Baúl de libros: Joseph Conrad

Escribe: Roberto Díaz

Joseph Conrad (1857-1924) fue el hijo de un nacionalista e intelectual polaco que emigró de su Polonia natal para aparecer en la isla británica.
Hay páginas de indudable colorido cuando Conrad cuenta, apenas
muchachito, cómo se acercó a los muelles de Londres y terminó conchabándose en los barcos mercantes.
Toda su carrera profesional la hizo en el mar hasta convertirse en capitán. Aprendió el inglés a los trompicones y un año después de retirarse de los puertos, publicó su primera novela: “La locura de Almayer” (1895).

Es indudable que, a medida que el tiempo pasó, Conrad fue tomando relieve como escritor hasta convertirse en lo más importante que dieron las letras inglesas junto a Henry James, en los albores del siglo XX. Y es increíble que este polaco adoptara ese idioma que no era el suyo para escribir sus mejores páginas.

Ya se cumplió un siglo de una novela fundamental de Conrad. La tituló “Lord Jim” y en ella el autor asienta todo el andamiaje de su estructura ética y literaria. Es el hombre frente a los avatares de la vida, luchando contra el medio y contra sus propias contradicciones, y es el resultado de ese punto final donde el profundo pesimismo de su literatura desemboca en estoicismo moral, en el “aguante” a principios asumidos y al triunfo del individualismo sobre las acechanzas del medio y las trampas del Mal siempre latentes.

Los personajes de Conrad hacen cosas a pesar de sí mismos. Hay una extraña relación entre los seres como en “El negro del Narcisus” o “El corazón de las tinieblas”. La aventura siempre está presente en sus textos pero es la aventura sublimada por esa capacidad humana de asimilación y entrega.
En “Con la soga al cuello” el personaje central es capaz de ve
ncer a la ceguera con tal de cumplir un compromiso familiar. En “Nostromo” hay un permanente juego de facultades perceptivas en medio de un paisaje que Conrad describe confuso e inhóspito. En “Tifón” son los condicionantes de la Naturaleza la que pone a prueba a ese grupo de marinos.

Conrad fue un escritor de una época victoriana tardía pero, así y todo, hay un romanticismo y un pudor en el tratamiento de sus personajes que hacen recordar esa época.

Sumergirse en cualquier novela o relato de este autor es una experiencia por demás apasionante. Vamos a encontrar personajes delineados por una pluma rotunda, vamos a encontrarnos con situaciones exóticas en paisajes también exóticos. Porque el escenario de Conrad puede ser el Congo o una isla en los Mares del Sur, puede ser la Polonia de “Bajo la mirada de Occidente” (una de sus grandes novelas) o el Londres neblinoso y victoriano de “El Agente Secreto”.

Conrad también fue un hombre cordial y bueno que cultivó la amistad del narrador norteamericano Stephen Crane a quien cobijó en su casa de campo inglesa cuando éste –atacado de tuberculosis- lo visitó junto a su esposa. Y escribió una novela compartida con otro de sus grandes amigos: el escritor Ford Madox Ford.

Hasta nuestros días, llegan las ondas de la prosa de este polaco talentoso. Y se lo lee porque es como ir al fondo del conflicto existencial. Los principios sólidos de ciertos hombres confrontando ante ambientes hostiles. Y triunfando (o no) tal cual sucede en la vida misma. Pero dejando sentado ese destino de trascendencia que nos identifica como especie.

Si a estas consideraciones, le agregamos su buen gusto, su paladar fino, sus tramas siempre interesantes y una descripción del mar y de las tierras lejanas trazados con la sensibilidad de un alto poeta, vamos a encontrar algunas de las claves por las cuales Borges lo admiraba.

Otro detalle más de su vida: fue un acérrimo defensor del Capitán del “Titanic”, al que defendió con textos en donde desplegó sus conocimientos náuticos y su inclaudicable humanismo.

Para quienes quieran acercarse a la obra de este genial escritor, sus libros suelen encontrarse a cifras irrisorias.

robertodiaz@uol.com.ar

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