«Administradores de nuestra vida”

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, Monseñor Rubén Frassia en sus reflexiones radiales se refirió al Evangelio según San Lucas 16, 1 – 13 (ciclo C).

La claridad del texto evangélico es extraordinaria. Nos presenta este hecho: un administrador astuto pero infiel, astuto pero injusto; pero que no fue un buen administrador.

Quiero dejar sentado lo siguiente: nosotros recibimos la vida y más que propietarios somos administradores de ella; tenemos que desarrollarla, ella tiene que crecer, tiene que madurar, pero también tiene que devolverse, entregar lo que hemos recibido.

Y en esto siempre hay que tener en cuenta el bien común; no somos propietarios, no somos patrones, somos administradores; y el bien común hay que respetarlo ¡siempre! Porque el bien común tiene en cuenta el bien personal, el bien de cada uno de nosotros o el bien de cada uno de los demás. Por eso la amistad que el rico debe construir, es el fruto de un buen corazón y de una exigencia que deriva de todo aquello que posee.

¡A veces nos llenamos de tantas cosas superficiales!, como decía muy bien San Basilio “al hambriento pertenece el pan que tú conservas, al hombre desnudo el sobretodo que tienes en el ropero” Siempre hay que darse cuenta de lo que uno ha recibido gratuitamente, ¡tendrá que devolverlo!, pero devolverlo con verdad y con justicia. ¡Dios ve cada cosa!.

Dice Dios “¡jamás me olvidaré de una injusticia y jamás me olvidare de una buena obra de justicia!”. Dios ve cada cosa y la mirada limpia suscita inquietud en el pecador; sabe descubrir -con la misma potencia de Dios- el bien que tenemos que seguir, que secundar y que alcanzar.

El ojo nace de la vida interior. La fidelidad del discípulo ante la paciencia del Maestro -siempre debemos tener en cuenta que somos discípulos frente al Maestro-. La paciencia del Maestro que revela la confianza que tiene sobre el discípulo. La fidelidad manifiesta la confianza del discípulo en el Maestro. Es un intercambio.
Cuando estamos abiertos, cuando nos comunicamos, nos damos cuenta de lo que hemos recibido; no nos enorgullecemos, no “privatizamos” las cosas que hemos recibido porque lo que recibimos gratuitamente, gratuitamente deberemos devolverlo.

Al conocimiento no se llega sino en la fidelidad y en el amor ante las pequeñas cosas. ¡Es fácil empezar, pero qué difícil es perseverar! Y es en todos los ámbitos: para el sacerdote, para el consagrado, para el laico, para la obra buena, para el que trabaja; empezamos bien, como se decía antiguamente “escoba nueva barre bien”, pero después de deshilacha y pierde su contextura.

Bueno, acá nosotros tenemos que tener un trabajo interior: perseverar en las cosas pequeñas nos ayudará a perseverar en las cosas grandes. Pero la perseverancia se vive y se alcanza en las cosas ordinarias y cotidianas de nuestra vida. Cada uno sabe en lo que tiene que perseverar.

Piense, actúe, responda, obre, y tendremos paz y seremos felices en la presencia del Señor.

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