Cuando las relaciones personales resultan difíciles

Escribe la Lic. Andrea Fabiana Varela Seivane.

Casi todas las personas creen que una buena calidad de vida no solamente depende de la salud, el trabajo, el estudio, el dinero, el tiempo libre, sino que también la manera en como se lleven adelante las relaciones personales, van a afectar de manera positiva o negativa el bienestar emocional.

Si bien cada persona ha aprendido a llevarse al menos medianamente bien con las personas con las que simpatizan poco y que necesariamente tienen que ver con frecuencia, ya sea por relaciones laborales o familiares, algunas veces las diferencias son muy notorias y cuando esas personas aparecen con regularidad en su vida les resulta literalmente insoportable.

Todos sabemos que deberíamos esforzarnos en nuestras relaciones con los demás, y especialmente con quienes tratamos a menudo, para que la relación transcurra por un camino lo más cordial posible, pero sucede muchas veces que a pesar de saber esto, existen personas con las que no nos sentimos a gusto, o con las que no tenemos nada en común, e incluso con las que nos sentimos realmente mal, tan sólo pensar que tenemos que compartir unos minutos con ellos, nos resulta desagradable. En general el miedo dirige este tipo de relaciones y puede llegar a bloquearnos de tal manera que no podamos afrontar la relación de forma cómoda, y además este miedo crea cierta dependencia, ya que si bien se está en contra de alguien por su comportamiento hacia nosotros, también estaremos siempre dependiendo de esa persona, de lo que haga o de lo que diga.

Hay una diferencia muy grande entre que existan personas que intentan hacernos la vida imposible a que nosotros aceptemos esa situación y accedamos en nuestro papel de víctimas, y en realidad, si nos persiguen, cosa poco habitual, no existen demasiadas opciones más allá de reflexionar acerca de los motivos por cuales se las tomaron con nosotros y en tal caso, tomar las medidas necesarias. Si creemos que alguien nos está dañando, no dará demasiado resultado actuar con esa persona, en tal caso será más apropiado aprender a situarnos en un lugar desde el cual no suframos ese malestar y donde el miedo no anule en nosotros la capacidad de generar una respuesta racional para dar solución al problema.

Si la convivencia con esa persona insoportable no es obligatoria, la solución podría ser evitar el encuentro, muchas veces por una mal entendida cortesía, se mantienen relaciones superficiales que no aportan nada e incluso algunas que suponen incomodidad o malestar, y sin embargo esas relaciones lejos de cortarse, continúan.

La mayoría de las veces en que se mantienen relaciones con personas que resultan insufribles y no se toma la decisión más lógica que sería cortar esa relación, es que sencillamente la persona siente que no puede, o no le conviene, con lo cual tendríamos que pensar en que podría hacerse para convivir en una mínima armonía con esa persona. Ignorar el problema y mirar a otro lado es como pensar que porque no las ve las cosas no están ocurriendo, y la realidad es que eso existe y que atenta contra su propio bienestar emocional.

Suele suceder que si la actitud tomada hacia esa persona es la de evitar el encuentro, en general queda la insatisfacción de haber sido débiles, cómodos, o insuficientemente tolerantes con la persona en cuestión. Las personas que toman la opción del ataque, en general ven a los demás como culpables de todo lo malo que les ocurre, esta actitud es la más frecuente en personas con escasa capacidad de autocrítica y con ciertas características de paranoia ya que ven agresores por todas partes. Pero en definitiva, que los otros sean los culpables o que uno se sienta culpable de todo, no soluciona el malestar. Incluso los que adoptan la actitud de la negación del problema, encuentran su propia solución pero sin afrontar y mucho menos sin resolver el problema.

En definitiva, si no se abordan las circunstancias que originan las dificultades de relación, nada cambiará, ya que ni los otros ni el paso del tiempo van a dar una solución. Si se consideran todas las alternativas y se llega a la conclusión de que no hay nada que hacer y las circunstancias lo permiten, habrá que romper con la relación, si no se puede coincidir y tratar con esa persona que nos amarga la vida, y razonablemente es posible, habrá que hacerlo y buscar otros apoyos, siempre hay alguien que nos pueda entender, y que esté dispuesto a escucharnos y ayudarnos.
Por mucho que alguien quiera hacernos daño, casi nadie tiene sobre nosotros esa facultad si no se lo permitimos, no se trata de fortificarse con un escudo manteniendo una actitud combativa, sino de saber más acerca de uno mismo, que quiere, que siente y donde está ubicado respecto a esa persona.

Licenciada en Psicología
Andrea Fabiana Varela Seivane
MN 34156
Consultas al 4205-0549 155-143-6241

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