Angel “Pichín” Vitali, el “Señor de los Carruajes”

Vecino de Avellaneda, colecciona carruajes históricos.

El hobby de coleccionar distintos elementos, ya sean históricos o temáticos, es algo común en muchos integrantes de la comunidad, aunque el elegido por Ángel Horacio Vitali tiene aparejado una sola dificultad que el protagonista pudo superar con apoyo de la familia: el espacio físico para hacerlo.

Estampillas, estatuillas y artesanías podrían ser algunas de las “cosas coleccionables” consideradas habituales. Sin embargo, Ángel, más conocido como “Pichín” siempre tuvo devoción por los carruajes antiguos.

La relación de Pichín con los carruajes y con los caballos no es nueva, ya desde chico tuvo sus primeros vínculos con ambos. En diálogo con La Ciudad, evocó aquellos años de infancia en los que la escuela no jugaba un papel muy importante en su vida.

“En casa había necesidades y la verdad que a mí el colegio no me gustaba”, reconoció rápidamente para explicar el por qué de haber incursionado en la vida laboral desde tan chico.

“Así que empecé a trabajar con un reparto de leche”, comentó “Pichín” al referirse a esa primera experiencia que, de alguna manera, lo vinculó con el mundo de los carruajes y los caballos.

Con el paso del tiempo, “Pichín” fue creciendo y el destino lo bajó del carro lechero para subirlo a un taxi, un Falcon modelo ’66 primero y luego un Siam Di Tella.

Poco más tarde, un tío fue el que le marcó un nuevo rumbo en su vida, le hizo vender el taxi y comprar un reparto de leche, mientras en las horas libres trabajaba como colectivero.

Los medios de locomoción también parecen haber marcado su vida.

Carro lechero, taxi, colectivo, eran elementos que, de alguna manera, tenían puntos en común.

La vida lo iba moldeando a “Pichín” y lo fue llevando a lo que luego se convirtiera en un hobby. Conociendo su amor por los caballos, un conocido le hizo hacer una inversión que marcaría un antes y un después en su vida. “Un hombre que sabía que me gustaban los caballos me hizo comprar el sulky completo, ahí empezó mi inclinación por los carruajes”, dijo “Pichín” al marcar ese punto de partida para su actual colección.

Orgulloso de sus carruajes, hizo un alto en el relato para mostrarle a La Ciudad una pieza de 1925 que había comprado en su momento y con el que empezaba a constituir una especie de “museo personal”.

“En la actualidad tengo tres carruajes comerciales, uno que tiene más de 90 años, otro que era de Don Manuel, un vecino de Wilde, y una amansadora pesada hecha a nueva, que nunca utilicé”, detalló “Pichín” durante una recorrida en la que iba destacando los detalles de cada uno.

En cuanto a los carruajes de uso particular, remarcó que tiene un sulky con el que, en su momento, se cobraba los impuestos. “Pichín” buscó incrementar su colección, por lo que decidió empezar a ir a los remates, para luego ya comprarlos en forma directa.

“Algunos son carruajes franceses, todo original, la gente pudiente era la que los usaba, eran para cinco o seis personas”, describió.

La necesidad de espacio para su hobby, también tuvo otra protagonista, su esposa, que lo entendía y acompañaba en esta “locura por los carruajes”.

Cuando los automóviles fueron ganando las calles de Buenos Aires y alrededores, los carruajes pasaron a tener otra función: eran utilizados como acompañamiento fúnebre. De hecho, uno de los que tiene “Pichín” en su haber fue adquirido en un remate a la cochería Peruilh.

“Esto tiene mucha historia”, enfatizó el coleccionista, quien comentó que una vez quisieron comprarle los carruajes para llevárselos a Francia, pero no aceptó.

“Hay gente que también tiene este hobby, somos contados con los dedos, sobre todo los que somos de clase trabajadora”, comentó “Pichín”, al tiempo que aclaró que nunca tuvo un fin comercial, sino que coleccionaba por gusto personal.

“No lo utilizo para eventos sociales porque no es mi metié, hay carruajes que están parados desde hace años. Los llevo siempre a las Fiestas Patronales, lástima que no se hicieron más los desfiles, todos los 15 de agosto ahí estaba”, evocó con nostalgia.

“No puedo abrirlo a la comunidad. No soy de andar mostrando esto porque corro cierto riesgo”, se lamentó al referirse a la inseguridad que lo lleva a no poder compartir su colección con los vecinos que, seguramente, vieron circular por sus calles a estos carruajes.

La colección no se limita solo a tener estos transportes, sino que “Pichín” también conserva viejas fotos de carruajes y caballos, sacadas en el Campo Hípico y Club de Pato “Barracas al Sud”, de donde fue presidente entre 1989 y 1992 y ahora es socio vitalicio.

“Soy nacido en El Pato, al que frecuento y voy los sábados a la reunión de los tradicionalistas, que somos poquitos”, expresó.

Ángel Horacio “Pichín” Vitali les dedicó su vida a los carruajes, los cuales seguramente lo trascenderán, ya que sus hijos Leandro y Germán le expresaron su voluntad de conservarlos. Quizá, más adelante, estas reliquias pasarán también a manos de sus nietos: Bianca, Josefina y Valentino.

“Le quiero agradecer a la vida, porque me hice un proyecto para no necesitar de mis hijos y poder ayudarlos. Y tuve la suerte de tener una buena compañera”, concluyó Pichín, al puntualizar aquellas cosas que marcaron su propia historia, más allá de su inclinación por los equinos y los carruajes.

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