Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Juan 3,14-21 -: Cuaresma: Por una verdadera conversión de la mente y el corazón.

Dijo Jesús: De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna. Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.» El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.

 

Por una verdadera conversión de la mente y el corazón
Mirando a Cristo, a Aquél que traspasaron, al Crucificado, somos salvados porque es voluntad de Cristo. Pudo haber sido de otra forma, pero el Padre eligió esto para su Hijo y es un misterio que nunca vamos a agotarlo, ni resolverlo, ni entenderlo totalmente: ¿por qué tuvo que asumir todas las miserias de los hombres? Porque evidentemente Él viene para salvarnos y se entrega para devolvernos la vida eterna. Hay que creer en Él y, a la vez, nuestro corazón debe dar su asentimiento.

 

Cuando uno cree en Él,  asiente y afirma con su corazón, si ya cree no está condenado, está salvado. Pero si uno divide o no tiene fe y su corazón está opaco, debilitado, como destruido, endurecido porque no cree en el Nombre del Hijo único de Dios, uno empieza a condenarse. Algunos pueden decir «¿pero cómo?, Dios es injusto, ¿por qué unos si y otros no?, ¿por qué existe el mal en el mundo?, ¿por qué hay tanto absurdo en el mundo?, ¿por qué parece que siempre vencen los malos, los perversos?» ¡Pero no es así!

 

Sepamos que la primera y la última palabra siempre la tiene Dios y Dios tiene misericordia de unos y de otros, pero también quiere que no sólo nos acerquemos sino que permanezcamos en la LUZ. Y eso es poner el corazón, la inteligencia y creer.

 

Muchos principiantes en la vida cristiana iniciaron bien, pero luego fueron terminando mal. Porque se apartaron del camino, se cansaron, se aburrieron, se desanimaron, buscaron compensaciones, hicieron un trueque, cambiaron las cosas; y es evidente que esto puede pasarle a cualquier discípulo.

 

Hay que saber que los discípulos, nosotros, los creyentes, estamos en búsqueda permanente y tenemos que aprender, creer y amar con el corazón. De esto no se excluye a nadie porque cada uno tendrá que rendir cuenta de lo suyo, ya que es responsable de su propia vida, de su propio crecimiento y de su propia maduración.

 

Pidamos en esta Cuaresma -ya que todavía estamos a tiempo- una verdadera conversión de la mente por medio de la fe y del corazón por medio de las obras. Que cada uno se comporte y viva como una muy buena persona, como un buen cristiano, un buen creyente, un buen discípulo y que dé testimonio de Su Nombre.

 

Que cuando miremos al señor entendamos un poco más: la paciencia ante la impaciencia; la verdad ante la mentira; el amor ante el odio; el compromiso ante la fuga; la decisión ante la cobardía y la vacilación. Que el Señor nos confirme en el seguimiento y en llevar dignamente el nombre de CRISTIANOS.

noticias relacionadas