Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio San Mateo 22, 15-21 (ciclo A): ¡Hay una sola esperanza!

Los fariseos se reunieron para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones. Y le enviaron a varios discípulos con unos herodianos, para decirle: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las personas, porque tú no te fijas en la categoría de nadie. Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?”. Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo: “Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa? Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto”. Ellos le presentaron un denario. Y él les preguntó: “¿De quién es esta figura y esta inscripción?”. Le respondieron: “Del César”. Jesús les dijo: “Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios”.

 

 

¡Hay una sola esperanza!
¡Qué cosa! Justo en este día, de las elecciones, este Evangelio corresponde porque está indicado así; no está elegido para esta ocasión sino que está puesto en la liturgia del día. Pero ¿qué nos quiere indicar este texto?

Me da la impresión que hay una finalidad mayor, espiritual, que es el Reino de Dios y que también hay un señorío temporal, que son las causas segundas o indirectamente. Como de alguna forma tenemos la realidad del “hombre de los dos reinos”, como decía Santo Tomás Moro; porque había que responder a este reino, pero porque tenemos la esperanza de un Reino mayor, futuro.

Esta realidad, el futuro, no impide comprometernos con las realidades temporales. La gracia no sustituye el compromiso ni la voluntad. A veces pueden, digamos, superar un poco la inteligencia, pero nunca la gracia sustituye el corazón. Es la búsqueda del Reino de Dios pero que tiene que hacerse presente en la realidad. Por eso el cristiano no debe separarse de la realidad de este mundo, sino transformarlo desde adentro.

¡No hay dos esperanzas! ¡Hay una sola esperanza!, que mira la realidad futura pero que -a través del compromiso cristiano- ya se está anticipando en la realidad terrestre, o en la realidad presente. Porque YO CREO obliga a comprometerme cada vez más. Pero sabiendo en lo que yo creo, en lo que yo espero, en lo que yo amo.

Esto es importante porque uno no puede portar una sola realidad: no se puede vivir sólo de lo temporal y no se puede vivir sólo de lo espiritual. La realidad es un espíritu que se encarna. Y la realidad que se encarna está sostenida, invadida e iluminada por el espíritu. Por eso hay una sola esperanza que tiene que ser de ambas realidades y es importante que lo consideremos.

Que Dios nos bendiga y nos dé luces para seguir viviendo y construyendo la civilización del amor.

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