Gastón Posse, el enfermero cantor que cura el alma con su música

La música sana el espíritu de las personas. Así lo entendió Gastón Posse, quien desde su condición de cantante y enfermero logró llegar a los pacientes desde otro aspecto. Con dulces melodías o arrabaleros tangos, este joven avellanedense logró empatizar con aquellos que en el Fiorito esperan sanar su cuerpo, pero que tienen el alma en óptimas condiciones.

Mientras hacía sus prácticas en el primer año de su carrera, Posse se dio cuenta que una broma, un pequeño chiste o alguna gracia le permitía romper el hielo con los pacientes. Aprovechando que se gana la vida como cantante y animador, fue por más y decidió, quizá por casualidad, endulzar los oídos de aquellos que, olvidando males temporales, se vuelcan por entero a disfrutar de eternos placeres, como la música y el canto.

 

 

“Lo descubrí haciendo las prácticas en los sectores de clínica del hospital como estudiante de enfermería. Estoy cursando el último año de la carrera y, comunicándome con los pacientes, generando una empatía, se podía generar cierta confianza para que éste colabore en determinadas circunstancias”, le contó el propio Gastón Posse a La Ciudad.
“Romper el hielo”. Esa es la clave para el enfermero cantor, quien logró con sus “notas” que el paciente colabore cuando hay que higienizarlo, por ejemplo, ya que ese tanguito o esa zamba iban eliminando una posible situación lógica de vergüenza.

 
“Mis compañeros sabían que yo cantaba pero los pacientes no. Al año siguiente, una paciente estaba tan negada que no se dejaba atender. Para romper el hielo, se me ocurrió acercarme y cantarle. Después me di cuenta que era bárbaro y una ventaja a la hora de atenderlos”, describió Posse aquella primera experiencia.

 
Gastón se acercó, le preguntó su nombre y le dijo hizo una propuesta: “Si colabora le canto lo que le guste”. Le ofreció un amplio repertorio, tango, folklore, cumbia, lo que sea. Como era de esperar, ella supuso que era una broma y aceptó el desafío porque seguramente pensó que las posibilidades de encontrarse con un “enfermero cantor” eran ínfimas.

 
“Cuando ven que soy cantante de verdad, que entono, que tengo técnica, se genera como un silencio y se quedan como si fuera Sandro”, relató Posse entre risas, rematando que “hasta me han aplaudido”.

 
Si bien Posse se vuelca a todos los pacientes por igual, hay algunos que requieren una atención especial “desde lo artístico”, y por lo general son aquellos que no tienen familia o son poco visitados.

 
“Mucha gente necesita esa palabra de aliento, un cantante, un recitador, alguien de la iglesia. En los dos o tres minutos que dura la canción, es como que la gente se olvidó de para qué estaba ahí”, resaltó.
Cierta vez, una abuela pidió un tango y Posse le cantó un clásico: “Nostalgias”. “Le encantó, me apretó la mano fuerte -recordó- era una paciente que no la visitaba nadie y me di cuenta que, aplicando lo que había estudiado hace mucho tiempo y con lo que me gano la vida, es mucho más fácil ver a los pacientes”.

 
Y así se fueron generando y tejiendo vínculos, logrando también que los pacientes interrogaran a otros enfermeros para saber si había venido el “muchachito que canta”.

 
Desde lo personal, Posse reconoció que le pareció divertido y una buena terapia, por lo que está proyectando, si las autoridades lo dejan, armar un pequeño taller de canto con aquellos pacientes que están en condiciones de participar porque sabe que “la música cura el alma” y que él tiene el remedio en la dosis justa.

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