Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Juan 6,41,51 (ciclo B) “El pan de vida”

Los judíos murmuraban de Jesús, porque había dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo”. Y decían: “¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: ‘Yo he bajado del cielo’?” Jesús tomó la palabra y les dijo: “No murmuren entre ustedes. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí. Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre. Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna. Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo”.

El pan de vida

Queridos hermanos: cuando hablamos de Jesús, hablamos de Cristo, hablamos de la fe y también hablamos del sacramento; es algo muy especial: el sacramento de la Eucaristía, el Cuerpo del Señor.

Siempre la fe exige el sacramento y siempre el sacramento es incomprensible fuera de la fe. Porque no son meros ritos que se celebran, formales; sino que detrás de cada rito está el signo y detrás de cada signo está la gracia eficaz, está la presencia y en la Eucaristía está el Cuerpo, Alma y Divinidad de Jesucristo. Está todo entero, aunque sea una partecita de esa hostia consagrada, pero está el Cuerpo de Cristo entero; allí uno toca a Dios y Dios nos toca a cada uno de nosotros.

Cuando uno tiene fe se produce un encuentro: lo divino en lo humano y lo humano en lo divino. Y en ese encuentro sagrado -porque el Banquete es Sagrado, la Comida es Sagrada, la Eucaristía es Sagrada- se produce una transformación. Dios nos toca y nos transforma. No es una cosa mágica pero sí hay una cierta correspondencia entre el don que Dios da y el sujeto que lo recibe.

Si yo estoy atento y me estoy preparando para recibirlo, el encuentro será mucho más fuerte. Como cuando alguien está por venir a casa, que uno prepara la mesa, hace la comida, adorna el lugar, arregla todo para que el que viene se sienta bien recibido, bien aceptado, bien acogido; de esa misma forma sucede con la Eucaristía. Uno tiene que prepararse. No es una cosa automática. Hay que prepararse interiormente para que el encuentro sea profundo.

Los católicos, los que llegamos a la Eucaristía de diferentes maneras, como pueblo fiel nos acercamos a recibir lo sagrado, “el Pan vivo bajado del cielo”, porque quien lo recibe, quien lo come, tiene vida eterna.

Queridos hermanos, seamos conscientes de lo que Dios nos da, seamos conscientes del regalo, la acción de gracias, la Eucaristía. Por ello tenemos que hacer méritos, merecerlo y no despreciarlo; recibirlo bien y darle lo mejor. Pidamos al Señor que nos ayude a descubrir, en Jesús, al Pan de Vida eterna.

noticias relacionadas