Cumple 80 años Osvaldo «Pacha» Codaro, una gloria del deporte argentino

El mejor jugador de waterpolo de la historia en el país fue agasajado por su familia, amigos y ex compañeros, con una gran fiesta en el Club Pueblo Unido. El recuerdo de Independiente, su «segundo hogar» y de sus juegos olímpicos

El 9 de diciembre, pero de 1930, nacía en Avellaneda quien fuera el mejor jugador de waterpolo de la historia de nuestro país y uno de los más destacados deportistas argentinos de mediados del siglo pasado: Osvaldo Codaro.

Como ochenta años no se cumplen todos los días y porque por su calidez y trayectoria merecía un reconocimiento, el pasado domingo «Pacha» fue agasajado con una fiesta en el tradicional Club Pueblo Unido, donde no faltaron amigos, vecinos, ex compañeros de equipo y su querida familia, con su esposa «Tota» a la cabeza y sus cuatro hijos, de los cuales Hugo y Rosana llegaron de Japón y Brasil, respectivamente, para sumarse a Cristina y Alejandra en el agasajo a su padre.

Osvaldo nació en Avellaneda y se crió en la zona de las barracas. Huérfano de padre a los seis años y de madre a los 16, pasaba sus horas en el club Independiente, al que siempre definió como su «segundo hogar».

Llegó al club a los diez años sin saber nadar, es más, Osvaldo aún recuerda que casi se ahoga cuando lo empujaron a la pileta. Sin embargo, dos años después empezaba a competir de la mano del entrenador Santiago Gentile, primero en natación y luego en waterpolo, hasta convertirse en una figura del deporte nacional.

En Independiente compitió hasta 1951. Cuando Gentile se fue a entrenar a Comunicaciones, Codaro y muchos de los jugadores se fueron con él. En el año ’60, Independiente se iba a competir a Montevideo y Osvaldo tenía autorización de palabra para reforzar el equipo donde aún tenía a sus amigos. Sin embargo, la Federación lo suspendió por dos años, el club de Nuñez no lo defendió y su carrera terminó en Boca, donde jugó hasta 1972.

Su trayectoria en la selección también fue muy importante y llena de logros. Con solo 17 años, Osvaldo fue convocado para participar de los Juegos Olímpicos de Londres, en 1948, donde salieron novenos. «A Inglaterra fuimos en barco, tardamos 14 días y entrenábamos en la cubierta», evocaba Codaro. «Acampábamos en una base militar, había rastros de la guerra. Argentina mandó un barco con comida y golosinas – agregó – y todo lo que sobró se donó a la Cruz Roja británica», recordó.

Helsinski ’52 fue su segundo Juego Olímpico y también una experiencia inolvidable. «Esta vez fuimos en avión, en Finlandia era verano y era siempre de día, teníamos que tapar las ventanas con las colchas, dormíamos lo que podíamos», relató Codaro.

«En estos Juegos comenzó lo que ahora es la villa olímpica, cada país tenía un monoblock», describió.

A los Juegos del ’56 de Melbourne solo se enviaron representantes en disciplinas individuales, por lo que Codaro tuvo que esperar hasta Roma ’60 para volver a la máxima competencia mundial amateur, donde, al igual que en Londres, su equipo alcanzó el noveno lugar.

Previo a los Juegos Olímpicos, comenzaron a jugarse los Panamericanos, donde de la mano de Codaro argentina obtuvo medallas doradas en Buenos Aires (1951) y México (1955).

Con respecto a la falta de desarrollo o de penetración que tuvo el waterpolo desde aquella época dorada, Codaro sostuvo que es por culpa de malas maniobras de sus dirigentes.

La Federación de Waterpolo, creada en 1975 y de la cual Codaro fue presidente, siempre estuvo ligado a la Confederación Argentina de Deportes Acuáticos (CADA) pese a la independencia que buscaban.

«Cuando entraba un dinero a la CADA teníamos que pelear para que no se utilice todo para natación. Se armaron comisiones de polo acuático, de salto y de nado, y cada uno defiende su terreno, si no la natación se absorbe todo», remarcó Codaro.

Osvaldo Codaro fue jugador, integrante de la selección, entrenador juvenil y árbitro, siempre estuvo ligado, incluso fomentando el waterpolo en las escuelas de su Avellaneda natal.

Hoy, a los 80 años, Osvaldo Codaro, ciudadano ilustre de Avellaneda, no solo festeja un nuevo cumpleaños, sino que además disfruta de un merecido reconocimiento por sus grandes logros deportivos, del amor incondicional de su familia y del respeto y el afecto de toda Avellaneda.

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