Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Mateo 19, 30.20, 1-16 (ciclo A): «Otro modo de razonar».

Jesús dijo a sus discípulos: «Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros. Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña.  Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña. Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: ‘Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo’. Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: ‘¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?’.  Ellos les respondieron: ‘Nadie nos ha contratado’. Entonces les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña’. Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros’. Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: ‘Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada’. El propietario respondió a uno de ellos: ‘Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?’. Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos».

Otro modo de razonar
¡Qué estupenda enseñanza nos hace el Señor a todos! Si hoy nos pasara esto que narra el Evangelio, reaccionaríamos de la misma manera, incluso nos quedaríamos midiendo groseramente los esfuerzos humanos: «no hay que romperse», «no hay que trabajar demasiado», «si los demás no lo hacen ¿por qué lo voy a hacer yo?», «si los demás hacen mal las cosas ¿por qué yo tengo que hacerlas bien?, ¿quién me las va a reconocer?» Es la «ley del menor esfuerzo» De alguna manera, esa comparación es tan equivocada y tan nefasta que da posibilidades a que se instale la mediocridad de nuestra participación.

En el relato evangélico, los de «la primera hora» razonan con un criterio humano, pero Jesús nos muestra que hay otro modo de razonar: la mirada divina, la mirada trascendente y haciendo notar que Dios sabe trascender todas las cosas, porque no se queda supeditado a nuestra mirada ya que tiene una mirada profunda y no es injusto con nosotros, sino más bien tiene misericordia con todos.

El gozo de los primeros y de los últimos es vivir haciendo el bien. Y sabiendo que uno es servidor importante, allí encuentra la alegría de la fidelidad al Señor. Si uno se «rompió» toda la vida siendo fiel y viene otro que fue infiel, que por tres minutos se ganó la vida eterna, yo en lugar de enojarme tengo que estar contento, porque Dios viene para todos. Una vez más nos dice «¿por qué tomas a mal que yo sea bueno, si tengo misericordia con todos?»

Hay que pedir al Señor la gracia de ser fiel en el momento presente; la gracia de reconocer que, si tengo toda mi vida conociendo al Señor, ¡esa es la gracia!, y no necesariamente el premio sino la gracia de pertenecer y ser amigo de Jesús.  Ese es un gozo extraordinario y estupendo. No importan los resultados externos, no interesan los resarcimientos ya que no hay que tener ninguna pretensión, pero si saber que sigo siendo amigo del Señor. ¡Ahí está la paga!

Que seamos justos y que tengamos una mirada de mayor comprensión, no de celos ni medidas injustas y egoístas que comparamos con un criterio mundano y no con la mirada de Jesús.

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