Aníbal Ponce

El escritor Roberto Díaz en su sección “Baúl de libros” hace referencia a Aníbal Ponce, pensador y discípulo de José Ingenieros.

¡Cuántas generaciones de jóvenes argentinos se educaron con los libros de este pensador, este discípulo de José Ingenieros! ¡Cuánto didactismo había en sus páginas, escritas con una claridad meridiana! ¡Qué prosa incomparable la de este escritor que se nos fue tan pronto de la vida!

Cuando observo la pobreza de ideas, la falta de conocimientos de nuestros gobernantes actuales, siento ganas de llorar. La decadencia intelectual de nuestro país, comenzó cuando aparecieron los rastacueros del intelecto, los oportunistas y demagogos, los que apostaron al empobrecimiento cultural en aras de un país que se “inventaron” ellos…

Aníbal Ponce se equivocó cuando supuso que las ideas de la reacción estaban derrotadas entre nosotros. No fue así. Por el contrario, arrasaron como un viento aterrorizador, destruyeron lo mejor de nuestro pensamiento y se apoderaron de todo lo regresivo que encontraron.

Detrás de esa dirección, de ese rumbo, tomaron por asalto el país hasta hacer este exponente de vulgaridad, este escupitajo al intelecto.

Las ideas de Aníbal Ponce eran las de un verdadero Educador, de un Maestro de juventudes; todos sus libros apuestan a ese enriquecimiento superador, a borrar todas aquellas ideologías paralizantes y oscurantistas que hicieron del país una rémora. Abogó por el progreso y la civilización, oyó el latido de todos los pensadores con la mente abierta y supo apostar a una Nación que él sabía que, sin educación, era letra muerta, un páramo como el de ahora.

Su amor por Buenos Aires fue innegable; recuerda, en uno de sus escritos, cuando, atrapado en el pueblo de Dolores (por el trabajo de su padre) se subía, todos los crepúsculos, arriba de un molino para observar (como otro chico le había dicho) en el horizonte, las luces de la gran ciudad.

Hizo sus estudios secundarios en el viejo Colegio Nacional, donde había sido su Rector el gran Amadeo Jacques. Ponce le dedica a este gran educador francés páginas admirables.

Son memorables sus textos sobre Sarmiento, sobre Avellaneda, sobre Eduardo Wilde. Son imprescindibles sus libros “El viento en el mundo”, “Educación y lucha de clases”, sus “Estudios de Psicología”, sus “Apuntes de viaje”, la biografía de José Ingenieros, sus críticas literarias. Todo Ponce es un regocijo para el pensamiento; todo Ponce es su estilo elegante, su prosa virtuosa, sus ideas cristalinas.

No puedo creer que ya no se lo lea, que sus libros sean, prácticamente, inhallables. A propósito de esto: una librería de la calle Corrientes estaba liquidando por cinco pesos su libro “La vejez de Sarmiento” que contiene algunos de sus escritos de juventud, referidos a intelectuales del siglo XIX.

La línea directa de ideas de Aníbal Ponce se entronca con Hegel, con Marx, con pensadores marxistas como Politzer; su línea literaria proviene de los franceses, a los que admira. Sobre todo, Racine, Voltaire, Montaigne. Ponce lee a Renán, a Stendhal, a Lamartine. Entre los nuestros, siente una admiración profunda por Sarmiento, por Avellaneda, por la prosa de Eduardo Wilde, de Miguel Cané.

A este escritor laicista, a este escritor impulsor de la Reforma Universitaria de 1918, a este estudioso encomiable de los problemas del país, pero, por sobre todo, de los problemas de la Educación, le fue negado el trabajo (fue exonerado de sus Cátedras) le fue negado el derecho a expresarse, fue lanzado al exilio. Sólo Lisandro de la Torre, el gran demócrata, defendió a Aníbal Ponce y su voz supo resonar en los recintos del Congreso en pro de este intelectual al que se lo expulsaba del país.

México lo acogió con los brazos abiertos, llegó a ser Rector de la Universidad de Morelia, pero, lamentablemente, en un accidente automovilístico, perdió su vida.

Aníbal Ponce tenía, a su muerte, 39 años.

robertodiaz@uol.com.ar

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