No existen criterios fijos de clasificación a los que recurrir para determinar si una relación toca ya su fin.
Además, muchas veces estas situaciones tienden a tornarse complejas cuanto más duradera haya sido esa unión y cuando la ruptura afecte a más personas, los hijos son el argumento que habitualmente muchas personas batallan para seguir conviviendo a pesar de la crisis, con lo cual más difícil se hará tomar la decisión de poner fin a la relación.
El amor no impide las crisis, pero sí el amor puede convertirse en la principal viga de apoyo para buscarles a las crisis una solución, sobre todo si ambos miembros de la pareja se desean y se aman. De acuerdo a la cualidad, a la calidad y a la moderación con que se sobrepongan y se superen los problemas, dependerá que una pareja, refiriéndose siempre a una etapa conflictiva que atraviesen, hable de una crisis más en el devenir de su vida de relación o la perciba como el principio del final de la relación.
La actitud y el proceder de cada miembro de la pareja en el momento de afrontar ese periodo de problemas obedece a determinados factores como la madurez emocional, la duración de la relación, el momento personal en que se encuentre cada uno, y sobre todo el grado de compromiso consigo mismos por los actos que realizan en su vida en relación con no pasar por alto que son protagonistas y responsables por los conflictos. Podría decirse que el momento final de una pareja surge cuando una relación deja de aportar a los miembros de la pareja ese conjunto de elementos que la propició, que son el amor, el goce sexual pleno, el preocuparse por el otro, la afectividad, la emoción, la seguridad, donde se alcanza el punto de inflexión en el que se debe producir el cambio.
Reconocer si se está atravesando una época con dificultades graves o si estamos ante el principio del fin de la relación, algunas veces, otras no, deviene una tarea ardua para los miembros de la pareja, ya que muchas veces inmersos en un sinfín de emociones, sentimientos y sensaciones, les resulta difícil serenarse lo suficiente para hacer una reflexión tranquila que los conduzca a esclarecer en qué punto de la relación se encuentran. No es extraño que se produzcan autoengaños, más o menos conscientes, que surgen como resistencia al cambio, bien sea para replantearse la pareja y seguir adelante con cambios, o bien para iniciar definitivamente una separación.
La respuesta a algunas preguntas claves, puede brindarnos un cierto ordenamiento que nos ayudarán a tomar una decisión, como por ejemplo ¿la amo ó lo amo?, ¿la deseo ó lo deseo?, ¿miramos juntos en la misma dirección?, ¿tenemos la misma meta?, ¿siento profundo interés por la otra persona?, ¿tengo confianza total en el otro?, ¿y en la propia relación?, ¿reflexiono y me comprometo para ver qué puedo aportar a la otra persona y a nuestra relación para mejorarla?. En función de los modos en que se afronte una crisis, de cómo se comporten los miembros de la pareja ante esa etapa, la unión podrá salir reforzada o será la primera fase del fin de la relación.
Es decir, ante una fase conflictiva de la pareja la pregunta no es ¿es esto el fin?, porque es una pregunta que apunta más hacia un factor externo que a la vida interior del individuo donde radica la verdadera responsabilidad por sus actos, sino que la pregunta es ¿deseo que sea el fin?, ¿quiero que sea el fin?, ¿me interesa seguir con el compromiso que supone esta relación?. En definitiva, un período de malos momentos serán sólo una crisis si es superada por ambos, o se convertirán en una separación si la unión acaba y se disuelve.
Licenciada en Psicología
Andrea Fabiana Varela Seivane
MN 34156
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