Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Mateo 2,13-15.19-23: Hay que apostar a la familia.

Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”. José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto. Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: ‘Desde Egipto llamé a mi hijo’. Cuando murió Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José, que estaba en Egipto, y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre, y regresa a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño”. José se levantó, tomó al niño y a su madre, y entró en la tierra de Israel. Pero al saber que Arquelao reinaba en Judea, en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí y, advertido en sueños, se retiró a la región de Galilea, donde se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo que había sido anunciado por los profetas: Será llamado Nazareno.

Hay que apostar a la familia
Las vicisitudes, los problemas que todos tenemos, también los tuvo la Sagrada Familia. A tal punto que José -advertido en sueños- tuvo que huir de Israel porque la vida del Niño corría peligro.

¡Cuánta gente fue desterrada!, ¡cuánta gente tuvo que emigrar, por razones políticas, raciales, religiosas, económicas o de supervivencia! Pensemos ahora simplemente en nuestros hermanos venezolanos; pensemos en otra gente que emigra; pensemos en tiempo de Israel, los judíos; pensemos en África… ¡en tantos lugares!

Por eso decimos que la vida tiene luces y sombras, pero lo importante es no quedarse en las sombras, en la oscuridad; es importante ir a la luz y saber que hay una explicación, un sentido, una motivación: encontrar el sentido a las cosas. Cuando hay dificultades, cuando hay un niño enfermo, alguien con problemas, ¡es un problema! Pero Dios no quita los sufrimientos, da sentido a los sufrimientos.

¡Cuidemos la familia!, porque tenemos una responsabilidad: que el hombre cuide a su mujer, que la mujer cuide al hombre y que ambos cuiden a sus hijos porque los hijos tienen que ser cuidados. Tiene que haber valores, mucho amor, mucho sacrificio y también renuncias. Los chicos quizá no se den cuenta, pero se darán cuenta después, cuando sean grandes.

¡Me conmuevo cuando veo que un papá alza a su hijo y lo lleva en hombros! ¡O la mamá! A veces los detengo en la calle y les digo “díganle a sus hijos que ustedes lo llevaban al hombro, para que su hijo no se olvide”. Yo recuerdo a mi papá cuando me llevaba a la cancha, yo era chiquito y ni miraba el partido, pero estaba contento ¿saben por qué?, porque estaba con mi papá.

Cada uno tiene que saber reconocer que la familia es fundamental en la vida. ¡Y hay que apostar a la familia! No la destruyamos… más de lo que está.

Que la Sagrada Familia nos enseñe el valor de la oración, el sentido del amor, la fidelidad que tiene que haber, la renuncia, la comprensión, la paciencia y la entrega. ¡Qué hermoso es tener una familia, pero qué hermoso también es saber cuidarla! Que la Sagrada Familia nos de fuerza y que nos ayude con su intercesión y con su ejemplo.

noticias relacionadas