Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Lucas 15,1-10 (breve): “ Volver a Dios, que tiene misericordia y ternura”.

 

 

Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo entonces esta parábola: “Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido”. Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”. Y les dijo también: “Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido”. Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte”.

 Volver a Dios, que tiene misericordia y ternura

En esta lectura hay tres cosas que son importantes: la primera, es la realidad; la segunda, el extravío y la tercera, la búsqueda y el encuentro.

La realidad está en que eran cien ovejas, o diez monedas, una se perdió y después hubo alguien que salió a buscarla y la encontró. Esta realidad sucede con todos nosotros, porque todos tenemos realidades pero en algún momento del camino nos perdemos. Nos perdemos, nos desanimamos, nos desilusionamos, “tiramos la toalla”, nos cansamos. Y llega un momento en que uno empieza a andar a la deriva, sin fuerza, sin integridad, yo diría “vagamente”. Es allí que sale alguien en nombre de Dios, alguien que nos puede ayudar, alguien que nos pueda escuchar, alguien que nos pueda hacer recapacitar y es evidente que eso también pasa.

Así como uno recibió ayuda, uno también tiene que ayudar a aquel que está extraviado, ¿saben por qué? Porque en la familia todos nos necesitamos y hay que saber perdonar, hay que saber rescatar, hay que saber recrear los vínculos, hay que saber rearmar la vida, la vida de las personas. Esto no es una manipulación; esto es un acto de amor, de misericordia y de perdón. Es muy importante el reconocimiento, lo malo es cuando uno no sólo se cayó sino que uno no quiera salir. Lo importante no es caer, lo importantes saberse ayudado para poder levantarse y seguir.

A veces, en nuestra sociedad, hay dos realidades: cuando alguien se cae, si alguien lo ayuda esa persona misma hace el esfuerzo para levantarse; pero si usted tiene que levantar un “peso muerto”, ese peso -físicamente- pesa tres veces más y es más difícil levantarlo.

Pidamos al Señor que podamos levantar gente caída pero que no llegue hasta el extremo, hasta lo último. Nuestra vida nos tiene que hacer volver a este Dios que tiene misericordia, que tiene ternura, que tiene bondad y que no nos pregunta los pecados sino que nos abraza y nos hace fiesta.

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