Científicos del Instituto de Inmunología Clínica y Experimental de Rosario, dependiente del Conicet, y el Laboratorio de Tecnología Inmunológica de la Universidad Nacional del Litoral trabajan en el desarrollo de una vacuna para prevenir y tratar Chagas. A nivel mundial, según la OMS, se calcula que hay entre seis y siete millones de personas infectadas por Trypanosoma cruzi, el parásito causante de la enfermedad. La mayoría de estos pacientes se encuentra en América Latina y se estima que en Argentina hay cerca de 2 millones de infectados. Ambas vacunas se encuentran en ensayos preclínicos.
La transmisión del Chagas se da a través de la vinchuca que transporta el parásito y suele ocurrir durante la niñez, o de madres a hijos. Esta enfermedad presenta una primera fase conocida como “aguda”, que comprende los primeros tres meses, y la siguiente llamada crónica. A su vez, esta última se divide en “crónica indeterminada”, donde no hay síntomas, y “crónica sintomática”, donde aparecen las afecciones más graves.
“Trabajamos en el desarrollo de una vacuna profiláctica, es decir que se administra antes de la infección y es dada vía nasal mediante tres dosis. En caso que un un individuo ya vacunado se contagie, los estudios demuestran que disminuye la miocarditis chagásica crónica, una de las principales patologías que desarrolla el parásito de la enfermedad”, explica Ana Rosa Pérez, líder del proyecto de la vacuna preventiva, a la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes.
En Argentina, la principal secuela del Chagas es la miocarditis chagásica crónica, es decir el agrandamiento del corazón y su falla funcional, que afecta al 30 por ciento de los casos. Se trata de una consecuencia que suele aparecer entre diez y treinta años después de la infección. Otras consecuencias son la presencia de megavísceras, un agrandamiento del colon y el esófago, o alteraciones neurológicas.
Llegar antes de que sea tarde
En la actualidad existen solo dos medicamentos que combaten la enfermedad: el benznidazol y el nifurtimox. Ambos fueron desarrollados hace setenta años y hasta hoy ningún otro superó su eficacia. “Son drogas muy efectivas en la primera parte de la enfermedad conocida como ‘aguda’. Sin embargo, esta fase generalmente pasa desapercibida y se pierde la oportunidad terapéutica. Los pacientes se enteran que son positivos cuando ya están en la parte crónica, que es la más avanzada, y es tarde para tratarlos con estas drogas”, detalla Pérez.
Así, Iván Marcipar, líder del proyecto de la vacuna terapéutica, cuenta a la Agencia: “Nuestro objetivo es que, una vez que se haya producido la infección, no se generen lesiones en el cuerpo. A diferencia de la otra vacuna que es profiláctica, esta es terapéutica: la idea es curar la enfermedad o, al menos, evitar que se produzcan lesiones”. Así, el equipo evalúa si la aplicación vía nasal de la vacuna logra que el individuo infectado no llegue a contraer enfermedades cardíacas que se desarrollan diez o veinte años más tarde del contagio.
Y continúa: “Los resultados experimentales demuestran hasta el momento que aplicar la vacuna antes o después de que se produzca la infección son muy similares. Se logra la protección cuando la infección está adquirida y se puede prevenir que se generen las afecciones graves”.
Asimismo, el doctor en Ciencias Biológicas relata a la Agencia que también trabaja en otro prototipo de vacuna que se aplicaría a nivel subcutáneo. El objetivo es que esta vacuna aumente los beneficios de aquellos pacientes que son tratados con la droga benznidazol.