Carpinchos: científicos y científicas del CONICET reflexionan sobre los acontecimientos de Nordelta
Roberto Bó, Marcela Orozco y Martin Kowalewski, con el apoyo de la Sociedad Argentina para el Estudio de Mamíferos, deliberan sobre medidas mitigadoras.
“El complejo urbano Nordelta, efectivamente, se encuentra incluido en el área de distribución original del carpincho, particularmente en los Bajíos Ribereños, un sistema de paisajes de humedales perteneciente al denominado Complejo Litoral del Paraná Inferior, que constituye uno de los hábitats más aptos para la especie”, explica Bó. Esto significa que los carpinchos habitaban esas zonas previamente a la construcción del complejo habitacional “y que sus poblaciones probablemente tuvieron números muy variables en todos esos años”.
Según los especialistas, en los períodos previos a la construcción del complejo inmobiliario posiblemente la frecuencia de observación de carpinchos no fuera alta. La topografía original proporcionaba cobertura y diversidad de comunidades vegetales, “incluyendo grandes extensiones dominadas por distintos tipos de pajonales de gran porte, praderas de plantas acuáticas, pastizales salinos e incluso algunos bosques ribereños que facilitaban sus posibilidades de ocultamiento”. Además, en épocas de lluvia e inundaciones el desplazamiento por el medio acuático era posible a través de la red de drenaje.
Con el tiempo, el ambiente natural del Complejo Litoral del Paraná Inferior fue modificado por la urbanización. Bó, Orozco y Kowalewski sostienen que esta situación generó efectos combinados sobre los carpinchos y otros integrantes de la fauna nativa de la región. “La mayor presencia y movimiento humano, proveniente de los sectores urbanos y suburbanos circundantes favorece el comportamiento predominantemente nocturno de la especie”, declara Bó. Y agrega: “Por el contrario, en aquellos ambientes naturales donde existe una menor densidad humana y, además, predominan paisajes dominados por cuerpos de agua relativamente grandes, los carpinchos tienen un comportamiento predominantemente diurno”.
El problema de los estudios ambientales
Una de las principales razones por las que habría aumentado la frecuencia de observación de carpinchos es la baja circulación humana como producto de la pandemia del COVID-19. A esta situación, se le suman las condiciones ambientales excepcionales relacionadas con la sequía de la región, la bajante del río Paraná y los grandes incendios que ocurren desde hace casi dos años en los humedales del Delta. Por otro lado, el complejo inmobiliario ofrece una serie de ventajas para la instalación de estos animales, como los lagos, canales y espacios verdes comunes, “por lo cual es posible que los carpinchos hayan empezado a hacer un uso más intensivo de los mismos”, puntualiza Kowalewski.
En este tipo de ambientes creados por humanos, personas y fauna encuentran más posibilidades de contacto. Según los expertos, si bien el complejo Nordelta brinda condiciones de hábitat adecuadas como pasto, agua abundante y condiciones suficientes de tranquilidad, es debido a la magnitud de la transformación involucrada con la construcción del emprendimiento que los carpinchos no cuentan actualmente con hábitats mejores en las inmediaciones.
Para los científicos, no haber realizado en su momento una adecuada evaluación del impacto ambiental, con la inclusión de expertos en el tema, originó consecuencias no deseadas. “Los estudios de impacto ambiental correspondientes a este tipo de emprendimientos deben considerar la mitigación de los daños a la naturaleza y la conservación de ambientes propicios y saludables para la supervivencia de la especies nativas”, argumenta Orozco. Y continúa: “Dado que esto no sucedió de tal forma, actualmente solo es posible pensar en medidas que armonicen la convivencia entre vecinos y carpinchos”.
El consejo de los expertos
A priori la translocación de ejemplares podría parecer la solución más lógica, “sin embargo es de las más complejas y costosas, no solo en términos económicos”, advierte Kowalewski. Además, no constituye una medida adecuada si no se tienen en cuenta factores relacionados con la salud y el equilibrio de las poblaciones de esta y otras especies.
Por este motivo, los especialistas confían en establecer medidas mitigadoras que contribuyan a mejorar la convivencia, como: la instalación de cartelería, cámaras fotográficas y lomos de burros con el objetivo de controlar la velocidad máxima de circulación en caminos internos y rutas. También, realizar adecuados cerramientos perimetrales de jardines y otras construcciones privadas para evitar el contacto entre la fauna silvestre y las mascotas y finalmente, ordenar el espacio a fin de ofrecer a los carpinchos lugares de pastoreo alrededor de los cuerpos de agua. “Todas estas medidas deben complementarse con el adecuado seguimiento y control”, señala Bó.
“Muchos ecosistemas en general y los humedales en particular, son muy dinámicos y las especies que los habitan, incluyendo a los humanos, pueden con diferentes acciones generar cambios que afecten a todos los componentes del sistema que se hallan naturalmente interconectados”, asevera Orozco. Por este motivo los científicos dejan abierto un interrogante: “¿Es más importante que algunas personas tengan una buena vista desde sus hogares o es mejor conservar un humedal, un pastizal o un bosque para que sigan brindando sus servicios ecosistémicos a toda la sociedad?”.