El mundo todavía sigue conmocionado con el terremoto que se produjo el pasado 11 de marzo cerca de la costa nor-oriental de Japón. Las imágenes del tsunami y de sus consecuencias aún hoy siguen siendo noticia. En especial, por los riesgos y temores provocados por la contaminación por radiactividad del medio ambiente que rodea la planta de Fukushima y sus posibles consecuencias para el resto del planeta.

Analizar las ventajas e inconvenientes de la energía nuclear es un ejercicio difícil pero necesario para formarse una opinión sobre la conveniencia, o no, de apostar por la energía nuclear, en especial en este momento. Lo que no queda duda es que es la alternativa a los combustibles fósiles que se están agotando.

La historia cuenta que hacia finales del siglo XVIII, el químico francés Antoine Lavoisier, enunció la “Ley de conservación de la materia”, que establece que “en la naturaleza nada se crea ni se pierde, todo se transforma”. Bajo ese principio funcionan las centrales térmicas. En el caso de las nucleares, lo hacen transformando la energía calórica producida por la fisión nuclear (se denomina así a la división del núcleo de un átomo) en energía eléctrica.

Dentro del reactor nuclear es necesario el uso de material radiactivo, como uranio o plutonio, para producir la fisión y calentar a alta temperatura el agua “pesada” y generar el vapor de agua mediante elementos con alta conductividad térmica por los que circula. Dada las características radiactivas de este material, el reactor se encuentra dentro de un edificio de contención, construido bajo normas de seguridad que garanticen mantener su núcleo aislado.

El vapor de agua generado en el reactor sale del edificio de contención debido a la alta presión a la que está sometido hasta llegar a la turbina y hacerla girar, transformando parte de la energía calórica del vapor en energía cinética. Ésta turbina está conectada a un generador eléctrico mediante el cual transforma la energía cinética (del movimiento) en energía eléctrica.

El vapor de agua que sale de la turbina, aunque ha perdido energía calórica, sigue estando en estado gaseoso y a muy alta temperatura, por lo que hay que enfriarlo antes de volverlo a meter en el circuito de generación.

Por este motivo, al salir de la turbina, se lo envía a un depósito de condensación donde estará en contacto con unas tuberías de agua fría. El vapor de agua se vuelve líquido y mediante una bomba se manda de nuevo al reactor nuclear para volver a repetir el ciclo.

Actualmente Japón cuenta con 54 reactores nucleares en operación que producen aproximadamente 29% de su energía eléctrica.

En la central de Fukushima, que está preparada para resistir y reaccionar durante un terremoto, la falta de suministro eléctrico y la inutilización de los grupos electrógenos alternativos a causa del tsunami, produjo la detención de los sistemas de refrigeración y el aumento de la temperatura y de la presión de de los reactores, dañando la “cáscara” aislante del edificio de contención y permitiendo fugas radioactivas contaminantes, las que finalmente pudieron ser controladas.

Las centrales térmicas, sean nucleares o las que funcionan con combustibles fósiles (derivados del petróleo o carbón), tienen un riesgo asociado a su funcionamiento. Las primeras prácticamente no generan contaminación en su proceso de producción de electricidad, como si lo hacen las de combustible fósil, generando una gran cantidad de dióxido de carbono y contribuyendo con el avance del calentamiento global. Pero, los accidentes en centrales nucleares pueden traer consecuencias mucho más graves.

La alternativa pasa por desarrollar tecnología de generación eléctrica “limpia”, sin residuos, con mínimos riesgos. Este desarrollo nos lleva por dos caminos: por los grandes molinos que convierten la energía eólica (del viento) en electricidad y el de los grandes paneles fotosensibles para utilizar la energía solar. Dos fuentes de energía naturales, limpias e inagotables.

Ingeniero Fabián H. Montefinal
Gerente General
Excelan Automación S.A.
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