Aquellas cosas: Erudición idiomática

Escribe Judith Gómez Bas. La autora nació en Piñeiro en 1916. Es ciudadana ilustre de Avellaneda y autora de numerosas letras de canciones y poesías. La cantante Adriana Varela convirtió en tango su poema «Chau». Realiza presentaciones en las que recita sus poemas, y da charlas y conferencias.

«Fue Dios que para entendernos
nos dió el Don de la palabra,
el hombre que nada sabe,
lo que hizo fue arruinarla…»

A principios del siglo pasado, cuando los inmigrantes conformaban la cuarta parte de la población, Buenos Aires, se convirtió en una especie de Torre de Babel, donde cada uno hablaba a su manera. De esta mezcla surgió un lenguaje pintoresco y atrevido que utilizó el habitante de los suburbios para expresarse.

Esta jerga graciosa y ocurrente, fue llevada al teatro de la mano de autores notables como don Alberto Vacarezza, quien pintó, como ninguno, los términos y modismos del «argot» porteño.

Fue Niní Marshal desde la radio y el cine quien popularizó, con extraordinario desempeño, la creación de un personaje sabrosamente orillero: la inolvidable y desenfadada «Catita». Voy a reproducir, si no me falla la memoria, alguna frase de este peculiar vocabulario, patrimonio callejero de un tiempo que ya se fue.

«Juancito entra de la calle llorando. La madre, mientras le tira de una oreja, le pregunta: ¿qué pasa, maricón?.- Es que me refalé y me golpié el güesito dulce.- Bueno, decile a don Cosme que te dea un cacho de yelo y dejáte de llorisquear, grandulón.»
«Máma, grita la nena, dice doña María que le emprestes unos güevos, porque la bataraza se le puso culeca.»

Una vecina le dice a la otra: «escuché por el radio que en Uropa se derriten de la calor. Y aquí nosotras con este frío desajerado. La otra contesta: oltra que frío, para mi doña, que esta noche ñeva, ya no hay cubijas que alcancen.»

Los muchachos están en la esquina y llega uno de la barra: «Muchachi, estoy en un apuro, necesito unos mangos para ir al hipódramo. Tengo una cábula que no puede fallar. Gana por una cabeza, se los albierto».

Dos mujeres se saludan: «De ande venís?….- De comprar pulenta y vos?.- Del hospital.-
¡Ah! Y como está tu vieja?.- Jodida, se le subieron los ratones.»

Es una tarde de mucho frío, en un asiento del tranvía, dos amigos observan el paisaje a través de la ventanilla. En la calle una muchacha sostiene con sus manos enguantadas la solapa de su chaqueta. De pronto uno de ellos exclama: «Manyá esa mina qué tornillo !».

La hija llega de trabajar y encara a la madre: «¿Qué te dijo el tordo?. Lo que yo sospechaba, que me tengo que operar de la pendis, pero por las dudas que me haga un analis de materia fiscal.»

Me encuentro con un conocido que goza de cierto prestigio económico. Después de los saludos correspondientes, le pregunto: «¿Qué tal los recién casados?. Fenómeno… Están en Juan Carlos de Bariloche. Antiyer llamaron por teléfano para que los váyamos a buscar, así que mañana saco el Kaiser Calavera y meto pata por la Perito Mercantil hasta Ezeiza !.»

Para finalizar, les voy a contar una conversación que no sé a qué lenguaje corresponde.
En el boliche están dos hombres, indiferentes a lo que los rodea, concentrados únicamente en el goce de sus libaciones etílicas. De pronto uno de ellos rompe el silencio y con voz aginebrada pregunta: «Y su hermano, que hace tiempo que no lo veo?.- Tiene la papa.- ¿Y cómo está?.- Traca, traca.- ¿Traca, traca?… Eso sí que es feo!.»

Todo esto nos enseña que no hay que ser erudito en idiomas para poder comunicarse… Lo que vale es entenderse!…

Judith Gómez Bas
mabel_alsina2004@yahoo.com.ar

noticias relacionadas