Alejandro Rodríguez, un luthier ecológico

Un profesor que crea sus propios instrumentos, para enseñar en primaria y en Puntos Culturales de Avellaneda.

 

Con el objetivo de posibilitar que muchos chicos puedan acceder a la música y también aportar un granito de arena al cuidado del medio ambiente, el profesor Alejandro Rodríguez decidió convertirse, de alguna manera, en un «luthier ecológico».

 

Combinando sus dotes de músico y luthier, Rodríguez se abocó a construir instrumentos musicales con elementos que, en la vida cotidiana, son descartados hasta convertirse en residuos.
Bidones de agua, maderas, latas, envases de todo tipo, baldes y placas radiográficas, por citar algunos elementos, se convierten en piezas claves de violines, xilofones o violoncelos, sin perder la sonoridad y la musicalidad que caracteriza a sus notas.
«Lo primero que construí, hace como 15 años, habrá estado entre una quena y un sicus, después me atreví con alguna cuerda. Soy muy intuitivo y empírico, me gusta ver qué pasa sin hacer demasiados cálculos, dejo librado cierta parte al instrumento para ver qué sonido tiene naturalmente», le contó el propio Rodríguez a La Ciudad.
«Está buena la reutilización, el reciclado, pero en el sentido de revalorizar los materiales, tratando de escapar del esnobismo de reciclar por reciclar –agregó- la idea es darle al elemento una segunda oportunidad, como se la podría dar a uno mismo».
Una vez creado los instrumentos, Rodríguez los utiliza en sus clases en los tres primeros niveles de la educación, como así también en los Puntos Culturales de Avellaneda.
«Estuve en Isla Maciel, en Santo Domingo y ahora en el Gabino Alegre de Corina. Además, este año, se abre un espacio en el centro cultural Alas del Sur en la calle Supisiche», comentó Alejandro Rodríguez.
En cada uno de estos puntos, los chicos que concurren a sus clases aprenden a construir un instrumento para «con ingenio, resolver sin comprar».
De esta manera, los chicos de bajos recursos no solo pueden acceder a los conceptos musicales, sino también a la ejecución de distintos instrumentos que, de tener que comprarlos, dicho aprendizaje les sería casi imposible.
«Trabajo en una escuela de música en La Boca, donde a veces los chicos que estudian no pueden comprarse los instrumentos, por lo que he tratado de que los fabricaran ellos mismos para poder estudiar», remarcó Rodríguez.
Por otra parte, aclaró que a sus creaciones no las comercializa, sino que son utilizadas por sus alumnos tanto para la ejecución como para copiar el modelo y crear instrumentos similares.
Mientras los chicos ven cada creación con «asombro, interés y curiosidad», para Alejandro Rodríguez es casi una terapia. «Cuando estoy haciendo un instrumentos me olvido del paso del tiempo, que es algo que angustia a todos los mortales. Cuando me preguntan cuánto tardé en hacer uno, les respondo que no tengo ni idea», relató.

 

Su historia
Hijo de una profesora de piano, Alejandro Rodríguez respiró música desde muy pequeño, aunque decidió salirse de lo esquemático de las partituras de la música clásica por las que transitaba su madre Zunilda, para volcarse a lo lúdico e intuitivo.
«Tengo algo con lo manual desde siempre, una inclinación por la construcción, por imaginar cosas y elaborarlas. Después uno va viendo a gente como Les Luthiers, Hugo Varela y la sonoridad de cada elemento y la curiosidad de por qué suena de esa manera», afirmó.
Nacido en Merlo, en el oeste del Gran Buenos Aires, Alejandro Rodríguez recorrió varios lugares hasta que en 1997 llegó a Avellaneda para ya no mudarse. Hoy, lleva su impronta a los Puntos Culturales y les enseña a los más jóvenes que no hace falta dinero para hacer arte.

noticias relacionadas