Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según Evangelio según San Marcos 1,21-28 (ciclo B): La presencia de Cristo

Jesús entró en Cafarnaúm, y cuando llegó el sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. Y había en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Pero Jesús lo increpó, diciendo: “Cállate y sal de este hombre”. El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando un gran alarido, salió de ese hombre. Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: “¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!”. Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.

La presencia de Cristo
La presencia de Cristo muchas veces incomoda; otras veces hace pensar, otras veces cuestiona, otras veces purifica, otras veces poda. La presencia del Señor -que nunca lo podemos acomodar a nuestros conceptos, a nuestros criterios, a nuestros caprichos o modalidades- siempre hay algo más, ¿qué cosa quiere el Señor de nosotros?, ¿qué cosas nos pide?

Esto es importante porque siempre la presencia de Cristo -y del Evangelio- incomoda, cuestiona, purifica y nos hace pensar en aquellas cosas que son verdad; pensar y discernir en un verdadero juicio crítico: ¿qué cosa tiene verdad y qué cosa no la tiene?, ¿qué cosa tiene hipocresía?, ¿qué cosa es injusta?

Siempre la presencia de Cristo en nosotros es un elemento que nos lleva, nos moviliza, nos cuestiona, nos ilumina, nos poda; una presencia que nunca nos conforma, pero ciertamente somos nosotros los peregrinos en lo absoluto que es Dios. Lo buscamos permanentemente y ninguno puede decir que ya llegó o ya tiene todo consigo. Viene muy bien la frase de San Agustín “dices que tienes a Dios y no lo buscas, búscalo porque no lo tienes; dices que no lo tienes y lo estás buscando, búscalo porque ya lo has encontrado.”

Siempre el dinamismo es movimiento hacia arriba y hacia nuestra interioridad, hacia lo más profundo de nuestro ser. Aquél que no repite, que es original, que nos enseña, que habla con autoridad -una autoridad no impuesta- es la presencia de Cristo que, con su enseñanza, con su criterio, con su Palabra, también cura, también sana y expulsa al demonio de este hombre. Cristo hace el milagro.

¡Cuántas enfermedades hay hoy en día en nuestra sociedad, en nuestra vida personal, en nuestras familias, en la política, en la Iglesia! Todos tenemos que pasar por el crisol de la prueba y la purificación. Pidamos al Señor tener buen criterio, de crítica, para analizar, para pensar. También es importante el discernimiento: ¿qué cosa tiene verdad?, ¿qué cosa en nuestra vida no tiene verdad?

Que el Espíritu de Cristo nos siga iluminando, fortaleciendo y ayudando a seguir dando la vida por Él, buscando y haciendo la voluntad de Dios y no el capricho de los hombres.

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