Avellaneda homenajeó a su Virgen Patrona, Nuestra Señora de la Asunción

Al mediodía hubo una sesión especial del Concejo Deliberante, con la presencia del Obispo Monseñor Frassia y el intendente Ferraresi. Y por la tarde, centenares de fieles marcharon en procesión por calles del centro de nuestra ciudad. A causa del mal tiempo, fue suspendido el show musical en Plaza Alsina.

Avellaneda celebró ayer sus Fiestas Patronales, en homenaje a la Virgen, Nuestra Señora de la Asunción.

Los actos oficiales comenzaron a las 8 de la mañana, con el repique de campanas en homenaje a la Patrona y a las 8.30 se realizó el izamiento de la Bandera Nacional en el mástil de la Plaza Alsina; escoltada por los Bomberos Voluntariosde Avellaneda, autoridades municipales y miembros de lacomisión de las fiestas patronales.

A las 11 se celebró la Santa Misa de precepto en honor a la Virgen Patrona en la Catedral de Avellaneda.

En tanto que a las 12 horas, hubo una sesión del Honorable Concejo Deliberante, que tuvo como invitados especiales al Obispo diocesano Monseñor Rubén Frassia y al intendente municipal, ingeniero Jorge Ferraresi, entre muchas otras personalidades y representates de instituciones locales.

Presentado por el presidente del Concejo, Armando Bertolotto, y luego de las palabras alusivas de los concejales Alfredo Marchesi y José Alessi, el Obispo Rubén Frassia expresó un mensaje ante el Cuerpo en su conjunto.

Por la tarde, desde las 15, centenares de fieles partieron en procesión por calles de nuestra ciudad, junto a la imagen de Virgen y todo el clero diocesano de Avellaneda y Lanús.

Por último, Monseñor Frassia ofició la Santa Misa en el templo de la Catedral, que se vio colmada de vecinos y autoridades.

Discurso del Obispo ante el Concejo
El Obispo diocesano Monseñor Rubén Frassia brindó un sentido mensaje religioso ante el Concejo Deliberante de Avellaneda. A continuación, algunos de los párrafos más salientes de su discurso.

«La Fiesta de la Asunción a la gloria del cielo de María, en alma y cuerpo, es decir, en todo su ser humano, en la integridad de su persona nos concede la gracia de renovar nuestro amor a la Virgen, de admirarla y alabarla por las “maravillas” que el Todopoderoso hizo por ella y obró en ella. Al contemplar a la Virgen María se nos da otra gracia: la de poder ver en profundidad también nuestra vida. Si, porque también nuestra existencia diaria, con sus problemas y sus esperanzas recibe luz de la Madre de Dios, de su itinerario espiritual, de su destino de gloria, un camino y una meta que pueden y deben llegar a ser, de alguna manera, nuestro mismo camino y nuestra misma meta. Allí donde está la madre, también estaremos nosotros, sus hijos.

María, nos anima a vivir en la esperanza. Los cristianos tenemos un futuro: aunque no conozcamos los pormenores de lo que nos espera, sabemos que la vida, en conjunto no acaba en el vacío. Sólo cuando el futuro es cierto como realidad positiva, se hace llevadero también el presente. Por lo tanto, el mensaje cristiano no es solo “informativo” sino “performativo”. Esto significa que el Evangelio no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida. La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra manera, se le ha dado una vida nueva. (cf. Benedicto XVI, Carta Encíclica Spe Salvi, nº 2)».

Estas Fiestas Patronales se celebran en el marco de un acontecimiento eclesial universal, el 50 aniversario del inicio del Concilio Vaticano II. Este fue convocado e iniciado por el Beato Juan XXIII, el 11 de octubre de 1962 y tuvo como cierre el 8 de diciembre de 1965, bajo el Pontificado del querido Papa Pablo VI».
«Es en este espíritu que intento esbozar y sugerir algunas cuestiones que considero de vital importancia.

Hoy se constata, que en este cambio de época, con la influencia que tiene la globalización y una cultura relativista y consumista, exaltando el individualismo, se ha ido debilitando el valor de la verdad y de la objetividad. Podríamos dar muchos ejemplos que avalan esta afirmación. Todo es subjetivo: “solo por hoy” y el famoso “sálvese quien pueda” está llevándonos a un individualismo peligroso y nocivo, horadando las virtudes sociales que deberían ser las convicciones más profundas para nuestra querida Nación. Nos decía, el beato Juan Pablo II, en su Encíclica Fides et Ratio,( nº 90), “la alta responsabilidad de mantener despierta la sensibilidad ante la verdad y el bien recae sobre cualquiera que desempeñe el papel de guía en el campo religioso, político o cultural, cada uno según su modo propio. Juntos debemos comprometernos en la lucha de la libertad y en la búsqueda de la verdad: ambas van juntas, mano a mano, o juntas perecen miserablemente”.

La verdad y la objetividad son valores que no dependen de la interpretación subjetiva. Son verdades universales y que nunca deberían ser eclipsadas por intereses particulares, por muy importantes que sean, porque ello conduciría únicamente a nuevos casos de fragmentación social o discriminación, que precisamente esos grupos de interés o de presión declaran que quieren superar. Nos dice Benedicto XVI. “Los individuos, las comunidades y los estados sin la guía de verdades morales objetivas, serían egoístas y sin escrúpulos, y el mundo sería un lugar peligroso para vivir” (Disc. Chipre, 5 de junio de 2010).

Mi pensamiento va hoy hacia los jóvenes y los niños: cómo los preparamos, qué les dejamos, cómo los acompañamos, como ellos con nosotros y nosotros con ellos construimos una nueva civilización. Debemos salir de la trampa de lo mediático. No le tengo miedo al juicio de hoy, sino a la verdad que me juzgará mañana. Por la misma fuerza de la verdad, se verá en todos los órdenes, personales, familiares, sociales y políticos si hemos caminado en la verdad, en la justicia, en la libertad y en el amor, procurando así sostener y construir el hermoso puente de la paz.

Es necesario detenerse y levantar la mirada hacia el futuro concretándolo en este presente. El futuro cierto se amasa en el concreto presente del hoy. Debemos tener decisiones con coraje y con clarividencia a favor de la verdad y de la paz. Este camino es también de los jóvenes.

La educación es fundamental, tema crucial para todas las generaciones, puesto que de la educación depende el sano desarrollo de cada persona, para el futuro de toda la Sociedad.

Hay que pensar en la familia: ella es anterior al Estado y éste debe cuidarla y protegerla. Debemos reconocer que todo es docencia, hasta cuando comemos, hablamos y dialogamos. Hasta cuando vemos un partido de futbol. Nada es indiferente y nada es insignificante. Estamos en tiempos de cambios, pero estos deben ser tomados y vividos en el reconocimiento de la dignidad inalienable de toda persona humana y de sus derechos fundamentales. El respeto de la persona debe ser el centro de las Instituciones y de las Leyes. La familia debe ser valorizada y no combatida. Son necesarias políticas que valoricen y que ayuden a la cohesión social y al diálogo respetuoso entre todos.

Le pedimos hoy al Señor que nos ayude a vivir dando razones de nuestra esperanza, ya que la vida no termina en el vacío, que su destino definitivo no es la corrupción, sino la inmortalidad. Porque está claro el fin, debemos implementar muy bien y de forma concreta los medios. Como nos dice, el Señor, “he venido para que tengan vida y vida en abundancia” (Jn10,10).

La Virgen María, asunta al cielo, en estas celebraciones cívicas y patronales, nos fortalezca, nos ilumine y nos entusiasme a seguir trabajando y buscando infatigablemente el bien común. Que bendiga nuestras familias, nuestra Ciudad de Avellaneda, este Honorable Concejo y a cada uno de los presentes.
Dios los bendiga y la Virgen los proteja. Muchas gracias».

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