Satsuma Dojo y el desafío de «crear una generación distinta»

En la escuela de karate de Avellaneda, el Sensei Néstor Varzé y su discípulo Eduardo Barbarini enseñan este arte marcial por excelencia.

Como si se tratara de un portal interdimesional, cuando atravesamos el umbral de la calle Iriarte al 539, nos transportamos a otro tiempo y a otro espacio. De pronto, nos parece estar en Japón, en el castillo de alguna dinastía samurái de tiempos medievales; pero la bandera celeste y blanca, en lo alto del mástil y a un costado de la entrada, nos viene a recordar rápidamente que seguimos en Argentina, y en Avellaneda, en este gris otoño de 2012. En esta casa convertida en un verdadero dojo de karate, el Sensei Néstor Varzé (54) y su discípulo, Eduardo Barbarini (49), enseñan el arte marcial por excelencia y comparten con sus alumnos todo un estilo de vida.

Satsuma Dojo es el nombre de esta escuela donde, cada día, chicos y grandes se nutren de la sabiduría milenaria de Oriente y cultivan su hombría de bien.

«Los que vienen con la idea de aprender a pelear, para poder defenderse, se dan cuenta que eso es un granito muy chiquitito dentro de un gran universo. Las artes marciales te enseñan a evolucionar como persona y no a ser un experto en luchar. Los alumnos de esta escuela aprenden artes marciales puras. El pretexto es hacer karate, pero el objetivo es que sean mejores personas», explicó con simpleza y contundencia, Néstor Varzé, titular de la institución y 7mo. Dan de karate, dejando en claro cuáles son sus ideales respecto de la actividad que desarrolla desde hace más de 40 años.

«Acá no enseñamos a romperle la cabeza al otro. Les hacemos entender a nuestros alumnos que el combate más difícil, en la vida, lo van a tener con ellos mismos. Porque el verdadero arte marcial lo que busca es que te venzas a vos mismo», señaló el instructor.

Para el maestro, la consigna primordial es «aprender a dominar la mente, el cuerpo y el espíritu, para que los tres estén en armonía». «No se busca formar tipos que tiren cuatrocientas patadas por segundo. Tampoco se trata de subir a un ring a destruir al oponente», agregó el Sensei Varzé.

En ese sentido, Néstor no admite bajo ningún concepto el enfoque comercial que desde hace tiempo se le ha dado al karate.

«Hoy, a cualquier cosa se la denomina arte marcial. Se meten adentro de una jaula a matarse a patadas y a trompadas y dicen que son artes marciales, pero no tienen nada que ver. Se utilizan a las artes marciales como una estrategia de marketing. Pero es como volver a la época de los romanos».

«Parece ser que si no corre un poco de sangre, no vale. Pero desgraciadamente es lo que vende», se lamentó el maestro.

Por esa misma razón, desde hace varios años, Varzé tomó la decisión de no llevar a sus alumnos a participar en competencias. El instructor de karate mencionó que «los torneos terminaron siendo un negocio» y van en contraposición con la vida austera y espiritual que él pregona.

En comunión con esas ideas, se encuentra su discípulo, colega y amigo, Eduardo Barbarini (4to.Dan de karate), que lo secunda en la gratificante tarea de transmitir a sus seguidores los valores de la cultura samurái.

«Soy alumno de Néstor desde hace muchos años (más de 35), y colaboro con él en la enseñanza en el dojo. Fuimos cuñados durante un tiempo, porque se casó con mi hermana, aunque después se separó. Pero más allá de la anécdota, nos une una gran amistad y la pasión por el karate y las artes marciales», sostuvo Barbarini, con muestras de gran admiración y respeto hacia su maestro.

La mejor escuela, de acá a Japón
Satsuma era el nombre de un famoso clan samurái que se rebeló contra el gobierno central de Japón, en defensa de los últimos feudos samuráis como parte estructural de la sociedad, y en contra de la creciente «occidentalización» de la cultura japonesa, sobre todo por influencia europea. El nombre que el dueño de casa (Varzé) eligió para su escuela de karate no fue casual.

Tampoco sorprenden los nombres de las salas en las que entrenan, en forma diferenciada, los discípulos más avanzados y los novatos.
Una de ellas fue bautizada Saigô Takamori, en honor al líder de la rebelión y considerado por muchos historiadores como el verdadero último samurái. La otra sala lleva el nombre de Hideo Tsuchiya, maestro del Sensei Varzé y gran promotor del karate-do en nuestro país.

Néstor Varzé nació en Sarandí y vivió toda la vida en Avellaneda. La casa de sus padres, pasó a ser suya cuando éstos fallecieron y como «no sabía qué hacer con tanto espacio», decidió reestructurar la vivienda y convertirla en su dojo de karate.

«Hace 4 años que me quedé sin casa», dijo, entre risas, el Sensei. «Tengo escuela, nada más. Al igual que en Japón, la escuela es también aquí la casa del maestro», añadió.

Sin dudas, el dojo se asemeja a las escuelas japonesas. La ambientación es un rasgo determinante. Al recorrer cada uno de sus rincones se percibe una energía especial. El ambiente se presenta armonioso y sereno. Un mini jardín japonés, en la entrada, deslumbra con sus calidos matices verdosos. Fuentes de agua cristalina; imágenes de Buda por doquier, que inspiran -más que a la lucha- a la meditación y a la búsqueda de la paz interior. La delicada belleza de los bonsáis. Nada está librado al azar… Y la lista continúa.

En las paredes se pueden ver fotografías antiguas de distintos guerreros samuráis, un cuadro de San Martín, a quien Néstor considera el samurái criollo. Una foto junto a Guy Williams (El Zorro), con quien alguna vez Varzé compartió un programa de televisión.

Hay banderas de Japón, por supuesto, pero las de Argentina son más grandes, como un gran gesto patriótico.

Murales hechos por el propio Varzé, retratando a las grullas de cuello negro, aves sagradas de oriente y que, según el budismo, constituyen el último escalón de la evolución antes del hombre. «En China, por ejemplo, por matarlas se castiga con la pena de prisión perpetua», apuntó, al pasar, el responsable del establecimiento.
En el jardín, también se destacan unas esculturas antiquísimas, que les obsequió el Jardín Japonés, provenientes de Okinawa, ciudad cuna del karate. Se trata de «demonios protectores» que custodian la entrada para impedir que ingresen las «almas con malas intenciones».

Por último, otro sello distintivo de la escuela lo representan las armaduras que decoran la sala de estar y que el maestro Varzé utiliza en un espectáculo de exhibición en el Jardín Japonés. «Las hice de manera artesanal, en placas de hierro y cuero. Algunas son más gruesas, porque pertenecen a la época en que ya existían las armas de fuego. Son réplicas, pero están creadas de la misma manera como se hacían en la antigüedad, respetando fielmente su diseño, a partir de planos», destacó el instructor de karate.

En este contexto, los alumnos de Satsuma Dojo disponen de un lugar inmejorable para la práctica de una actividad que beneficia el físico, desarrolla la mente y eleva el espíritu.

«La idea es que lo que hacés acá te sirve en todo lo cotidiano: en tu trabajo, en tu estudio, en tus relaciones de pareja, en el trato con tus hijos…», resumió el Sensei Néstor.

«A los chicos de entre 7 y 14 años, les inculcamos una vida sana: que no fumen, que no tomen alcohol, que no se droguen. Muchos padres también los traen para que no estén todo el día frente a la computadora y para mantenerlos alejados de los peligros de la calle», recalcó, por su parte, el maestro Eduardo.

«Si alguna vez dejan de venir, siempre les decimos que no dejen de hacer algún deporte y que lleven una vida sana. Porque, en lo posible, queremos crear una generación distinta y no una juventud que esté con el paco y la cerveza destruyéndose en una esquina», concluyó Varzé.

Sensei Varzé, un Súperhumano
Sensei Néstor Varzé es también conocido como «El Dragón», gracias al personaje protagónico de súper villano que encarnó en las películas «de culto» Extermineitors 1 y 2, junto a los capocómicos Emilio Disi y Guillermo Francella y que más tarde continuaría en la serie de TV, Brigada Cola.

La otra arista saliente de este singular experto del karate-do la representan sus títulos a nivel deportivo: 3 récords mundiales de roturas, 3 veces campeón sudamericano, dos veces campeón argentino y 4 veces campeón bonaerense.

En diciembre de 2007, sorprendió a una multitud en el mítico Estadio Luna Park, consiguiendo un nuevo récord mundial de roturas, luego de romper 52 barras de hielo.

El Dragón se valió del canto de su mano derecha para romper, una a una, 13 filas de 4 barras cada una, de un espesor de 25 cm. x 25 cm., por 1 m de largo.

A casi cinco años de aquella semejante proeza, que requirió una enorme técnica, preparación y una gran concentración y varios años de entrenamiento, el Sensei Varzé tendrá la oportunidad de elevar la apuesta.

Luego de una exitosa temporada en los Estados Unidos, la señal de Cable The History Channel estrenará el próximo jueves 17 de mayo «Súperhumanos Latinoamérica» -una serie producida por el genial Stan Lee, fundador de la corporación Marvel Comics (creadora de los súper héroes de historietas)-, que presenta «historias asombrosas de personas reales con habilidades especiales».
En uno de los episodios, el argentino Néstor Varzé intentará la rotura de 60 barras de hielo, 8 más que su propio récord. ¿Lo logrará?

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