Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio San Mateo 21,33-43 (ciclo A): Dar frutos

Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon. El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera. Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: “Respetarán a mi hijo”. Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: “Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia”. Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?». Le respondieron: «Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo.» Jesús agregó: « ¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos? Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos.» Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos, entonces buscaron el modo de detenerlo pero temían a la multitud que lo consideraba un profeta.

 

Dar frutos
Antiguamente este Evangelio se llamaba “la parábola de los viñadores homicidas”. Los dirigentes de aquella comunidad hebrea no supieron recibir y por eso es el reproche de la parábola, no dieron frutos, no lo aceptaron a Jesús, al propio Hijo de Dios no lo aceptaron. Se quisieron quedar con la herencia. Es muy duro este Evangelio pero es una expresión de la realidad.

 

Volviendo a nuestra historia actual, la Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios y el Señor ha enviado al Espíritu Santo para consolidarla como Pueblo de Dios. Resulta también que nosotros, que somos los destinatarios, no podemos apoderarnos de los frutos o de los dones que Dios nos permite cosechar. El don y la apropiación, donde la apropiación impide reconocer que Dios esté obrando.

 

Es así que también nosotros podemos secarnos, podemos esterilizar nuestra vida, porque no estamos dando frutos. Aquí es importante reconocer el llamado a una verdadera conversión; a una Iglesia que tiene que ser más creíble, más creyente, que tiene que dar más frutos, que salga a buscar a los hombres, que sepamos que -lo que se nos ha confiado como discípulos- tenemos que testimoniarlo y llevarlo a los demás. No podemos hacer todo pero no podemos cerrarnos ante este todo.

 

Pidamos al Señor que nos de fuerzas para que, reconociendo el don, cumplamos con la misión. Que podamos entregar los frutos al Señor, a nuestros hermanos y así acrecentar el Reino.

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