Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Juan 1,29-34 – ciclo A: El bautismo de Jesús.

Juan Bautista vio acercarse a Jesús y dijo: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel”. Y Juan dio este testimonio: “He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo’. Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios”.

Recuperar identidad y pertenencia
Aquí podemos observar dos características: descender y permanecer. Desciende Dios pero no se queda en un momento, permanece. Porque las acciones de Dios son en el presente y son permanentes. Cuando hablamos de presente en Dios, une todo el pasado y proyecta el futuro

Toda nuestra historia se convierte en historia de salvación. De las cosas hermosas que hayamos vivido o de las cosas dolorosas que también hayamos padecido. Toda nuestra historia tiene un sentido, pero hay que conectarla, hay que hilarla; hay que darse cuenta que si Dios permitió algo, algún sentido tiene. Por eso hay que reconocerlo, descubrirlo y desarrollarlo.

En el Bautismo de Jesús, reconocido por el Padre en el Espíritu Santo, Juan da testimonio cuando dice “este es el enviado”, viene a cumplir una misión y la cumple, da la vida por nosotros, carga sobre sus espaldas el pecado del mundo pero nos da la Vida Nueva, la Vida de Resurrección, la Vida Eterna.

¿Saben qué? Todos tenemos una misión. Es muy triste “durar”; la vida no se dura, se vive. A veces cometemos la torpeza de entretenernos, de hacer mucho ruido, creer que el ruido llena y sin embargo el ruido, a veces, vacía. Allí uno no tiene sentido, se atonta, se enardece…¡y tantas otras cosas!

Por eso Dios nos hace recuperar el sentido. Él quita el pecado del mundo y nos hace vivir en libertad. Una libertad que es interior. Hoy el mundo quiere que uno sea libre… ¡pero es tan esclavo! Es esclavo de lo que piensan los demás; es esclavo de lo mediático; es esclavo del que dice cosas para que los otros se conformen; es esclavo para decir y hacer lo que los demás hacen. ¿De qué libertad están hablando? ¿Esa es la libertad? ¿La pérdida de valores? ¿La pérdida de valor del amor? ¿La pérdida de la fidelidad? ¿Uno es más hombre cuándo tiene más relaciones con mujeres, o a veces puede ser menos hombre?, porque es evidente que está faltando a su palabra. La identidad, la pertenencia, es importante volver a recuperarlas.

Que el Bautismo de Jesús nos de fuerza para vivir con convicciones, para que seamos íntegros, para que podamos ser transparentes y libres.

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