Cronigrafía de la ciudad: Virginia Doris, cantante hasta el final

Escribe: Antonio J. González.

Sentada en las rodillas maternas, oía el pedido: «¡A ver nena, cantale a la señora!», cuenta Ricardo Nino en su página “Todotango”. Ella era ya, desde entonces, una mujer que vivía y sobrevivía a través de su canto. Virginia Doris, nació en nuestra ciudad en el seno de una familia de apellido Nino, y “con sólo cinco años, podía memorizar melodías, letras de tangos y milongas, música que la atrapaba, era la música de su mundo”. Era ya toda una estrella entre los vecinos de Dock Sud y la Isla Maciel, donde en esa época eran lugares de los ejes del tango y su pasión.

Virginia iba madurando en ese clima, cuando acudió a estudiar música y canto con la señora Amelia Sordelli. En el año 1927 le toca enfrentar por primera vez al público en el cine Select de su barrio, cuando tenía 17 años de edad. Comenzaba una larga carrera con esa pasión en la voz y en la música popular. Actuó, más tarde, en el teatro Nacional y en otros centros de espectáculos. Por ese entonces adopta el apellido artístico “Doris”. Pero no dejaba de tener su centro de actuación en su barrio y en nuestra ciudad. «¡Al tango lo fabricábamos en Avellaneda!» –decía Virginia-, eso era real, tan real que si la cosa salía bien, después se podía probar suerte en la Capital, en lugares de paladares más refinados” nos dice Nino.
Su trayectoria continuó en forma dinámica y coherente con sus primeras actuaciones en los clubes e instituciones de Avellaneda. Con los hermanos Gramuglia, guitarristas, integró un trío con el que actuó un tiempo, luego llegó a cantar con la orquesta “La Guardia Vieja”, dirigida por Adolfo Pérez “Pocholo”, y su figura iba tomando cuerpo en el conocimiento popular y el respeto profesional. Eso le permitía incorporarse a la dinámica y amplia vigencia de la música y sus principales figuras, desde Ignacio Corsini hasta Gardel, en una época donde el tango y sus cantantes constituían la representación genuina del entusiasmo en los barrios proletarios.

Con un repertorio salpicado por los ritmos de moda en la época, actuó en las principales emisoras de radio y en programas de amplia difusión. Algunos de sus éxitos: “Loca de amor”, “A orillas del Plata”, “Desde el alma”, “El aeroplano”, “Un lamento”, “Violetas”, “Quemá esas cartas”, entre otros temas. Para entonces su nombre integraba carteleras estelares, al punto que la invitaron a dar el puntapié inicial en un clásico de nuestro fútbol: River-Boca.

En los años ‘60, hace una pausa en su tarea profesional del canto. Había tenido gestos solidarios con instituciones sociales y benéficas, pero una enfermedad la doblega. “Luego de ser operada de un tumor – cuenta Nino- cantaba “a capella”, sentada en la cama del sanatorio, deleitando a los otros internados e infundiéndoles ánimo y esperanza con sus tangos y milongas”. Tal era la vida para ella, puro canto. En 1988, recibió la mención “Luces de Tango”, en el Café Tortoni , pero al poco tiempo fallece en su lugar de origen, Dock Sud.

Recién en el 2005, la nombran “Vecina destacada, post-mortem” en el municipio.Ya no estaba para cantarnos. O sí, aún se la oye en alguna grabación o en el corazón de sus memoriosos en las barriadas populares de nuestra ciudad y del país.

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