Con una ceremonia íntima, despidieron a Leonardo Favio

Familiares, funcionarios y artistas despidieron los restos del cineasta y cantante Leonardo Favio, fallecido ayer a los 74 años, en una íntima ceremonia realizada esta tarde en el Cementerio de la Chacarita.

Estuvieron presentes su hijo Nico y su hija María Salomé, su asistente Verónica Muriel, el secretario de Cultura de la Nación, Jorge Coscia; el diputado Dante Gullo; los actores Martín Andrade y Antonella Costa, el periodista Horacio Verbitsky, el cantante Piero; colaboradores cercanos como Javier Leoz y Víctor Basuk, además de familiares y amigos.

El cortejo fúnebre había partido del Congreso de la Nación a las 14.45, donde el féretro, envuelto en una bandera argentina, fue despedido con aplausos, estrofas de la Marcha Peronista y el tarareo del estribillo de “Ella ya me olvidó”, por cientos de personas que se acercaron hasta el Parlamento para un definitivo adiós a uno de los grandes artistas nacionales.

Luego de recorrer la ciudad, el cortejo ingresó a La Chacarita a las 15.45, donde era esperado por seguidores, personalidades políticas y artísticas en el Panteón de Sadaic, pero los familiares de Favio decidieron llevarlo directamente al crematorio, donde se realizó una ceremonia íntima para su despedida.

Cantante, compositor, actor y realizador cinematográfico que a lo largo de su desarrollo artístico retrató como nadie la dimensión afectiva que el Peronismo trajo a la política argentina, Favio partió rodeado del calor popular de miles pero acompañado con la presencia de los más cercanos y queridos.

Ni las cámaras televisivas, ni los diversos medios de prensa pudieron registrar la última partida en el cementerio, que se reservó exclusivamente para los más allegados.

Al salir del crematorio, su hijo Nico tomó la bandera argentina que vistió el féretro de su padre durante el velatorio y se la entregó a Javier Leoz, productor ejecutivo de “Aniceto”, la última película de Favio y que lo acompañó en muchas de sus aventuras cinematográficas, como “Perón, sinfonía del sentimiento” y “Gatica, el Mono”, y que fue uno de sus más cercanos y queridos colaboradores.

Artista icónico del Peronismo, notable actor, realizador cinematográfico y cantante, Leonardo Favio falleció ayer a los 74 años en el Sanatorio Anchorena a consecuencia del agravamiento de un cuadro de afecciones crónicas que sufría desde hacía años y que en los últimos tiempos había provocado un marcado deterioro en su estado general de salud.

A su velatorio, que se realizó en el Congreso de la Nación, asistió anoche la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, además de personalidades políticas, sociales y artísticas como la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, el jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina; y el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez.

También se hicieron presentes para un último adiós en la capilla ardiente del Congreso, el presidente de Radio y Televisión Argentina, Tristán Bauer; la presidenta del Incaa, Liliana Mazure; la cantante Teresa Parodi; los actores Ana María Picchio, Haydeé Padilla, Víctor Laplace y Edgardo Nievas; y los realizadores Luis Puenzo y Fernando Pino Solanas, entre otros.

Considerado uno de los directores más importantes de la historia del cine argentino, en su extensa carrera dejó títulos como “Crónica de un niño solo”, “El romance del Aniceto y la Francisca”, “El dependiente”, “Juan Moreira”, “Soñar, soñar” y “Nazareno Cruz, el Lobo”, entre otros muchos.

Nacido como Fuaf Jorge Jury en Luján de Cuyo (Mendoza) en 1938, Favio llegó a Buenos Aires antes de 1950 para el servicio militar y años después comenzó a trabajar como actor de cine de la mano de Leopoldo Torre Nilsson, participando en películas como “El secuestrador” (1958), “La casa del ángel” (1960), y “Fin de fiesta” (1961).

También fue uno de los cantores populares de la Argentina de fines de los 60, donde con una veta personal alcanzó inmensa popularidad con canciones como “Fuiste mía un verano”, “Ella ya me olvidó” y el “Tema de Pototo”, de Luis Alberto Spinetta, que grabó bajo el título “Para saber lo que es la soledad”.

Alejado de las banalidades del éxito y los oropeles de la repercusión mediática, Favio hizo de la cercanía afectiva una ética, al tiempo que fue esclavo y profeta, al mismo tiempo, de una pertenencia y un destino histórico que lo marcó de niño y al que tributó sin dobleces en tiempos aciagos y bondadosos.

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