Viejo Mercado de Abasto de Avellaneda: un patrimonio de la ciudad industrial. De la teoría de la salvaguarda a la práctica de la vida cotidiana

Por: Arq. María Descole; Arq. Paula A. Tassone; Luciana Rizzi; Pablo Devita. (5° entrega)

La re funcionalización del viejo Mercado

Desde su inauguración como Mercado de Abasto y Frigorífico en 1930 hasta 1976 aproximadamente, el edificio tuvo su normal funcionamiento. Luego, las formas de comercialización fueron cambiando y distintas circunstancias como el proyecto del
Mercado Central tuvieron su influencia en diferentes momentos de apertura y cierre del lugar. Desde el edificio y en su área inmediata de influencia se llegaron a plantear serios problemas para distintos actores sociales. El comienzo del siglo XXI trajo nuevas ideas de re ubicación de las actividades del mercado y a la vez la reutilización del lugar evitando la demolición del edificio, que ya había sido declarado como bien de interés patrimonial municipal desde 1992. Nuevas necesidades de ampliación de la oferta educativa y cultural encontraron una posibilidad de desarrollo en ese contenedor vacío en que se había convertido el viejo mercado. Sin duda las posibilidades que brindaba una gran superficie en medianas condiciones de habitabilidad agregaron la estimación utilitaria.

 

Viejo Mercado: “bello, útil y firme”
Al momento en que el Municipio decide su re funcionalización para usos educativos y
culturales los encargados de la obra se encontraron con un edificio “bello, útil y firme”,
tal como aconsejaba el Tratado de Arquitectura de Vitrubio, arquitecto de la antigüedad.

El viejo mercado respondía al tipo de ¨arquitectura Utilitaria¨ que había comenzado a
manifestarse desde mediados del siglo XIX, proveniente de Europa. De líneas sencillas, estaba formado por una nave única que tomaba la forma triangular de la manzana. Un eje central materializaba una calle interna para organizar los accesos principales y los puestos con vista al interior venta minorista y exterior por donde se realizaba la carga y descarga de mercadería. La estructura estaba formada por columnas y cerchas de perfilería de hierro, es decir, de metal industrializado, en buen estado de conservación. Presentaba losas de bovedillas en un sector y, en el acceso por la calle España, un arco decorado con almohadillado.

 

Sin embargo, la mayor parte de la superficie llevaba cubierta de chapa en regular estado de conservación. Su envolvente, materializada por un muro de ladrillo común de 0,45m de espesor, replicaba el repertorio formal neoclásico de los mercados de la vecina ciudad de Buenos Aires del siglo anterior, como el mercado de San Telmo y tantos otros que ejemplos europeos y latinoamericanos del siglo XIX que presentaba una austera belleza. La fachada estaba organizada por una sucesión de llenos y vacíos que se modulaban armónicamente con muro y vanos, con cortinas metálicas de enrollar que delimitaban y coincidían con la ubicación de los puestos. Los accesos principales remataban con un lenguaje similar, pero con una mayor altura destacándose del resto de la fachada. Si bien no existía gran ornamentación en las mismas, respondían a una organización clásica de basamento, desarrollo y remate. En la esquina de Colón y Mons D´Andrea se ubicaba un sector de agregados que debilitaba la unidad del gran volumen apaisado, rematando con un tanque de agua de hormigón armado.

 

Evaluación de la re funcionalización
Según Florencia Rodríguez “la apropiación de un edificio preexistente para un reciclaje, restauración, refuncionalización nos enfrenta a un objeto arquitectónico preexistente que es por lo tanto condición de proyecto, y que define un campo conceptual, un campo de batalla en el que se debe desarrollar. Ese campo queda circunscripto por su espacio y posibilidades, y dará lugar a nuevas relaciones entre dos tipos de lenguaje o simplemente entre dos tiempos. Cada uno trae consigo un modo particular de habitar y experimentar el espacio. La batalla se desarrolla entre estas dos esferas, la de lo existente y la de la intervención.” En este caso batallan pacíficamente los tiempos del viejo Mercado y los tiempos actuales del arte y de la educación superior desde una oferta pública en la cual conviven dos niveles, el municipal y el nacional con espacios de confluencia con la vecindad. Dentro de las estrategias de manejo e intervención del patrimonio arquitectónico, la refuncionalización implica “Volver a poner en funcionamiento un edificio, especialmente en lo que refiere a sus funciones vitales o esenciales. La re funcionalización implica un cambio de uso”.

 

El valor urbano del edificio se potenció con la mejora del entorno a través de la obra
pública y de la mejora de los edificios circundantes, en la cual se destaca la participación de artistas, vecinos y estudiantes en la realización de murales comunitarios. En la propuesta arquitectónica se respetaron las antiguas circulaciones y accesos. La envolvente de mampostería almohadillada y los volúmenes quebrados de la cubierta de chapa construyen la imagen institucional del conjunto. Se destaca el respeto del espacio interior cuya lectura quedó intacta a través de los espacios de articulación: el hall de acceso, la plaza seca y el auditorio del Bicentenario. Se mantuvieron los vanos originales con ligeras variaciones por razones de uso para brindar un mayor aprovechamiento de superficie de muros para las aulas o las oficinas. Toda la obra se realizó con tecnología y materiales de muy bajo costo. En suma: una intervención que resignifica el sentido de un viejo edificio y mantiene la memoria de la ciudad industrial. Tarea que es continua y amerita profundizar las medidas de salvaguarda.

(Continúa y finaliza el próximo martes)

 

 

Por: Arq. María Descole; Arq. Paula A. Tassone; Luciana Rizzi; Pablo Devita

*Artículo basado en la ponencia “Viejo Mercado de Abasto de Avellaneda y su re funcionalización para usos culturales y educativos”, presentada en las Primeras Jornadas de Patrimonio Cultural Universitario de la Universidad Nacional de Córdoba realizadas del 11 al 12 de agosto de 2016.

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