Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Juan 10,1-10 (ciclo A): El buen pastor da la vida por sus ovejas.

Jesús dijo a los fariseos: «Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino por otro lado, es un ladrón y un asaltante. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. El llama a cada una por su nombre y las hace salir. Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz». Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. Entonces Jesús prosiguió: «Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia.»

El buen pastor da la vida por sus ovejas
Jesucristo es el Buen Pastor que se identifica con el pueblo semita a través de esta imagen, tan común y conocida porque se trata de un pueblo pastoril. Es importante la identidad que tiene y la relación del Buen Pastor que conoce a  sus ovejas y ellas conocen su voz. Esto habla de vinculación, de identidad, de referencia permanente, de cercanía, de respaldo y autoridad. En su rol, el pastor tiene que guiar, conducir, acompañar, ir tanto por delante como al medio o atrás para sostener a las más débiles.

Hoy debemos mirar a Jesucristo, el Buen Pastor, que dio la vida y tiene autoridad por ello, que nos ama permanentemente, que nunca abandona a sus ovejas. Porque ¿quiénes abandonan a sus ovejas? Aquellos que no viven intensamente el amor, porque tienen otros intereses que no son específicamente el cuidado y la protección, más bien son usurpar, aprovecharse, ser interesados, mezquinos, injustos y no tienen en cuenta la necesidad del otro.

De ellos dice Jesús que no son buenos pastores porque son ladrones y asaltantes, vienen para robar, matar y destruir; en el fondo no aman. En cambio, el que ama y da su vida es Jesús. Da su vida para que nosotros tengamos «vida en abundancia». Es así que Dios se hace responsable de nosotros y nosotros tenemos que ser responsables de los demás. Dios da la vida por nosotros y nosotros tenemos que dar la vida por los demás.

En una sociedad que no se compromete, que es individualista, intimista, que sólo se interesa por sus cosas, que no quiere ver las necesidades reales, que no se quiere complicar la vida, no quiere estar atento a las necesidades de los otros porque «eso le quita tiempo y espacio», la diferencia es el Buen Pastor que siempre está y no abandona. El mal pastor en apariencia está pero en realidad siempre abandona.

Pidamos a Jesús que nos de la comprensión que tanto necesitamos en la Iglesia, en el mundo, en la vida: ¡gente que esté y se comprometa!, ¡gente que esté y se entregue!, ¡gente que esté y se dé hasta el final!, como la vela encendida, hasta que se apague.

Que Jesús, el Buen Pastor, nos ayude a tener un corazón de pastor.

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