De zapatería a galería de arte por poco tiempo
Escribe Antonio J. González
Estamos en los años del resurgimiento de la actividad artística y cultural en Avellaneda. En la década de los años 50: funcionaba en su plenitud la Asociación Gente de Arte, además de todas las demás demostraciones similares en clubes, bibliotecas, entidades sociales y deportivas. Estaba en marcha, con todo su vigor, la idea de la cultura popular que el Intendente Juan L. García definió, en 1954, como un esfuerzo de asimilación del pasado cultural y sana vivencia del presente y que lo puso en práctica creando la Dirección de Cultura y poniendo a su mando al joven escritor, músico y universitario, Norberto Folino.
En este contexto, por aquellos años nace -desde el espacio privado- una novedosa forma de desempolvar de solemnidad las acciones artísticas. Por un corto tiempo -a veces se prolongaba por un par de días- un tradicional comercio de venta de calzados, la zapatería Maipo, se convertía mágicamente en la Galería Maipo. En su comando mucho pesaba la decisión y voluntad de Lucio Parodi y su hermano Roque, inquietos por lo social y cultural. El pequeño salón de su comercio comenzó en forma espaciada a concentrar obras de arte, pintores, grabadores, escritores
que cubrían las estanterías y las vidrieras. Estaba abierto en la Avenida Mitre al 289, en pleno centro comercial y administrativo de la ciudad, cuando ese sector conservaba todavía la dinámica de los caminantes y vecinos.
Se organizó una variada combinación de artistas boquenses con los de nuestra zona. Así pudieron verse sus obras de Fortunato Lacámera, José Luis Menghi, Cleto Ciocchini, Rafael Muñoz, Oscar Vaz, Clemente Loccoco (h), Antonio Parodi, Justo Lynch, entre muchos más. En agosto de 1955, por ejemplo, la muestra reunió a 55 artistas plásticos. Más de diez mil personas desfilaron por la sala elogiando las obras que, por primera vez, se reunían en una muestra de carácter colectivo según el diario La Opinión de la época- y que constituye un mérito indiscutible de los organizadores, gracias a cuyos afanes pudieron reunirse figuras representativas de nuestro arte
Esta exposición estuvo abierta durante tres días consecutivos.
Exposiciones similares se realizaron durante esos años, hasta fines de la década del 70, generalmente los fines de semana. Contaba con la colaboración y el aporte de sus amigos relacionados con el mundo de la cultura y el arte. Entre ellas, fue una constante colaboradora la señora Noemí Parodi.
Pero esta galería no fue la única demostración de este impulso por acercar el arte plástico a la gente común, a los paseantes de nuestras avenidas y calles. Ya Gente de Arte abrió el ciclo con las muestras al aire libre en la Plaza Alsina que, a poco tiempo de su fundación, organizaba alrededor del monumento a Nicolás Avellaneda. Allí se podían ver periódicamente las obras de sus pintores y dibujantes, colgadas de unas mamparas forradas con arpillera.
Otros comercios accedieron a exhibir en sus vidrieras unas pocas obras y en algunos casos hasta se entusiasmaron con la organización de muestras, salones y concursos de manchas en diferentes zonas de la ciudad. Corralones de materiales, concesionarias de automóviles, y otras empresas similares se asociaron en la intención de acercar esas expresiones artísticas a los sectores populares. Se sumaban a la regular actividad en ese sentido que hacían otras organizaciones barriales y culturales.
Pero es justicia recordar aquel intento de convertir un simple escenario de compra de zapatos en una muestra de los pintores, grabadores y dibujantes. Para la época y para nuestro terruño era un acontecimiento original y enaltecedor.
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Epígrafe: Lucio B Parodi, acompañado por artistas en su galería. (La Opinión, 1975)