Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Mateo 4,1-11, primero de Cuaresma: Fidelidad.

Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre. Y el tentador, acercándose, le dijo: “Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”. Jesús le respondió: “Está escrito: El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo, diciéndole: “Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra”. Jesús le respondió: “También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios”. El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: “Te daré todo esto, si te postras para adorarme”. Jesús le respondió: “Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto”. Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo.

Cuaresma 1: Fidelidad
Son las tentaciones que el Señor recibe -y que permite recibir- del maligno. Una cosa extraña, Jesús el Hijo de Dios, verdadero Dios y verdadero Hombre, que asume nuestra naturaleza humana en todo menos en el pecado, permite al maligno que lo quiera tentar.

¿Cuál es el espíritu del tentador? Desviarlo para que no haga la voluntad del Padre, que no sea fiel. Desviarlo de la misión, porque de esa forma lo destruye y destruyéndolo nadie se salva. ¿Cuál es el objetivo del tentador? El tentador nos tienta para que no cumplamos con la misión, para que no seamos buenas personas, para que no seamos buenos creyentes, para que no seamos buenos hijos, para que no seamos buenos hermanos. Es sacarnos del camino, desviarnos, entretenernos, superficializarnos, destruirnos. De allí la importancia de saber que la tentación viene, y sobre todo viene en momentos difíciles, como acumuladas, todas juntas. Ante esto ¿qué hay que hacer?: quedarse en el Señor, escuchar al Señor, responder al Señor, seguir al Señor; sabiendo que es necesario ser fiel porque, cuando uno es fiel, se libera.

Todos tenemos tentaciones y tenemos que darnos cuenta que en la vida hay que perseverar para seguir con el camino. Recemos más, pensemos más, vayamos al desierto, hagamos silencio y sepamos que tenemos que quedarnos para cumplir con nuestra finalidad.

Que nadie nos quite del camino. Vivamos siempre en la confianza puesta en el Señor. El Señor nos da la fuerza porque nunca una tentación va a superar nuestras propias fuerzas.

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