Chichita Cuentacuentos

Desde hace 14 años relata historias para chicos y grandes.

Por un momento, María Luisa Bay, bromea que tiene un nuevo apellido, gracias a la actividad que, felizmente, desarrolla desde hace 14 años. «Está bien. Como ya hace casi 50 años que estamos casados, lo voy a reconocer a mi marido», dice, entre risas Chichita, esposa del ex intendente Luis Sagol.

«La primera vez que conté un cuento me llamó la maestra jardinera de mi nieta. Empecé con ella y después seguí de manera independiente. Desde entonces estoy en el Normal (en el ENSPA). Es el placer de mi vida contar cuentos ahí. Ahí me recibí de maestra y ahí se recibieron mis hijas, también. Para mí sigue siendo el Normal. Pero es el ENSPA. Es mi otra casa…», contó entusiasmada Bay, quien disfruta mucho de su labor actual como narradora de cuentos.

Docente de profesión, Chichita fue maestra de grado durante 30 años (desde el 55 al 85) en una escuela del barrio de Villa Industriales. «Después de eso, estuve unos años parada, sin hacer nada que tuviera que ver con los chicos o con la docencia. Y a partir de 1997, comencé a contar cuentos», recordó con alegría y, al mismo tiempo, con cierta nostalgia, la narradora.

Es que un año antes de comenzar con esta gratificante tarea, María Luisa sufrió un duro golpe que le impuso la vida. La pérdida de Silvina, su hija menor, víctima de un aneurisma cerebral, la tomó por sorpresa. El mundo parecía desmoronársele, pero Chichita sacó fuerzas de donde pudo para sobreponerse al dolor, para salir a la calle y seguir adelante.

«En ese momento le dije a mi marido: Negro, yo voy a salir a hacer algo, pero no quiero vender cosmética o ropa. Quiero hacer algo que me gratifique. Y él me juntó con un grupo de mujeres, cuando funcionaba el Círculo Universitario, donde hicimos unos espectáculos buenísimos», resaltó la docente.

Así fue que Chichita se lanzó a esta mágica aventura de contar cuentos. Bay mencionó que «todos los años son distintos. Siempre tengo una experiencia nueva. Aparte del ENSPA que es lo que yo hago metódicamente, donde cuento para el primer ciclo, aunque a veces me llaman para contar en grados de más arriba o en el profesorado, me llaman de otros lados. En septiembre tengo que ir a una feria de libros en el Jardín de Independiente, por ejemplo. Y además me contactó un grupo de ciegos, de acá de Avellaneda. Tengo que ir y para esa ocasión tengo que buscar cuentos muy especiales, que sean descriptivos, con muchas imágenes sensoriales, para que ellos los capten bien. Será algo muy interesante».

Bay explicó que para narrar un cuento, al igual que como pasa en el teatro «hay que saber el texto. Hay que saber la letra. Para mí es elemental. Porque después vos hacés lo que querés. Acordándote la letra vos vas y venís, retomás, vas para atrás, para adelante. Hay cuentos en los que me olvido de contar durante el cuento el final. Porque el final tiene un click que está en el medio de la historia. Entonces tengo que volver un poquito para atrás y contar eso. Digo: Chicos me olvidé de decirles…»

Chichita reconoció que en sus inicios tuvo que luchar con lo que para ella era un obstáculo: hablar en público. Pero luego de tantas presentaciones, y tras haber comenzado a estudiar teatro, lo ha superado sin problemas. «Ahora lo tengo un poco suspendido -el teatro- porque tengo un poco complicada la vida (está organizando una inminente mudanza). Mi profesor -Ricardo Moreira- me adaptó y puso en escena dos cuentos que conté durante dos años. Julieta, de Marco Denevi, nada que ver con la Julieta de Shakespeare, ¿eh? Una Julieta muy especial; y «La gata y el organillero», de Pedro Orgambide. Esos cuentos, los dramaticé», destacó con orgullo, la dama de 74 jóvenes años.

Además de contar y dramatizar cuentos, Chichita hizo espectáculos para adultos, como el del año pasado a beneficio de ALCA (Asociación de lucha contra el Cáncer de Avellaneda). «Lo hice con el músico Marcelo Baldonedo. «Cuentos y Música», se llamó. Fue algo muy lindo. Conté cuentos de tangos, acompañados por él en piano, guitarra y bandoneón», remarcó Bay.

Chichita, contanos un cuento
A la hora de preparar un cuento, Chichita debe considerar el tema, la extensión y la complejidad del relato. «El que más tiempo me llevó fue «Una noche inolvidable» de Roberto Fontanarrosa. Que dura unos 10 o 12 minutos. Más de 12 minutos no puede durar un cuento, ni para adultos. Si no ya deja de ser un cuento», advirtió. «Para ese, habré estado un año para prepararlo y poder largar el papel».

La narradora asegura que «todos los cuentos dejan algo, así sean los más chiquititos. Nosotros decíamos la moraleja. Ahora el new age de Lengua lo define como eje transversal. Tenés poner el eje transversal, el amor al prójimo, el respeto, la condescendencia… Todas esas cosas».

Respecto a la temática de sus cuentos, la Sra. de Sagol afirmó que «consulta con las maestras sobre los temas que se ven en clase», o elige, ella misma, los cuentos que le gustan. Amante de la literatura en general y fanática de los autores argentinos contemporáneos, Chichita tiene un repertorio que nunca falla con chicos y grandes.

«Ricardo Mariño tiene cuentos que se lo podés contar a chicos desde jardín de infantes hasta adolescentes. Tiene cuentos de fútbol, cuentos de terror, de cementerio que a los chicos les encantan. Ana María Shua… Silvia Shujer es una genia. ¡Tiene unos cuentos! Por ejemplo, Oliverio junta preguntas ¡le encanta a los chicos! Porque Oliverio en vez de figuritas junta preguntas, pero tiene un problema: no puede llenar el álbum. Canela tiene cuentos muy lindos. Graciela Montes. ¡Laura Devetach! Ella tiene unos enganchados de cuentos, rondas, películas, personajes…», destacó orgullosa. Precisamente en el mes de marzo contó esos enganchados en el normal Nro. 5 de Barracas y -según dijo- fue algo inolvidable: «Un poquitín antes de terminar el cuento, cuando yo digo que viene Alicia, desde el país de las maravillas y está Batman esperándola y le canta -ahí yo canto un pedacito de un bolero-, se pararon todos a aplaudirme. Yo no lo podía creer. Se me hizo un nudo en la garganta». (Se le vuelve a anudar, mientras evoca ese momento) «No sabía cómo seguir, pero al final pude hacer el remate: Se apagaron los grillos, se callaron las luces, y una música los envolvió. Era Lisa Simpson en un solo de saxo. Y colorín colorado, estos cuentos no se han acabado», repasó, emocionada.

«Mi hija, muy graciosa, me dice: Mamá, seguís robando con los enganchados. Y yo le digo: Pero, ¡Cómo enganchan, lo enganchados!», añadió sonriente.

El hecho de ser la esposa de un hombre de la política política -actualmente su marido es Secretario de Relaciones Institucionales del municipio y Presidente del Consejo Escolar de Avellaneda- no ha sido un problema para Chichita, sino todo lo contrario. «Yo me puse de novia y al poco tiempo ya estaba metida en un comité radical. Nunca me consideré una primera dama. Fui una más que estuve con él y lo acompañé mucho. Durante la gestión y media que tuvo, mis hijas eran adolescentes, entonces podía acompañarlo bastante. Ahora lo acompaño menos, porque también tengo mis cosas», soltó, sonriente.

Sin dudas, sus cosas tienen que ver con la vocación por la docencia y el amor por los chicos, que al escuchar sus cuentos, le devuelven el mismo entusiasmo que tenían sus alumnos, a los que enseñó a leer y escribir. «Me da lo mismo contarles a los chicos que a los grandes. Los chicos son más expresivos. Se te cuelgan, te dan besos. Pero los adultos, te dicen cosas muy lindas», finalizó.

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