Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña.
El respondió: No quiero. Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: Voy, Señor, pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?». «El primero», le respondieron. Jesús les dijo: «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios. En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él».
¡Tenemos que poner obras!
Estamos ante un tema de los llamados «fuertes». Jesús reprocha a los dirigentes de Israel que, supuestamente, cumplían con la Ley pero que no tenían el corazón abierto a los demás. ¿Cuál es el fundamento de este Evangelio? No son las ganas o no ganas, las fragilidades o no fragilidades, los ánimos o los desánimos, sino algo que está sostenido y supeditado a dos elementos importantes: el corazón y la voluntad. Para la obra hay que poner la voluntad, ya que ella nos especifica a cada uno de nosotros; y el corazón es lo que da calor a aquella acción que uno ha decidido poner en práctica.
De allí la importancia de darnos cuenta que -en nuestra vida- tenemos distintos momentos, que no son la pelea, la discusión, la resistencia, los errores, sino que se trata de que uno piense, discierna y ponga por obra, ya que el amor no son las razones, son las obras. ¡Tenemos que poner obras!
¿Queremos a la gente? ¡Obras! ¿Respetamos a la familia? ¡Con obras! ¿Queremos a la Iglesia? ¡Obras! ¿Queremos a la sociedad? ¡Obras! ¿Queremos al país? ¡Obras! No discursos, no palabras, porque podemos convencer -con la lógica- a un montón de gente, pero la suma de la lógica y de las razones nunca van a constituir la verdad o la voluntad. Por eso es importante la conquista de lo que es «poner por obra». Tenemos que unir e integrar la fe y la vida. El sí de la fe y el sí de la vida. La palabra, la confesión que hacemos de lo que creemos, está unida a la acción a través de nuestra vida.
No seremos juzgados por tantísimas palabras, o acontecimientos, o tantas «fotos» que podamos tener en la vida, porque «en el atardecer de nuestra vida seremos juzgados solamente en el amor»; en el amor a Dios y desde Dios en el amor a nuestros hermanos. Como dice Santa Teresa de Jesús «el amor no son las razones sino las obras»
Que seamos capaces de responder «sí quiero» con todo nuestro ser, con todo nuestro corazón y con toda nuestra vida. Se los deseo porque es lo mejor que nos puede pasar.
