Del «otro lado», alguien nos espera…

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, Monseñor Rubén Frassia en sus reflexiones radiales se refirió al Evangelio según San Lucas 20, 27-38 (ciclo C).

En este Evangelio se está hablando de varias cosas, pero la primera que vamos a afirmar fundamentalmente es la Resurrección: nosotros creemos en la Resurrección de Cristo, por lo tanto si Cristo -que es nuestra cabeza- ha resucitado, también nosotros vamos a resucitar con Él.

La Resurrección es participar de la Vida Eterna, por eso nuestra alma es un alma inmortal; Dios nos ha creado, Cristo nos ha redimido y el Espíritu Santo nos ha santificado. Lo eterno ha entrado en el tiempo para que nosotros, y el tiempo, entremos en Dios.

Por esto afirmamos, con el Evangelio, que “Dios no es un Dios de muertos, sino de vivientes”. En efecto, todos vivimos para Él. Afirmamos, con la Iglesia, la Resurrección; rezamos por los difuntos porque creemos que, del otro lado, hay vida.

Algunos se pueden preguntar en la actualidad sobre el tema del futuro, la importancia de la reflexión sobre la historia y es evidente que el modo como las personas, los grupos sociales, conciben el fin de los tiempos, tienen un gran impacto sobre la manera de afrontar el presente.

El camino de la vida es muy diferente, de acuerdo al final que uno presienta o imagine. ¿Es acaso lo mismo si al fin del camino no hay nada ni nadie?, ¿o si en la meta de la existencia hay una presencia y un abrazo? Peregrinar la vida, engendrar y educar hijos, construir historia, apostar al amor y forjar futuro, no tienen los mismos motivos si el vacío lo ha de devorar todo, o si al final nos espera alguien.
Dicho de otra manera: cuando atravesamos el umbral de la muerte, allá en el otro lado, en el otro “charco”, hay alguien que nos espera; y ese alguien que nos espera es Dios, porque Dios nos creó, nos redimió y nos espera en el cielo.

Afirmamos rotundamente que es una Palabra de Dios, que es la Palabra de Cristo: “Yo soy la Resurrección y la vida; quien cree en mí, aunque hubiera muerto, vivirá”. Y nosotros creemos en la Resurrección.

En segundo lugar: no sabemos de qué manera será, pero sí ciertamente afirma el Credo, que vamos a resucitar con nuestro propio cuerpo y con nuestra propia piel. No sabemos de qué forma: transfigurados, transformados, eso, nuestra imaginación no alcanza a comprender. Pero ciertamente nosotros vamos a participar; y si alguien dice “esto es imposible” digamos que es imposible para el que no tiene fe, porque el que tiene fe ve más y le es posible. Es posible que Dios haya creado al mundo, que nos haya creado a imagen y semejanza; y es posible que también nosotros participemos con Él.

Y por último: nos damos cuenta que en esta transformación, en esta transfiguración que tendremos en la presencia de Dios, seremos como ángeles. Por eso no participaremos con ese dilema que le plantearon los saduceos a Jesús. Ciertamente nos vamos a encontrar con todos nuestros seres queridos y por lo tanto, el que se casó va a vivir de otra manera con todos sus seres queridos y eso significa vivir en Dios.

¿De qué forma? No lo sé, pero sí que vamos a participar porque lo que es imposible para nosotros se torna posible con la presencia, el hálito y el espíritu de Dios. No en vano Jesucristo nos redimió en la cruz venciendo el pecado y la muerte. Ya la muerte, a partir de ese momento, no tiene la última palabra. La última palabra es VIDA.

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