Baúl de libros: Enrique Cadícamo

Escribe: Roberto Díaz.

Se llamaba Enrique Domingo Cadícamo y había nacido el 15 de julio de 1900 en Luján; sus padres, gringos inmigrantes trabajaban un campo en esa localidad.

De adolescente, descubrió sus inquietudes: ser poeta popular, vestir bien, comprarse aquello que lo seducía. Por eso, siendo apenas un muchachito, atronaba Buenos Aires con una “Hadley Davidson” que era una motocicleta impresionante para aquellos años.

Cadícamo siempre cultivó amigos y noches. Fue habitué en los cafetines de la época, en los grandes cabarets. Viajó mucho, escribió mucho. Conoció a gente importante, tuvo mujeres, fue lo que se llama un “bon vivant”.

León Benarós lo definió como “muchacho eterno” y era cierto. Tuve oportunidad de conocerlo personalmente, cuando ya contaba más de 90, y me sorprendió que su rostro, con muchas arrugas, seguía conservando (no sé si en la mirada de sus ojos claros o en las pilchas que lucía) una juventud que irradiaba y que pasaba, también, por su sonrisa.

El tango lo atrapó; comprendió que, en esa música que recién empezaba a hacerse oír, estaba la clave para trascender. Tenía, apenas, 25 años, cuando Carlos Gardel le graba, en Barcelona, su primer tango: “Pompas de jabón”. De allí en más, Cadícamo escribió muchos temas y ya en 1932, siendo, todavía, joven, escribe un tango notable que tituló: “Anclao en París” y tuvo el privilegio que el último tango que Gardel grabara en la Argentina, le perteneciera: me refiero a “Madame Ivonne”.

Entre sus viajes, podemos citar los realizados a España y a Francia, donde vivió largo tiempo. Sus viajes a Nueva York, donde iba a visitar a su entrañable amigo y hermano Juan Carlos Cobián; por aquel entonces, éste vivía con una dama de la aristocracia mientras seguía escribiendo esas melodías que lo inmortalizaron. Con Cadícamo, produjo algunas maravillosas como “Nostalgias”, como “Los dopados” (luego, titulado “Los mareados”).

Cadícamo escribió más de 1300 canciones, una obra ciclópea, despareja, sí, porque es imposible elaborar 1300 textos excelsos. Y escribió libros de poemas; ya en 1926, publica “Canciones grises” para, más tarde, publicar “La luna del bajo fondo” (1940) y “Viento que lleva y trae” (1945). También una novela titulada “Café de Camareras”, así como un libro de recuerdos dedicado a Juan Carlos Cobián y, luego, su libro de Memorias que tiene muchas anécdotas jugosas de un hombre que vivió la friolera de casi un siglo de existencia (99 años).

Escribió en lunfardo, tuvo influencias modernistas, pero hay que reconocerle que, nunca, fue chabacano. Hizo temas en tango que fueron graciosos y llenos de ingenio como “Al mundo le falta un tornillo” y produjo temas nostálgicos como “Garúa”, “La casita de mis viejos” o “Tres amigos”.

Lo que quiero decir es que, en la obra de Cadícamo, hay para todos los gustos. Desde una exquisitez como “Ave de paso” (con música de Charlo) hasta tangos reos como “Compadrón”, hasta una descripción fielmente poética en “Niebla del Riachuelo” y hasta cosas olvidables como “Al subir, al bajar”.

A veces, su verso renguea con una línea endeble o, tal vez, no demasiado trabajada. Pero, inmediatamente, nos sorprende con una imagen muy bien lograda o una línea feliz como esa de: “Hoy vas a entrar en mi pasado…”.

Este artista, periodista, escritor, autor teatral, hombre de la noche, con un increíble don de gente, vivió prácticamente todo el siglo.

Enrique fue un protagonista vital. Luis Alposta, quien fue su amigo personal, me contó, alguna vez, que, siendo huésped en su casa de Mar del Plata, este hombre, elegante y lleno de cordialidad, lo despertaba con una taza de chocolate o se sentaba al piano a interpretar variadas melodías.

Fue tan “piola” Cadícamo que se casó a los 60 años y me confesó Néstor Rodríguez, un compañero de radio y eximio comentarista de Jazz, que, en una oportunidad, al enterarse Cadícamo que Néstor se había casado a los 23 años, le dijo, entre serio y humorístico: “¿cómo pudo hacer eso, jovencito?”

robertodiaz@uol.com.ar

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