Día de los enamorados: Una celebración para todas las generaciones

En el Día de San Valentín, La Ciudad recordó las singulares historias de amor de tres parejas de vecinos de Avellaneda: Carlos Rufino Muñoz y Beatriz Palmira Encinas; Luis Sagol y su esposa “Chichita”; y Damián Klasmeier y Leticia Rivero. Además, algunas recomendaciones para ser feliz en pareja, a cargo del reconocido médico psiquiatra avellanedense, Dr. Ángel Norberto Uva, especialista en Psicología Médica y autor de varios libros.

Si bien la de San Valentín no es una fiesta tradicional en la Argentina, ya que es más característica de los países anglosajones, el Día de los enamorados gana cada año más y más adeptos en Buenos Aires, sin distinción de edades ni generaciones.

Flores, bombones o un simple beso alcanzan para celebrar este día y recordar los momentos importantes de cada relación, como por ejemplo el día que se vieron por primera vez, el primer beso, las salidas de novio, o bien los casamientos, las lunas de miel o algún instante especial vivido en matrimonio.

En ese sentido, cada pareja es un mundo y cada relación una historia. Algunos recordarán la vez que cruzaron miradas en alguna de las tantas calles del barrio, otros evocarán los días de clases y el haber compartido un aula, mientras que otros no olvidarán el día que se encendió la webcam y aquellas palabras que tanto leían, y les gustaban, empezaban a tener una “cara visible”.

Carlos y Beatriz, 53 años de casados
Carlos Rufino Muñoz y Beatriz Palmira Encinas son protagonistas de una historia de amor que atravesó más de medio siglo y que la vida premió con tres hijos y cuatro nietos.

A ambos los cruzó el barrio y los amigos en común. Carlos vivía en Mariano Acosta al 300, en Avellaneda Centro, y Beatriz a la vuelta, en Humberto de Saboya.

“Nos conocíamos de siempre porque de chiquitos ya éramos vecinos”, recuerda Carlos, quien además integraba la misma “barra” de amigos que el hermano mellizo de su actual esposa.

Para el cumpleaños de 15 de Beatriz, su propio padre fue el que invitó a Carlos a la fiesta y, como coincidieron ambos: “a partir de allí comenzó nuestro romance”.

“Beatriz empezó a trabajar con su tío Bautista en una concesionaria Dogde en la zona de Once y, tanto para ir como para volver, pasaba a tomar el colectivo por la puerta de mi casa”, confiesa Carlos, quien justó salía como para cruzársela “de casualidad”. “La encontraba todos los días, a veces la acompañaba hasta Mitre y luego comencé a ir a esperarla cuando volvía, a la puerta del cine Colonial”.

Una vez formalizado el noviazgo, Carlos y Beatriz comenzaron a ir a bailar a la sede de Independiente. “Los domingos con grabaciones y los sábados venían orquestas. Betty iba con sus amigas y las madres que las acompañaban”, rememora Carlos Muñoz.

En un principio las “visitas oficiales” tenían agenda: martes, jueves y sábado y eran de cumplimiento “estricto”.

Ya con el calendario más “flexible”, podían salir los domingos, a la Costanera o a Palermo, junto a la familia de Carlos, y los sábados a los cines Mitre, Colonial, Maipú y Presidente Avellaneda, con la mamá de Beatriz.

“Siempre, gracias a Dios, mantuvimos una gran afinidad y cordialidad entre nuestras familias”, remarcaron.

El casamiento por civil llegó el 22 de setiembre de 1960, mientras que dos días después lo hicieron por Iglesia, en la antigua Catedral de Avellaneda.

La fiesta se realizó en la Sociedad Española “Hijos del Ayuntamiento de Puerto del Son” y la luna de miel duró nada menos que un mes, veinte días en Córdoba y otros diez en Mendoza.

Su historia de amor nació en Avellaneda y de ahí no se movió. Vivieron en el Pasaje Ambrosetti, en la calle Palaá y en la avenida Mitre, en el mismo barrio que los vio crecer.

A tal punto están tan arraigados a la historia de Avellaneda y de su gente, que Carlos es socio vitalicio de Racing y de Independiente, mientras que Beatriz es vitalicia de la “Academia”.

Ahora, ambos disfrutan de ver desarrollarse a sus hijos Viviana, Marcelo y Sandra, y de ver crecer a sus nietos Ezequiel, Federico, Sol Marina y Melisa.

Sobre el secreto para que el amor perdure, Carlos y Beatriz aseguran que “para que transcurran tantos años juntos y con buena onda se debe tener confianza, tolerancia y respeto”.

Luis y “Chichita” Sagol, toda una vida juntos
El primer intendente de la etapa democrática en Avellaneda, Luis “Chino” Sagol, también es protagonista junto a su esposa María Luisa Bay, más conocida como “Chichita”, de una historia de amor que lleva más de sesenta años.

Determinar la fecha en que se vieron por primera vez es casi imposible. Se conocían de la escuela primaria, tenían muchos amigos en común y además se cruzaban en los lugares públicos de la ciudad de Avellaneda.

La atracción fue mutua y tanto Luis como “Chichita” trataban de impresionarse mutuamente. Durante los primeros meses en los que salían como amigos, ambos se arreglaban con las mejores ropas para llamar la atención: vestidos de modista, trajes, accesorios de moda y perfumes, entre otras cosas, eran los elementos elegidos para lograr la “conquista” definitiva.

Luego de las salidas de “cortejo”, que duraron alrededor de un año, se pusieron de novio formalmente el 30 de diciembre de 1953.

“El noviazgo fue largo y se produjo después de salir durante meses, nos visitábamos al principio tres veces por semana y en horarios establecidos”, remarcaron Luis y “Chichita”.

Con el paso del tiempo, esos horarios se fueron haciendo más flexibles y las salidas más frecuentes. El paseo habitual era ir a los cines “Maipú” y “San Martín”, a los bailes que organizaban Racing y el Automóvil Club de Avellaneda, al bar de Maipú 33 y también a teatros de la Ciudad de Buenos Aires o caminar por la avenida Santa Fe.

El casamiento se realizó el 11 de marzo de 1962 en la Catedral de Avellaneda, la fiesta se organizó en la propia casa de la novia y la luna de miel la pasaron en la ciudad uruguaya de Punta del Este.

Vivieron siempre en Avellaneda, donde Luis Sagol fue elegido intendente en dos oportunidades. Se instalaron en una casa construida sobre la propiedad del padre del “Chino” y la vida les dio dos hijas y tres nietos.

Si bien no hay una fórmula que garantice el éxito del matrimonio con el paso de los años, Luis Sagol y María Luisa Bay coincidieron en remarcar que “el secreto para la convivencia es la paciencia, la tolerancia y mucho amor”.

Amor a 1365 kilómetros
La historia de Damián Klasmeier y Leticia Rivero, ambos de 34 años, tal vez resulte difícil de entender para los “tradicionalistas del amor”, pero se está haciendo cada vez más habitual entre las nuevas generaciones.

Él, alternando entre en Avellaneda y Lanús. Ella, en la ciudad sanjuanina de Rivadavia. Sin embargo, cada contacto entre ellos no tenía los 1.365 kilómetros que había que recorrer para visitarse sino los 50 centímetros que los separaban del monitor de sus computadoras.

Se conocieron en noviembre de 2009 gracias a la red social Tagged, cuando Damián le dio “clic” y empezaron a charlar vía mensaje, ya que el sitio no contaba con chat online.

Damián le explicó a La Ciudad que Tagged tenía un lugar limitado para escribir, por lo que les fue quedando chico el espacio. “Así que le pedí su mail y empezamos a charlar por esa vía”, afirmó.

“Yo todas las noches le escribía un pantallazo de mi vida y él me respondía a la mañana – recuerdó Leticia – de repente nos dimos cuenta que empezamos a sentir algo más lindo que simplemente charlar con alguien que te cuenta su vida”.

“Los dos teníamos miedo de pasarnos el teléfono porque quizá, por otra vía se podría haber cortado lo mágico de las charlas”, aseguró Leticia.

“Era más lo fuerte de las palabras, de la escritura, que el miedo de llamarnos por teléfono y hablar”, completó él.

Se iba el año 2009 y en la noche de Año Nuevo esperaron las doce para saludarse, ya sí vía telefónica. “Para mi era como que me saludara mi novio, no un amigo, nos emocionamos mucho”, comentó Leticia.

“Era muy loco porque nos sentíamos novios y nunca nos habíamos visto, ni tocado, ni besado, ni nada”, remarcó.

“Las familias y los amigos nos decían que estábamos locos, que no era algo convencional lo que nos pasaba”, comentaba Damián, mientras Leticia presentaba vía web a su novio y recibía por parte de su madre la frase: “esa es una realidad que no existe”.

El paso siguiente era sin duda conocerse personalmente, por lo que Damián hizo coincidir sus vacaciones con las de ella y la sorprendió anunciándole su viaje a San Juan.

Las vacaciones incluyeron conocer a la familia, compartir y recorrer varios lugares de la provincia. Tiempo después, fue ella la que viajó a Buenos Aires para conocer el entorno de Damián.

“Yo sabía que, si todo iba bien, había que tomar una decisión, así que en julio de 2010 me fui a San Juan a vivir con ella”, resumió Damián.

La falta de oportunidades laborales hizo que tuviera que volverse en enero de 2011. Otra vez a juntar plata, a organizar una nueva mudanza y, en septiembre de ese mismo año, fue Leticia quien decidió desarraigarse siguiendo a su corazón.

“Me costó mucho adaptarme, pero era mucho más fuerte lo que sentía y eso lo hacía compensar”, aseguró Leticia Rivero.

La pareja y la importancia de generar un “Nosotros”
Para poder hacer perdurar el matrimonio con el paso de los años, el médico psiquiatra Dr. Ángel Uva* hace hincapié en la conformación de lo que él llama “Nosotros”, donde convergen las personalidades y los entornos de cada uno de los integrantes de la pareja.

Para ello, el Dr. Uva propone abocarse a tres conceptos elementales: trabajar sobre el vínculo y su estabilidad, insistir sobre la importancia de la comunicación, el diálogo pleno y la confianza mutua e intentar el buen manejo de la agresividad que se da en toda pareja.

Trabajar sobre el vínculo y su estabilidad: Debe lograrse pero, antes que nada, debe quererse. Es así como no se puede alcanzar un “Nosotros” a través de débiles criterios sobre la estabilidad y por lo tanto, sobre la seriedad del vínculo. Es una cuestión de confianza que, al producirse, hace posible el primer y elemental pase hacia el “Nosotros”.

Insistir sobre la importancia de la comunicación. Es imprescindible un buen nivel de diálogo cordial, abierto y sincero. El respeto por el otro y la aceptación de éste, y la confianza en el otro permiten sentirse libre y comprometido a la vez.

La buena comunicación da como resultado los acuerdos matrimoniales, los que deben ser actualizados y revitalizados en forma periódica para que no pierdan su eficacia.

Intentar el buen manejo de la agresividad que naturalmente se da en toda pareja. La agresividad como fuerza y como energía impulsora está presente en las distintas actitudes humanas, inclusive en dos personas que pretenden vivir en pareja. El mal uso de ella permite comprobar conductas más o menos violentas que se originan en la frustración.

Esperar algo y no recibirlo casi siempre produce una respuesta agresiva, de enojo, malestar o desilusión, lo que constituye un mecanismo muy frecuente en la vida de toda pareja. A mayor inmadurez, mayor número de frustraciones y mayor cantidad de conductas agresivas.

La buena comunicación y el adecuado manejo de la agresividad hacen a la firmeza y a la estabilidad del vínculo. En efecto, tanto la estabilidad como la satisfacción son dos elementos básicos para el buen funcionamiento de la pareja.

Un matrimonio puede ser estable y no satisfactorio, porque puede llevar años de casado y estar metido en una maraña de cosas en común que lo mantiene unido, pero en medio de un gran desgaste y sin alegría alguna.

Para estas personas se trata de un vínculo simbiótico y neurótico, que hace que se quieran y se odien, que se necesiten y se rechacen, todo sin entender por qué están juntos y por qué se pelean tanto.

No comprenden que, básicamente, el amor es una función de cuidado del uno hacia el otro y viceversa. Es una triste realidad que empobrece afectivamente a ambos y a toda la familia.

En otros casos se pueden ver parejas, generalmente de gente joven, de poco tiempo, muy recientes, que pueden pasar por situaciones de gran conmoción emocional y pasional, por lo que son altamente satisfactorias, pero por poco tiempo, ya que llevan en sí mismas el germen de la inestabilidad y de la disolución.

* Dr. Ángel Norberto Uva, reconocido médico psiquiatra avellanedense, especialista en Psicología Médica y autor de varios libros.

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