Arqueología del tango: una orquesta femenina recupera canciones que nunca vieron la luz
Sciammarella Tango, así se llama el grupo de mujeres de distintas nacionalidades que rescata letras de artistas pioneros que jamás fueron interpretadas.
Sciammarella Tango lleva una marca de agua que la hace muy distinta a otras orquestas: está compuesta por mujeres de diferentes nacionalidades y se encarga de recuperar tangos que nunca vieron la luz. A través de la investigación, rescatan el patrimonio tanguero, es decir, aquellas canciones que fueron escritas pero no interpretadas. Así, le dan vida a obras del artista Rodolfo Sciammarella –hecho que dio nacimiento a esta orquesta–, del pionero Ángel Villoldo o, incluso, al tango “Plesiosaurio”, que cuenta la historia de un reptil marino de la época de los dinosaurios que era buscado a inicios del siglo pasado en la Patagonia Argentina. Este viernes estarán presentes en el Ciclo de Tango y Ciencia del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, cuyas entradas se consiguen por TuEntrada.com o en la boletería del lugar.
Pasaron más de diez años cuando la orquesta femenina se juntó por primera vez a tocar. Denise Sciammarella, familiar de Rodolfo, fue contactada para hacer un homenaje al artista en el aniversario de su muerte en la Academia Nacional del Tango y, para ello, se puso en contacto con distintas músicas para armar la pieza instrumental. Se reunieron: Sciammarella y Geraldina Carnicina (Argentina), Cindy Harcha (Chile), Mariana Atamás (Ucrania), Perla Flores (México), Hanel Yeón (Corea del Sur) y Shino Ohnaga (Japón).
Así lo cuenta ella a la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ: “En aquel momento recuperamos y tocamos ‘Gordinflón’, un tango que escribió Rodolfo hace más de cien años pero nunca publicó. Se suponía que sería algo eventual de una noche solamente pero nos entusiasmó la idea de tocar los tangos que están en los márgenes de la historia”.
De esta manera, rescataron tangos como “Kalisay” y la versión francesa de “El choclo” de Villoldo, “Chinonga” de Sciammarella, “Luces de París” de Carlos de la Púa, Enrique Cadícamo y Cátulo Castillo, o “Lutecia” de Virgilio Expósito y Héctor Stamponi. En los conciertos, además de tocar las canciones, el grupo cuenta la historia detrás de cada tango y cómo fue el proceso de investigación para dar con ellos, probarlos, restaurarlos y lanzarlos.
“Rescatar la partitura de Lutecia nos costó muchísimo. Sabíamos que existía porque estaba consignado en un libro e, incluso, decía que lo había editado un espacio que existió en Francia y que hoy ya no está más porque fue comprado por Warner Chappell Music. Nos contactamos con esta empresa y dijeron que no lo tenían”, ejemplifica Sciammarella, quien también es doctora en Física y dedica parte de su tiempo a investigar el aire a través de las cuerdas vocales.
El grupo se comunicó, sin ningún éxito, con los familiares de los artistas para dar con el autor del libro o con la partitura. Finalmente, apareció dos años después en una biblioteca en Francia. “Cuando rescatamos una partitura no es que automáticamente podemos tocar. Lo que está escrito generalmente es la línea melódica y, muchas veces, con errores. Entonces, recomponemos aquello que recuperamos y armamos arreglos para la orquesta”, explica.
Las mujeres no se quedan quietas: tras tres álbumes que retoman la obra de Rodolfo Sciammarella y de Villoldo y muestran la conexión tanguera entre Francia y Argentina, se viene un cuarto que rescata tangos dedicados al pintor Benito Quinquela Martín que estaban conservados en el museo del mismo nombre. Además, tienen canciones escritas por ellas mismas, como “Esperando el 24” que relata el tiempo que se va mientras una persona aguarda el colectivo.
Los reptiles también tienen su tango
Cuenta la leyenda que en 1922 el entonces director del Zoológico de Buenos Aires Clemente Onelli recibió una carta de un explorador norteamericano llamado Martín Sheffield, quien advertía de la presencia de una bestia en un lago patagónico cerca de la localidad de Epuyén. “Onelli organiza una expedición hacia el lugar en busca de lo que creían que era un reptil marino llamado Plesiosaurio y al que, decían, iban a cazarlo vivo. Obviamente, no encontraron nada pero alrededor de esto se armó un gran sensacionalismo: se publicaron notas en medios nacionales e internacionales, salieron a la venta cigarrillos marca Plesiosaurio, armaron una carroza con un plesiosaurio gigante y hasta se escribieron tangos”, relata Sciammarella ante la Agencia.
Cinco tangos y un fox-trot –un tipo de género musical– fueron las piezas musicales que se crearon alrededor del Plesiosaurio. “Recuperamos el fox-trot, que lleva la música de Gerónimo Curti, y uno de los tangos, cuya música es de Rafael D’Agostino y la letra de Amílcar Morbidelli. En este último es como si el plesiosaurio se defendiera y la letra empieza con ‘soy un pobre animal buscado por los ingratos’”, cuenta.
Sciammarella destaca que el principal objetivo de la orquesta es dar a conocer aquellas canciones que nunca salieron pero también las que están por fuera del tango porteño. “Es un género que está presente en toda la historia del país y abarca hasta lo más cotidiano. Incluso, ¡hay un tango sobre el dengue! Lo lindo que tiene este género es que una vez que sale una canción, ya empieza a tener vida propia. La gente lo baila, lo escucha, lo comenta y permite que quienes no son tangueros, se acerquen a esto desde otro lugar”, subraya.
Actualmente, algunas de las mujeres pioneras de Sciammarella Tango regresaron a sus países y se unieron nuevas artistas, como Natsuki Nishihara de Japón y Cecilia García de Argentina.
Por Luciana Mazzini Puga