Delfino Pérez, el dueño del ring

Es profesor de boxeo y el actual director de la escuela municipal de wilde

Cae la tarde en el corazón de Wilde, y en la Escuela Municipal de Boxeo queda un pequeño grupo de alumnos, haciendo los últimos movimientos de rutina.
Las cuerdas del cuadrilátero han dejado de vibrar, mientras de fondo se escucha algo de cumbia.
A un costado del ring, como en cada pelea, espera sonriente el anfitrión, dispuesto a hablar de la actividad que ha signado buena parte de su vida.
Delfino Pérez supo siempre que su destino estaría emparentado con el boxeo, aunque la vida le propusiera un impasse.
“Me enredé en un tema político y fui suspendido en el 59-60, y después de 2 años de suspensión no volví a pelear. Pero desde entonces, siempre tuve la idea de volver a conectarme con este deporte, aunque no tenía otra alternativa que volver como profesor. Siempre lo pensaba como para después. Para cuando me jubilara. Sin embargo, después de los cuarenta y pico, empecé a trabajar en boxeo, de forma esporádica con algunos pibes y tratando de contribuir al deporte”, señaló el entrevistado, actual director de la escuela municipal de boxeo que lleva su nombre, ubicada en Comandante Lucena 5739, de Wilde.
Delfino Pérez nació en Monte Grande el 1º de mayo de 1938 y a los 7 años se vino a vivir a Avellaneda, donde pronto descubriría su predilección por el deporte de los puños.
“Empecé a practicar boxeo a los 9 o 10 años, porque a mi padre le gustaba. Él y mi tío habían sido boxeadores. Practicaba en una panadería de la calle Posadas”, recordó el entrenador, quien, tal vez por esa influencia familiar, “hacía guantes”, mientras los demás pibes del barrio jugaban a la pelota.
Delfino peleó durante unos 7 años. Arrancó siendo mosca y terminó como gallo. Su retiro fue imprevisto, luego de que se negara a participar de un torneo preolímpico, mientras reclamaba junto a otros deportistas de la época que les rehabilitaran unas licencias deportivas. Esa protesta le costó una dura una sanción de dos años, que lo alejó definitivamente de su actividad como pugilista.
Pero como el deporte siempre da revancha, Pérez tendría una nueva oportunidad, años más tarde, como entrenador.
En el camino, su lucha estuvo en el ámbito fabril, como dirigente sindical. La octava y última vez que lo despidieron fue en 1982. Después de eso, empezó a trabajar para el gremio papelero, donde permaneció 25 años. Estando en la Federación de Obreros del Papel, abrió un gimnasio, con la idea de recuperar chicos de la calle. Pero siempre mantuvo la idea de tener su propio gimnasio y traerlo a su ciudad.
Puños a la obra
Durante la dictadura militar, en Avellaneda se había prohibido el boxeo. Existía una ordenanza que prohibía cualquier deporte de contacto, tanto su práctica como su competencia. Eso involucraba principalmente al boxeo y las artes marciales.
Delfino comentó que “no se prohibió solamente en Avellaneda, sino en todo el Gran Buenos Aires. Aquí era donde estaba el principal semillero y desde donde se alimentaba a todo el boxeo nacional”.
“Cuando se levantó la veda, el primero que retomó la actividad fue “Manolo” Quindimil, en Lanús, organizando un gran festival donde peleó (Juan Martín) Látigo Coggi. Y luego, los demás distritos se fueron sumando, menos Avellaneda. Eso me molestó mucho”, se quejó el ex boxeador.
“Yo sabía que el boxeo seguí teniendo vigencia”, continuó el mentor de la doble campeona mundial mini mosca Yésica “La Tuti” Bopp. “Tal vez no con las posibilidades de hace 30 o 40 años atrás, cuando el boxeo era el segundo deporte del mundo”.
Para el Director de la Escuela Municipal de Wilde, “el boxeo no es, como piensa mucha gente, una herramienta para que los pibes de la villa salgan de la pobreza. Eso es mentira. Es una actividad que permite desarrollar una actitud de esfuerzo, de lucha, de trabajo y de sacrificio; y que va en contra de la violencia. Es al revés. Los boxeadores terminan una pelea y se abrazan”, resaltó.
“Que después un boxeador, cuando deja de pelear, tome alcohol o se acerque a la farándula y la farándula lo envuelva, eso es otra cosa”, expresó, contundente.
Fue así que, con la necesidad de hacer resurgir el boxeo en nuestra ciudad, Delfino presentó un documento a las autoridades de turno, que fundamentaba, entre otras cosas, que Avellaneda había sido cuna de varios boxeadores –o en algunos casos, el lugar donde se consagraron-, que fueron renombrados deportistas:
José María Gatica, Pascual Pérez (medalla de oro en JJOO de Londres 1948), Rafael Iglesias (medalla de oro en JJOO de Londres 1948), Alberto Lovell (medalla de oro en JJOO de Los Ángeles 1932) y su hermano, Guillermo Lovell (medalla de plata en JJOO de Berlín 1936).
“Hasta entonces, Argentina tenía siete medallas olímpicas y cuatro eran en boxeo. Y las cuatro de Avellaneda. Teníamos mucha historia”, aseguró el ex púgil, que llegó a ser sub-campeón sudamericano.
“La escuela municipal se inició en el Polideportivo Gatica en 1998 y actualmente podemos decir el que el boxeo a nivel local avanzó muchísimo. Hoy tenemos una campeona mundial (Yésica Bopp) y varios boxeadores en actividad, con buena proyección. Pero además, lo importantes es que hay otros gimnasios de box que están funcionando en Avellaneda”, destacó Pérez, quien pudo cumplir con su cometido.
El conductor de la escuela a la que asisten más de 200 alumnos de todas las edades, también opinó acerca de esta apasionante actividad que acumula incondicionales fanáticos y renuentes detractores.
¿Qué opina de los que piensan que el boxeo no es un deporte?
Yo digo que es uno de los deportes más viejos que tiene el mundo. Tiene normas, está legalizado. Es un deporte. A lo mejor un poco agresivo al físico, pero que hoy está muy mitigado. En el boxeo amateur se utiliza cabezal, los boxeadores están mejor preparados físicamente, ya no hay tantas narices rotas… Yo creo que el boxeo es un hermoso deporte, con una muy buena preparación física.
Hace 13 años me comprometí con Yésica (Bopp) a que no le iba a salir una gota de sangre de su nariz. (Risas).
“Puede ser más cruento otro deporte como el automovilismo, donde cuando chocan a 200 o 300 km por hora, no queda nada…”, reflexionó Pérez, para quien la ficción está muy lejos de la realidad, poniendo el ejemplo de algunas películas como Rocky (extremadamente sangrienta) o Million Dólar Baby, en la que la protagonista queda cuadripléjica luego de una caída.
“Si hablamos a nivel profesional, te puedo decir que en Estados Unidos o en Europa el boxeo es un circo, donde se manejan fortunas y existen muchos intereses, porque es un negocio”, explicó Delfino.
“Pero en la Argentina sigue siendo un deporte muy amateur. Un campeón argentino puede ganar menos en una pelea de fondo que trabajando en una fábrica. Así que nadie se va a jugar la vida en esto, ni nadie se va a drogar para mejorar su rendimiento”.
“Nosotros estamos en contra de todo eso. Lo que pregonamos es que no dejen el estudio y que lleven una buena alimentación. Un batido de leche, banana, miel y avena. Ese es el mayor estimulante que pueden tener”, agregó.
El profesor de boxeo comentó que los pibes empiezan a venir los 10 años, aunque algunos padres los traen un poco más chicos. Y también asisten adultos, para mantenerse en forma. “Lo primero es la gimnasia, después aprenden a caminar y a hacer movimientos técnicos, en una primera etapa que es recreativa. Recién empiezan a hacer guantes un año antes de la edad para sacar la licencia (14 años y medio)”.
“Es todo gratis, solo le exigimos que se compren las vendas y el protector bucal para cuando empiezan las prácticas”.
“Tenemos el gimnasio, duchas, elementos para hacer fierros… No es un lujo, pero se pueden hacer muchas cosas”, sentenció Delfino Pérez, el dueño del ring.

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