Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia
El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Marcos 14,12-16.22-26. Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo: Eucaristía: decisión para vivir como verdaderos cristianos.
El primer día de la fiesta de los panes Ácimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?» Él envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: ‘¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?’. Él les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario». Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua. Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen, esto es mi Cuerpo». Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: «Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios».
Eucaristía: decisión para vivir como verdaderos cristianos
La Eucaristía, esta nueva y antigua alianza, ya está presente en el Antiguo Testamento, en Israel. Es Dios que tiene la iniciativa, hace el Pacto, una Alianza con su Pueblo. Y a partir de ese momento «tú serás mi Pueblo, y yo para ti seré tu Dios», le dice Dios al pueblo. Esa Alianza está reflejada y expresada con la sangre, como recuerdo de ese pacto.
Cristo asume la cruz, y en ese sacrificio reemplaza al cordero haciéndose Cordero Inmaculado. Se ofrece al Padre por nosotros como Víctima, es crucificado, muere y resucita; pero antes que suceda esto lo anticipa en la Eucaristía, allí se queda y da el poder a los Apóstoles de hacer presente su presencia extraordinaria, espiritual, real, eficaz, en la Eucaristía.
Cuantas veces nos acercamos a la Eucaristía, que es la acción de gracias al Padre, participamos del sacrificio y del banquete. El sacrificio se nos da para que tengamos vida; el banquete es verdadera comida para nutrirnos, alimentarnos, revestirnos de los mismos sentimientos de Cristo Jesús y para alejar de nosotros todo vestigio de pecado.
La Eucaristía, por lo tanto, es el encuentro profundo con Cristo y también es la misión que Cristo nos da a través de la Eucaristía. Ella no es un sedante espiritual, no es para tranquilizar nuestra conciencia, sino para revitalizar y actualizar el pacto que Dios tiene con nosotros, su Pueblo, ya que es Su Victoria sobre todo pecado y toda muerte. La eucaristía es también decisión para vivir como verdaderos cristianos.
Adorar al Señor, reconocerlo, contemplarlo y recibirlo es tomar fuerza para poder anunciar y a todos nuestros hermanos que Cristo está presente en medio de la Iglesia y en el mundo.