Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Juan 11,1-45 (breve), quinto domingo de Cuaresma: Jesús es nuestra vida, no la perdamos.

Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta. María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo. Las hermanas enviaron a decir a Jesús: “Señor, el que tú amas, está enfermo”. Al oír esto, Jesús dijo: “Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”. Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando oyó que este se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Después dijo a sus discípulos: “Volvamos a Judea” (…) Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas”. Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta le respondió: “Sé que resucitará en la resurrección del último día”. Jesús le dijo: “Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?”. Ella le respondió: “Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo” (…) Jesús conmovido y turbado, preguntó: “¿Dónde lo pusieron?”. Le respondieron: “Ven, Señor, y lo verás”. Y Jesús lloró. Los judíos dijeron: “¡Cómo lo amaba!”. Pero algunos decían: “Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría impedir que Lázaro muriera?”. Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima, y dijo: “Quiten la piedra”. Marta, la hermana del difunto, le respondió: “Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto”. Jesús le dijo: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?”. Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: “Padre, te doy gracias porque me oíste. Yo sé que siempre me oyes, pero lo he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado”. Después de decir esto, gritó con voz fuerte: “¡Lázaro, ven afuera!”. El muerto salió con los pies y las manos atadas con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: “Desátenlo para que pueda caminar”. Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él.

Cuaresma 5: Jesús es nuestra vida, no la perdamos
Ciertamente la resurrección de Lázaro es el anticipo de la resurrección de Jesús. Cristo vino a resolver dos enigmas tremendos, letales, fatales: el pecado y la muerte. El pecado ya puede ser perdonado y la muerte ya no tiene la última palabra. La oscuridad, las tinieblas, las sombras, siempre se ven sostenidas por la luz; cuando entra la luz se disipan las sombras y desaparecen las oscuridades.

Al darle la resurrección a Lázaro, Cristo nos está anticipando que también nosotros vamos a vivir como resucitados. Y nosotros creemos no en palabras de hombres sino en la Palabra de Él: “yo soy el camino, la verdad y la vida”; “yo soy la resurrección y la vida, quien cree en mi aunque hubiera muerto vivirá”; es así que nosotros creemos que Jesús es la vida. Esa vida no solo es definitiva más allá de la muerte, ¡la vida está más presente acá en la tierra y hay que amasarla!

¡Cuántas cosas hay de vida! ¡Y cuántas cosas no tienen vida!: la envidia, el odio, la injusticia, la mentira, la oscuridad, la delincuencia, la droga, la corrupción; las cosas que se quieren evitar o hacerlas pasar como si fueran normales, como la supresión de una vida en el seno materno, el aborto; ¡cuántas cosas no tienen vida!, ¡y cuántas cosas son vida!

Hay que prepararse para la vida eterna. La vida eterna se amasa acá en la tierra. Que tengamos obras de vida. Que seamos testimonio de vida. Que con nuestra vida corroboremos aquello que creemos, profesamos y decimos. Jesús es nuestra vida, no la perdamos porque perderla es entrar en la oscuridad.

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