Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Lucas 6,39-45: “Discípulos”.

 

Jesús hizo a sus discípulos esta comparación: “¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo? El discípulo no es superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será como su maestro. ¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo’, tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.” No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas. El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca.

Discípulos
Este Evangelio es muy simple pero muy interesante. Se habla de la relación del discípulo con el maestro; recordemos aquí que el discípulo para llegar a ser maestro tiene que ser un verdadero discípulo.

¿Qué significa ser discípulo? Significa estar abierto, aprender, recibir las enseñanzas, incorporarlas a su vida; el verdadero discípulo no tiene que quedarse en una superficialidad de respuesta o en un barniz, en algo que, de alguna manera, se manda la parte, que está siempre por fuera. El verdadero discípulo es el que llega a internalizar las cosas en lo más profundo de su ser, en lo más profundo de su corazón; es el que su obra externa condice y está de acuerdo con su vida interna, con su profundidad, con su corazón.

Ese discípulo que se prepara para ser maestro tiene que vivir así, internalizar las cosas; pero el otro, el superficial, a veces gasta su vida, su energía y su tiempo, criticando a los demás, juzgando a los demás. No sólo juzga sino que no es capaz de reconocer los errores que él mismo comete. El Señor le dice “¡hipócrita!, ¡te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no quieres reconocer que, en tus ojos, tienes una tremenda viga que te impide ver!”

Finalmente, el árbol bueno da frutos buenos, independientemente si los demás lo aceptan o no, lo reconocen o no; pero aquel que tiene un corazón malo va a dar frutos malos. Nadie puede dar lo que no tiene. Si tienes un buen corazón, vas a dar cosas buenas; pero si tienes un corazón malo y no tienes bondad, probablemente no des bondad sino todo lo contrario. El ejemplo que pone Jesús: no se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas. Lo que es bueno es bueno y lo que es malo es malo.

Pidamos al Señor reconocer esto y recordemos que todos pasamos por momentos de un lado y del otro, pero en la vida hay que tomar decisiones y hay que definir. La decisión y la definición es que hay que ser bueno para procurar hacer el bien a los demás. Decidamos este camino, no perdamos el rumbo al andar o al caminar. Que seamos buenos discípulos del nombre que llevamos de Cristo, cristianos.

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