Dalmanutá: 25 años ayudando a los vecinos en su búsqueda espiritual

Fue fundada en Uruguay y llegó a Avellaneda en 1986. Perteneciente a la Iglesia Católica, brinda asesoramiento espiritual y ayudando al prójimo en su búsqueda interior. En la foto Marcela Borzi, Carlos de Haedo, Marcela Galán y Cecilia Crespo.

La Institución Dalmanutá, perteneciente a la Iglesia Católica, cumplió 25 años de trabajo ininterrumpido en Avellaneda, brindando asesoramiento espiritual y ayudando al prójimo en su búsqueda interior.

El Padre Carlos de Haedo, responsable de la institución y uno de los fundadores de la sede en Avellaneda, expresó su satisfacción por el camino recorrido en este cuarto de siglo.

«Somos una institución joven en cuanto a los orígenes, porque tenemos 31 años desde que se fundó en Uruguay, y el hecho de cumplir 25 años en Avellaneda habla de una estabilidad de trabajo y de un crecimiento importante», remarcó el Padre Carlos.

Dalmanutá nació en Uruguay en 1980 de la mano de los sacerdotes Luis Pedro Montes y Ernesto Popelka. Si bien la institución ya cuenta con sedes en Brasil y México, la sede de Avellaneda fue la primera fundada fuera del país de origen.

Carlos de Haedo llegó a esta ciudad en 1986, recién ordenado como sacerdote, para poner en funcionamiento a Dalmanutá. Un año más tarde se sumó el Padre Jaime Maestro y, en 1989, la Hermana Beatriz Pirotto.

«Habíamos entablado contactos con Monseñor Rubén Di Monte, en ese entonces flamante Obispo de Avellaneda, quien se mostró interesado en el tipo de trabajo que veníamos realizando», rememoró el Padre Carlos.

Los primeros tres años, Dalmanutá funcionó en la calle Ameghino, frente al Obispado, hasta que en 1989 se mudó a la que hasta hoy sigue siendo su sede, en 9 de Julio 212.

Consultado sobre los inicios, el Padre Carlos remarcó la colaboración de varios sacerdotes que lo contactaron con otras instituciones y movimientos católicos para que esos primeros pasos sean positivos.

«Hubo un tiempo donde trabajamos en darnos a conocer, recorríamos parroquias para presentar nuestro proyecto -agregó el Padre Carlos- tuvimos una gran acogida por ser un servicio muy necesitado, porque no era común el hecho de hacer un acompañamiento individual en la búsqueda de fe de cada persona y en su crecimiento como cristiano».

Desde Dalmanutá, se trabaja en lo personal y en forma individual, ya que, por la existencia de otras urgencias, muchos fueron relegando las cuestiones espirituales o más profundas a un segundo plano.

«Uno observa que en muchos ámbitos se aplica lo mismo que nosotros venimos haciendo con la búsqueda interior, un trato personalizado -comentó el Padre Carlos de Haedo- a nivel deportivo hay personal trainner, en empresas hay coaching para trabajar en las motivaciones, por ejemplo».

«A veces, en una sociedad tan globalizada y masificada, donde uno se puede sentir perdido, se refuerza la necesidad de un vínculo personal que ayude a encontrar el camino», afirmó el responsable de Dalmanutá.  

La misma búsqueda, pese al paso de los años
Cuando Dalmanutá llegó a Avellaneda, prendió rápidamente. Por aquellos años, había una mayor participación de los vecinos con las diversas instituciones y muchos movimientos de la Iglesia crecieron.

«El motivo fundamental por el que venían, y que es el servicio que brindamos, es por una búsqueda espiritual o religiosa -explicó el Padre Carlos de Haedo- el punto de partida puede ser muy variado, pero la búsqueda es la misma».

«El disparador puede ser positivo o negativo, pero converge en un mismo deseo de búsqueda y profundización de lo que es una relación con Dios», agregó.

Al comparar aquellos tiempos de los inicios con los actuales, el Padre Carlos aseguró que «estamos viviendo una época bastante convulsionada, entonces hay parámetros o puntos de referencia que antes orientaban a la gente y que ahora están medio en crisis».

Sin duda, las situaciones sociales, políticas y económicas fueron cambiando con el paso de los años, pero la búsqueda de lo transcendente de la vida y de los valores sigue vigente.

«La necesidad de encontrar el camino espiritual y el sentido de la vida no cambia, pero en esta última década, creo que lo que cambió es la forma en que se presenta esa necesidad, los detonantes», explicó el Padre Carlos de Haedo.

«Antes, cuando estaban muy vigentes las formas tradicionales de vivir la religiosidad, los canales comunes bastaban para lograr esa búsqueda religiosa -agregó- pero en esta época, donde todo explota y es cuestionado, se arma y desarma, algunas formas convencionales pierden ese  poder de atracción, y entonces se generan búsquedas más personales».

El ritmo de vida ha cambiado mucho y eso también provoca que muchas personas busquen soluciones rápidas pero, en las cosas profundas de la vida, éstas no son siempre a corto plazo.

«A veces viene gente por una situación coyuntural y uno los orienta y los ayuda a pensar, pero son temas relativamente breves, pero otra cosa es una búsqueda que tiene sus plazos, sus etapas y sus procesos, y que es a lo más específico a lo que nos abocamos», remarcó el Padre.

En ese sentido, el tiempo cumple un papel fundamental y uno de los principales objetivos es aprender a disfrutar de esa búsqueda. «Si uno tiene una mentalidad muy efectista y resultadista, quizá se desanime o no le atraiga este tipo de trabajo interior que nosotros proponemos», sostuvo el responsable de Dalmanutá.

Una institución que creció con el «boca a boca»
En los comienzos, Dalmanutá fue algo novedoso porque mientras en todos los aspectos de la vida se trataba de ir a lo grupal o colectivo, esta institución prefirió trabajar en lo personal, con la vida espiritual.

Con el tiempo, la entidad se fue consolidando y muchos de sus visitantes llegan por la recomendación de otros que ya pasaron por sus instalaciones.

En ese marco, cabe destacar que este asesoramiento es de carácter gratuito y solo se le pide, al que se acerca para esa búsqueda interior, alguna colaboración en la medida de sus posibilidades para solventar los gastos del día a día.

«Creo que el boca a boca es la forma más sólida para crecer, porque los recomienda alguien que transmite una experiencia útil», aseguró Carlos de Haedo.

Aquellos que quieran solicitar asesoramiento espiritual u orientar su camino hacia Dios, podrán acercarse a la calle 9 de Julio 212 ó comunicarse al 4222-5283 para coordinar la primera entrevista, a partir de la cual se determina como se sigue con las charlas.

«Hay veces que uno percibe que la persona está buscando algo que no es lo que nosotros le podemos proponer, entonces ahí somos el puente con otras instituciones para que puedan solucionar su problema», aclaró el Padre Carlos.

Dalmanutá está al servicio de todas las edades porque cada una de ellas tiene sus desafíos, sus búsquedas y sus crisis, pero por lo general su trabajo comienza con los adolescentes y jóvenes, quienes necesitan orientarse en el sentido de la vida.

«Parte del trabajo es ayudar a la persona para que clarifique sus prioridades -resaltó- poder darle mayor trascendencia a las cosas que tienen mayor importancia y dejar en segundo plano las que no lo son».
«Muchas veces hay poca claridad interior y quizá la están pasando mal por temas menores -aclaró el Padre Carlos- entonces cuando uno les hace ver cuáles son las cosas que realmente valen, lo ayuda a relativizar tanta preocupación, le bajás el nivel de ansiedad para poder orientarlo».

«Parte de nuestro trabajo es educar en esa capacidad de tomar distancia respecto a lo que nos tiende a absorber, para poder anclarse en algo más profundo y valedero, y desde ahí orientar las decisiones de la vida», concluyó el Padre Carlos de Haedo.

El equipo de trabajo
Carlos de Haedo, Jaime Maestro, Beatriz Pirotto, Virginia Sande, Marcela Galán, Marcela Borzi, Mariela Bastida, Patricia González, Virginia Quiroga, Cecilia Crespo, María Luján Torres, Noemí Zapata, Guido Bózzola y Estefanía Erlij.

Origen del Nombre «Dalmanutá»
Dalmanutá es el nombre de una región que aparece citado en el capítulo octavo del Evangelio de San Marcos, y es donde Jesús se retiró con sus discípulos luego de la segunda multiplicación de los panes. «Era un lugar de descanso y recogimiento, un lugar espiritual, lo tomamos como nombre y como símbolo», afirmó el Padre Carlos de Haedo.

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