ACV: cuando “el tiempo es cerebro”

Con motivo de conmemorarse este 29 de octubre el día internacional del ataque cerebro vascular, Pedro Lylyk, uno de los neurocirujanos más prestigiosos del país y referente internacional en la materia, advierte los aspectos más importantes a tener en cuenta para detectarlo y actuar a tiempo.

El ACV causa 14.000 muertes al año y es la primera razón de discapacidad permanente en adultos en Argentina. El presidente de IOMA, Antonio La Scaleia, aseguró que “las posibilidades de recuperación, luego que se desencadena una afección de este tipo, se relacionan directamente con el tiempo que transcurre desde el inicio del episodio hasta el momento en el que el profesional interviene”. Por esto aseveró que “es fundamental reconocer los síntomas y actuar rápidamente”.

“Un ataque cerebro vascular se produce cuando se tiene un déficit neurológico brusco -explica Pedro Lylyk- y se puede detectar por el hormigueo o la pérdida de fuerza en una mano, una parálisis facial o pérdida de la vista. Pero lo que lo caracteriza, es el inicio súbito de algo que no se padecía un rato antes”.

Para que la sociedad recuerde fácilmente los principales síntomas, los especialistas desarrollaron una regla mnemotécnica, la llaman “las cinco C” y se refiere a:

Ceguera: que puede afectar un ojo, dificultad para moverlo o visión doble;

Cuerpo: sensaciones de aparición brusca, como hormigueo o debilidad en una parte;
Confusión: alteraciones en la comprensión o expresión del lenguaje;

Cefalea: dolor de cabeza que va desde la frente hacia la nuca, caracterizado por una intensidad que no se tuvo nunca;

Caminata: se observa vértigo o inestabilidad en la marcha.
Lylyk se refirió a la importancia de educar a la sociedad para que conozca los indicios de que algo no funciona bien y remarcó que “trabajamos mucho para enseñarle al paciente, aunque también hay que hacerlo con algunos médicos que banalizan la situación y con la familia”.

Al respecto el neurocirujano subrayó el papel que desempeña el entorno del paciente ya que a veces él mismo no lo percibe y el que interactúa con él, sí”.

Cuando se advierte algún síntoma, es fundamental trasladar a la persona afectada rápidamente hasta un centro de salud, siempre que no tenga trastornos de conciencia, problemas respiratorios o esté vomitando. En ese caso, se lo debe ubicar plano, estirarle la cabeza o ponerlo de costado y llamar a una ambulancia para que realice un traslado profesional.

“Tiempo es cerebro” resume Lylyk y con certeza advierte que “en esa situación los minutos y los segundos cuentan”. Para comprender la importancia de la rápida acción, este distinguido prestador de IOMA señaló que “el cerebro tiene 160 billones de neuronas y en un ACV se pierden 2 millones por minuto, el punto central es la cantidad de neuronas que se pueden perder hasta que ese enfermo tenga la atención médica adecuada”. A partir de esa intervención profesional, siguen otras tres instancias clave: estudiar, tratar y rehabilitar.

El tiempo máximo para acudir al profesional es de alrededor de 8 horas, dependiendo de qué zona del cerebro o arteria estén afectadas. En algunas instancias puede llegar a las 12 horas, aunque siempre el tiempo es cortísimo.

“En muchas ocasiones se acercan pacientes que concurrieron a un servicio de emergencia en el que le dan una medicación y lo mandan a su casa, o le piden una tomografía que se la hacen en 48 horas. Para entonces ya no hay nada para hacer”, se lamentó Lylyk.

Existen dos tipos de ACV: el isquémico y el hemorrágico: el primero provoca un infarto cerebral y se produce cuando falta sangre a causa de una obstrucción. El otro desencadena una hemorragia cerebral, sucede cuando se rompe una arteria, un aneurisma o una malformación.

Los factores de riesgo son los mismos que para cualquier otra enfermedad cardiovascular: el tabaquismo, la hipertensión arterial –que es el más grave- la obesidad y la diabetes. Al respecto, el titular de la obra social bonaerense expresó que “todos estos factores potencian a otros y aumentan el riesgo y la frecuencia de los ataques cerebrales, por lo que resulta imprescindible, tener control sobre ellos”.

Por otra parte, existen además factores sobre los que no se pueden actuar: el sexo, la carga genética que cada uno tiene o la predisposición a determinadas enfermedades.

Si bien los ataques cerebro-vasculares se duplican prácticamente después de los 60 años, Lylyk aseguró que últimamente aumentó la incidencia en gente joven. “Los jóvenes están más sedentarios, comen mal, y tienen más hipertensión arterial y diabetes, que antes no tenían. El estilo de vida nos ha jugado en contra, asociado esto a que están más expuestos a otros factores, como el consumo de drogas”, consignó.

Pedro Lylyk mencionó el rol de las obras sociales en el abordaje de la problemática del ACV y estimó que “son un agente sanitario muy importante, sobre todo en la elaboración de campañas de prevención y diagnóstico precoz, o para establecer protocolos para que el enfermo sea derivado rápidamente”.

En este sentido destacó que “IOMA ha hecho un trabajo importante, reconociendo al ACV tempranamente para prevenirlo y tratarlo”. Por su parte, el presidente del IOMA señaló con orgullo el hecho de que la obra social es pionera en desarrollar y reconocer mediante cobertura específica a los centro de ataque cerebro vascular, contando el Instituto en la actualidad con 4 lugares de excelencia en la materia: Fundación Favaloro, Sagrada Familia, Sanatorio Argentino de La Plata y la Clínica Provincial de Merlo.

“Aunque el peligro de sufrir un ataque cerebral no puede eliminarse del todo, se estima que cerca de un 80 % de los casos pueden evitarse”, dijo La Scaleia y concluyó que “desde IOMA alentamos a nuestros afiliados a que efectúen regularmente los chequeos médicos, mantengan el estricto control de la presión arterial y la diabetes y adopten un estilo de vida saludable”.

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