Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Marcos 1, 1-8 : «Adviento 2: Prepararnos para el encuentro».

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Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios. Como está escrito en el libro del profeta Isaías: Mira, yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino. Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos, así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados. Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: «Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo».

 

 

Adviento 2: Prepararnos para el encuentro
Estamos en este tiempo de preparación para recibir al Señor, que viene para que nosotros regresemos a Él. De allí la importancia de esta preparación para el encuentro. Uno debe preguntarse: «¿cómo nos preparamos en este tiempo de espera, de conversión, de definiciones, de decisiones?», porque no podemos improvisar.

 

 

Hay mucha gente que improvisa y que vive de acuerdo a los efectos del momento, a los resultados mediáticos y a una terrible superficialidad. Debemos darnos cuenta que también nosotros  tenemos que «allanar» nuestros caminos. A veces nuestro caminar es tortuoso, a veces oscuro, a veces pesado, a veces esclavizado con ciertas adicciones, egoísmos; y a veces estamos muy preocupados, agobiados. Por eso es importante poner empeño en la preparación para el encuentro.

 

No estamos nacidos para la esclavitud, para el egoísmo –aunque este egoísmo nos acompañe durante toda la vida-. Tenemos que encontrarnos para recibir a Aquél que viene, preparándonos convenientemente para vivir con intensidad la fuerza de recibir  a Jesús, al Hijo de Dios y de María Virgen, al Mesías, al Enviado.

 

Así, encontrándolo pasaremos por la prueba de la purificación; porque tenemos que ser purificados para estar más livianos, más sueltos, más libres, con mayores vínculos. Con la fuerza de Él, que está presente en nosotros, debemos dar testimonio  no de nosotros sino de Él. Saber que sólo por el amor nuestras obras tendrán valor de mérito y fecundarán nuestra actividad. Dios se encarna para que, por medio de la fe y la conversión, esté presente en nuestro pesebre personal.

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Hagámosle lugar, ordenemos nuestras cosas, organicémonos de nuevo; prioricemos, demos valor a lo que tiene valor, alejémonos y dejemos de lado aquello que nos hace perder fuerza, vida, integridad, profundidad. Se los deseo de todo corazón.

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