Boom del cine de terror en Argentina: ¿a qué se debe el éxito del género?
Si durante el siglo pasado apenas se produjeron películas del rubro, a partir del 2000 con el apoyo del INCAA la historia cambió. La mirada de una especialista.
“Cuando acecha la maldad”, la película más taquillera de cine de terror nacional, llegó a Netflix y se posiciona entre las más vistas. Siendo la primera película latinoamericana en ganar el prestigioso Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges 2023 y liderando los rankings mundiales de cine de terror, este film no para de poner a Argentina en lo más alto. Ahora bien, ¿por qué sorprende que el país tenga cine de terror? ¿Se trata de un tipo de cine nuevo en la historia nacional o ya tiene larga data? En diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ, Carina Rodríguez, especialista en la temática y docente de la UNQ, explica: “En Argentina el cine de terror tuvo un desarrollo muy irregular. Entre 1930 y el 2000 se generaron alrededor de treinta películas de este género. Pero, a partir de los 2000 se da un boom del cine de terror, al punto que tan sólo en los primeros diez años de este milenio se produjeron cerca de 150 películas”.
Según cuenta la investigadora, entre 1988 con “Alguien te está mirando” y 2008 con “Visitante de invierno”, hay veinte años de ausencia del cine de terror nacional en las salas comerciales. “Suceden dos cosas que hace a la vuelta del género. Por un lado, se crea el Festival Internacional Buenos Aires Rojo Sangre que da espacio a películas de cine fantástico y de terror. Por el otro, los cineastas expresan al INCAA la discriminación que sufría el género”. Así, “Visitante de invierno” se convirtió en el primer film de terror argentino financiado por el instituto del cine y el primer estreno en salas después de dos décadas.
Mientras tanto, durante esos años el cine amateur se la rebuscaba: las películas independientes hechas durante los 80 y 90 tuvieron una gran influencia estadounidense puesto que en aquel entonces se consumía películas VHS o ciclos de televisión extranjeros. Un ejemplo es Plaga Zombie, un largometraje argentino de terror-comedia exponente del Cine Nacional Independiente y amateur, que fue realizada con muy bajo presupuesto y los personajes hablan en neutro.
“A partir de 2010, el apoyo del INCAA resulta clave para incentivar el cine de terror porque permite a los directores tener un mayor presupuesto o que sus películas compitan en festivales internacionales”, detalla Rodríguez. Asimismo, dentro del mercado de contenidos audiovisuales Ventana Sur (organizado por el INCAA y el Marché du Film – Festival de Cannes), se creó el espacio Blood Window dedicado a promocionar contenido iberoamericano de cine fantástico y de terror.
Un género que excluye y es excluido
Que no se conozca que Argentina tiene cine de terror es (tal vez) esperable si se tiene en cuenta que este género es de nicho en todas partes del mundo. Contrario a la comedia, el terror excluye: así como no todas las personas están dispuestas a experimentar el miedo que puede generar una película y no ven terror bajo ningún punto de vista, hay otras que desean consumir este tipo de cine pero pueden, incluso, elegir el horario para ver el film u optar por verlo en grupo.
En términos de Rodríguez, se trata de un género de cine que, en Argentina, sufre doble discriminación. “El estereotipo plantea que si es un producto nacional es aburrido, es una porquería o que lo de Hollywood es mejor. No se le da una chance. A muchas de las películas argentinas no se les da espacio porque se estrenan en dos espacios INCAA y en el Gaumont, así es muy difícil llegar al público general”, subraya ante la Agencia.
Es por ello que los festivales internacionales sirven como motor para promocionar y circular los productos audiovisuales argentinos. De hecho, así es como “Cuando acecha la maldad” se hizo conocida: primero se estrenó en festivales, en salas de Estados Unidos y en otros países de Latinoamérica para luego mostrarse en Argentina y, finalmente, llegar a una plataforma global como es Netflix.
“La marginalidad en el cine de terror continúa existiendo. Ojalá esta película no sea un ejemplo único sino el impulsor para que la gente mire todo lo que tiene para ofrecer nuestra industria, que está siendo tan atacada hoy en día por el propio gobierno”, exclama Rodríguez.
Por Luciana Mazzini Puga