Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Lucas 21,5-19.: “Vivir de acuerdo a las convicciones”.

Como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: “De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido”. Ellos le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?”. Jesús respondió: “Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: ‘Soy yo’, y también: ‘El tiempo está cerca’. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin”. Después les dijo: “Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.” Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.»

 

Vivir de acuerdo a las convicciones

Ciertamente, se nos está hablando de los últimos tiempos; podríamos decir la escatología, o sea los últimos tiempos, pero esa escatología -es decir la etapa final- ya se está viviendo de un modo anticipado, aquí y ahora, en este tiempo.

Estamos entre lo que ya es y lo que va a venir, lo que va a ser; esa es nuestra vida como peregrinos, como ciudadanos, ciudadanos de esta tierra pero también ciudadanos del cielo, de aquello que es eterno, absoluto, total. Todos los que pasamos por este mundo vamos a tener que peregrinar sabiendo que las cosas pasan: los sufrimientos, los sufrimientos personales, los sufrimientos familiares, los sufrimientos sociales, los sufrimientos eclesiales; después viene el tema de la naturaleza, que a veces no se la respeta; vemos al Santo Padre Francisco hablando tantas veces de la ecología -en Laudato Si, Alabado sea el Señor- porque evidentemente hay que respetar a la naturaleza. El ser humano, los sistemas, muchas veces la depredan y a la vez no la respetan. Y la naturaleza se cobra. Hay que respetar a la naturaleza. Hay que respetarse uno mismo. Hay que respetar a los demás. Hay que respetar a Dios. Por eso, siempre el ser humano tiene una mirada contemplativa; cuando uno sabe contemplar, sabe respetar a los demás.

Después vendrá lo relacionado a las relaciones humanas. La tensión, la cultura hedonista, fragmentada, rota, quebrada, diluida, sin sentido; ante una cultura de la vida -por ejemplo el conflicto entre vida y aborto, el tema de la ideología de género, donde todo es lo mismo (dos hombres, dos mujeres, como si fueran matrimonio). Uno no hace un juicio personal objetivo-subjetivo de las personas pero ¿qué sean igual, a la par?, es difícil ¿no?, es complicado. Pero bueno, la sociedad -como esto lo niega- quiere que sea todo lo mismo, todo igual. ¡Y no es “todo lo mismo”! Somos todos iguales como personas, pero cada uno tiene una identidad propia, cada uno tiene raíces propias. Es importante que, respetando las diferencias, se respete la unidad de los seres humanos.

Creo que hay que discernir, hay que pensar y hay que vivir amasando acá lo que vamos a vivir allá; pero para vivir allá, en el cielo, hay que amasarlo acá. Tener confianza, perseverar, pensar y vivir de acuerdo a las convicciones.

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