supuesta influencia de la constelación «Can Mayor» y su estrella más brillante Sirio.

Con el tiempo la expresión se fue desvirtuando y en cualquier época del año, haga calor o frío, si estamos complicados, le echamos la culpa a nuestros «mejores amigos», los perros.

Lo cierto es que, al margen de todo ese divague, para Diego Cerrotti, todos los días son de perros, pero la labor en su peluquería canina, muy personal y dedicada, lejos de ser tediosa se convierte en un trabajo muy gratificante.

«Hay algunos que se retoban… Pero la mayoría de los perros que vienen acá, están acostumbrados. Mi servicio incluye bañarlos, cepillarlos, pelarlos, hacerles cortes higiénicos, limpiarles las orejas y cortarles las uñas. Me dedico a acicalarlos y que queden bien – bien, como tienen que quedar, para que el baño les dure y los dueños no tengan que hacerles nada», dice sonriente Diego Cerrotti, mientras cae la tarde de un día que para muchos es feriado, pero que él aprovecha para seguir trabajando.

Ya se fue la primera tanda de la mañana (cerca de una docena de canes) y quedan cuatro perros por atender en el local de Lamadrid 59, pero todavía falta que lleguen los vespertinos. Así es un día normal para Diego, que arranca muy temprano y no se sabe cuándo termina…

«Por más que no doy abasto, el trabajo lo hago yo solo. Durante un tiempo tenía empleados pero no podía hacer mi trabajo tranquilo y concentrado sin estar mirando lo que hacían los otros. Y por más que tenga el día programado, puedo llegar a terminar a las 23:30», cuenta Cerrotti, cuya fama ha hecho que tenga, por dar alguna cifra significativa de su trabajo, ¡56 caniches en lista de espera para cortarse!

Este joven avellanedense de 36 años recordó que a los 13, habiendo pasado a segundo año de la secundaria sin haberse llevado una sola materia, en vez de los botines, «colgó» los libros.

«Le dije a mi viejo que no quería saber nada con estudiar. Así que enseguida me mandó a laburar. Había empezado con él en el taller de chapa y pintura y justo me contacté con uno de sus clientes que se dedicaba a hacer adiestramiento, entonces empecé a adiestrar perros. Y al mismo tiempo, entré a trabajar en una veterinaria, donde los bañaba. En ese momento hacía dos o tres perros por día pero hoy, en un día, puedo llegar a hacer ventipico…», señaló el peluquero canino.

Cerrotti mencionó que ya a los 15 «adiestraba solo a los perros de la gente del barrio. Los bañaba, los llevaba a vacunar. O cuando los clientes se iban a afuera, me dejaban las llaves de las casas para que vaya a atender a los perros. Algunos animales que adiestraba me esperaban en la puerta porque les gustaba mucho. Los iniciaba a los ocho meses y les enseñaba a sentarse, a echarse, a caminar, a no cruzar la calle, a ir sueltos o llevar cosas en la boca».

Mientras tanto, Diego iba ganando experiencia en cuanto a los servicios estéticos y de higiene canina y se perfeccionaba asistiendo a exposiciones, pero tenía «puesta la camiseta» de la veterinaria para la que trabajaba.

En el camino, su novia Sonia (su actual mujer y compañera incondicional) lo convenció para que se largara solo. «Mi mujer (Sonia) es un fierro, porque me tiene una paciencia enorme. Es una fenómena y por ella me saco el sombrero. Fue siempre la que me acompañó y la que me pinchó para que arrancara a trabajar por mi cuenta, porque en este local hace 11 años que estoy», resaltó el entrevistado que, de entre todas las razas, prefiere a los Doberman, pero que en su casa tiene una chihuahua blanca llamada Ona que «es un personaje».

Un Spa para perros
Máquinas ultra silenciosas, tijeras súper afiladas, turbinas para secar bien el pelo, toallas que van y vienen al lavadero, shampús y perfumes de calidad. Diego Cerrotti no deja ningún detalle librado al azar, para que su servicio sea especial y, sobre todo, profesional.

«Me compre cepillos importados, especiales, de corte. Tienen un filo que hace que los nudos se saquen de manera más fácil y sin hacer doler al perro con tirones. Para hacer un trabajo bueno, sin que el animal sufra. Hay perros con los que puedo estar desde una hora a dos, dependiendo de si hay que bañarlos y cortarles el pelo. Pero me tomo el tiempo que sea necesario y a mí no me llama nadie para apurarme», afirmó Cerrotti, quien hace hincapié en la importancia del trato afectuoso hacia los animales, para lograr un trabajo exitoso.

«Trato de no ponerles bozal, de no increparlos. Hay perros que son dóciles y los dejo sueltos. Pero como además la mayoría viene desde que son cachorros -porque hay clientes que ya me trajeron el tercer o cuarto perro que tuvieron-, ya son como de la casa», agregó Diego.

Claro que, en todos los perros, yace latente el instinto y es por eso que el ex adiestrador exhibe cicatrices de cortes en sus manos y hasta en su cara, producto de unos cuantos tarascones que recibió en todos estos años. «Así como el carpintero se martilla el dedo, yo tengo marcas de los colmillos. ¡Tengo más tajos! Son mi marca registrada», aseguró Diego, que se autodefine como un kamikaze y que no tiene miedo, aunque le toque lidiar con perros de gran porte.

«Hay algunos perros que son malos –advirtió-, pero conmigo se dejan hacer cualquier cosa». (Risas)

Fieles a los hábitos, los perros que se atienden en «La Cucha de Diego» se reconocen cuando se ven y disfrutan estando en compañía. «Cuando vienen para acá, es su momento de disfrute. Como los amigos que se encuentran en el club o los que van a un spa. La pasan muy bien. Pero, si aparece alguno que no es del grupo, ¿Sabés cómo le ladran?, afirmó sonriente Diego, que se mimetiza dentro del clan canino. «A veces la gente pasa y me mira pensando que estoy loco, porque hablo con ellos. Ellos (los perros) se expresan mucho con la mirada y la verdad es que nos entendemos mucho».

Con la tranquilidad que le da el saber que hace las cosas bien y con la inmejorable publicidad del boca a boca, los turnos son algo que escasean en la peluquería de Diego. «Esto es algo que no se agota. Yo digo que es una súper cadena. Si viene un «caído del catre» no lo atiendo, no porque no quiera, sino porque no tengo tiempo», reconoció sincero, Cerrotti, al tiempo que dedicó un párrafo a los otros fieles actores en esta película, que son los dueños de los perros.

«Los clientes que tengo son uno mejor que el otro. Ya tengo una relación con ellos. Nos juntamos a comer… Creo que más que clientes son como mis amigos. Los perros son muy valiosos y sus dueños se quedan tranquilos porque los dejan en buenas manos. Siempre les agradezco, porque me han brindado su confianza», destacó.

«Siempre digo que soy un privilegiado porque hago lo que me gusta. Y este es un trabajo que llevo en el alma», finalizó.

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