Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Lucas 18,9-14: “Actitudes de fariseos y publicanos ”.

Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, Jesús dijo también esta parábola: “Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: ‘Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres,  que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas’. En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!’. Les aseguro que este último volvió a su casa, justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado”.

 

 Actitudes de fariseos y publicanos

Esta oración -del publicano y el fariseo- es tan representativa de nosotros que podríamos decir que la actitud del fariseo -de estar lleno de sí, de aquel que nunca reconoce un error, de aquel que es negador de todo, de aquel que juzga a los demás en todas las cosas, del Catón que va señalando con el dedo a los otros pero no es capaz de reconocer su propios errores, del espíritu de negación y negarse a sí mismo o creerse que de alguna forma está lleno y que no tiene problemas, o también la otra forma: nunca va a ser perdonado porque tiene tantos pecados- esta “actitud farisaica” a veces está presente en muchos de nosotros.

Luego tenemos al publicano, un pobre hombre, que es pobre pero es humilde; es pobre, es humilde y reconoce; ¿qué reconoce? Reconoce más la grandeza de Dios y también reconoce sus propias miserias, pero ofrece -a este Dios de misericordia- sus propias miserias pero sabe que es más importante su Misericordia que sus miserias y él reconoce sus pecados.

¿Y nosotros? Lo mismo. Tenemos que tener la misma actitud. Cuando uno está más cerca de Dios tiene más luz y cuando uno tiene más luz, ve más. Ver más significa ver más sus pecados, sus límites, sus egoísmos, sus cosas negativas.

Por eso, pidamos a Dios tener conciencia de nuestros límites, de nuestros pecados, pero saber que Dios es rico en misericordia; pidamos tener la actitud del publicano y no la actitud llena del fariseo, del orgullo, de la vanidad. Cuando reconozcamos que tenemos pecados debemos seguir confiando en Dios, porque Dios vino para nuestros pecados.

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