Salud mental: ¿cuánto cuesta hacer terapia hoy en Argentina?
El valor de las sesiones y las estrategias conjuntas de especialistas y pacientes para afrontar la inflación y el incremento constante de los precios.
Según el Centro de Economía Política Argentina (CEPA), los medicamentos aumentaron un 41 por ciento en diciembre más un 13 por ciento en enero, a la vez que las prepagas llegarán a marzo con un aumento del 100 por ciento que fue iniciado en diciembre. Además, según el Colegio de Psicólogos de la Provincia de Buenos Aires, un profesional de este campo debería cobrar por sesión 8.400 pesos. En el caso de la psiquiatría, el valor de cada encuentro varía entre los 8 y 20 mil pesos según el profesional. Entre todos estos números, la dinámica dentro del consultorio es diferente: los profesionales deben acordar con sus pacientes un precio que convenga a ambos para poder continuar con las terapias. Como resultado, algunos se quedan afuera.
En diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes, el psiquiatra Maximiliano Cesoni explica: “El sistema de salud está en crisis hace varios años. Las prepagas han desmantelado prácticamente la salud mental; hoy en día una persona tiene que esperar tres meses hasta que un psiquiatra lo atienda. Para ese momento puede que hasta el profesional haya dejado de prestar servicio en ese lugar por diversos factores, entre ellos el económico. Con el sistema público sucede algo similar: las entrevistas de admisión de pacientes se dan a cuentagotas”.
Desde el campo de la psicología, la reconocida profesional Alicia Stolkiner cuenta a la Agencia: “En lo que respecta a prepagas y obras sociales, los honorarios de los profesionales han quedado bastante bajos, lo que puede influir en el tiempo y calidad de la atención y en la cantidad de pacientes que atienden. En cuanto al sistema privado, hay una situación que suele darse entre paciente y psicólogo que es la negociación de los honorarios para que no se pierda el tratamiento”.
Los tratamientos de salud mental son prolongados; al no tener como primera opción el sistema público ni prepagas y obras sociales debido a la demora para dar turnos, las personas suelen recurrir –quienes pueden pagarlo– al sistema privado. Allí pueden asistir una vez por semana, como se aconseja al inicio del tratamiento, o de manera más espaciada si el profesional y el paciente lo considera. Ahora bien, según la antigüedad del paciente, es el honorario a cobrar.
“Si una persona llama para consultar por un turno ahora, el profesional le puede cobrar más alto que a los pacientes con los que ya lleva un tiempo ya que se entiende que esa persona puede elegir no empezar el tratamiento con ese profesional o tomar otra medida. En cambio, cuando el psicólogo ya tiene un una persona en tratamiento con la que estableció un vínculo terapéutico y esta está pasando por una situación de salud seria, como un problema de empleo o divorcio, el profesional puede decidir tener un honorario razonable para continuar la terapia”, explica Stolkiner.
Que no abandonen la terapia
El Colegio de Psicólogos de la Provincia de Buenos Aires asigna como “valor ético” o de referencia un monto de 8.400 pesos. Sin embargo, en los consultorios, los profesionales ponen un valor acorde al que pueden pagar sus pacientes. El norte es que no abandonen la terapia.
“Quienes trabajamos de manera particular deberíamos cobrar eso; la idea es que todos los psicólogos y psicólogas estemos bajo la misma óptica. El tema es que se trabaja con distintos pacientes y, a veces, se puede plantear este nuevo escalafón pero, hay otras veces que queda un poco alto respecto del honorario con el que se venía trabajando por lo que se hacen arreglos con cada paciente en particular para continuar las sesiones”, aclara Celeste Pérez Ghio, licenciada en Psicología (UBA), a la Agencia.
La también psicóloga egresada de la UBA, Belén Paniagua, agrega: “Con los aumentos que hubo en los últimos meses tuve varios pacientes que no podían afrontar el pago de la terapia o que necesitaban de forma complementaria asistir con un psiquiatra y no podían hacerlo porque es más costoso. Muchos optaron por atenderse en una obra social, otros decidieron dejar la terapia por no querer contar de vuelta su historia a otro profesional y, con aquellos que no pueden acudir al psiquiatra, se los deriva al hospital público o tratan de seguir únicamente con su tratamiento psicológico lo que afecta su salud porque con la psicología sola no alcanza”.
La voz de los pacientes
Del otro lado de la mesa o en el diván, están los pacientes que exponen su realidad dentro del consultorio. “En este momento, la sesión con la psicóloga me cuesta 7 mil pesos. Antes, el aumento de las sesiones se daba a principio de año con un ajuste a mitad de año y se mantenía así los seis meses restantes. Pero, desde octubre pasado hasta ahora, los aranceles variaron cuatro veces”, cuenta Graciela, que asiste a terapia desde hace cinco años.
“Considero que es caro porque yo cobro la jubilación mínima, entonces se me hace una suma importante. Hay lugares, como centros, que ofrecen el servicio de manera gratuita pero hay que estar atentos a los cupos y las fechas que tienen. En este momento decidí dejar la terapia porque considero junto con la terapeuta que estoy bien pero, en caso que tenga que volver, es un gasto prioritario y si no puedo pagarlo, sé que puedo hablar con la psicóloga para ver cómo retomar la terapia”, detalla.
Por su parte, Milagros aporta su caso: “En este contexto de ajuste, mi psicóloga decidió establecer un valor mínimo de 4.500 pesos por sesión para que todos sus pacientes puedan seguir yendo. Sabe que somos de clase media o media baja, entonces aumenta 500 pesos cada cierto tiempo. Hace dos meses pagaba 4 mil pesos, ahora 4.500 y el mes que viene 5.000. De todas maneras, sé que es barato para lo que cobran en otros lugares”.
El psiquiatra Cesoni afirma: “Más allá de los arreglos que puedan hacerse entre psicólogos, psiquiatras y pacientes y de los bonos y descuentos, lo que se necesita es un fortalecimiento del sector público que les de lugar a aquellos que no pueden pagarse un tratamiento“.
Por Luciana Mazzini Puga para la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad de Quilmes