Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Lucas 10,1-12.17-20: “Generosos y audaces para escuchar y ver las necesidades del mundo”.

El Señor designó a otros setenta y dos, además de los doce, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Y les dijo: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero: ‘¡Que descienda la paz sobre esta casa!’. Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: ‘El Reino de Dios está cerca de ustedes’.”

 

Generosos y audaces para escuchar y ver las necesidades del mundo
Esta Palabra de Dios nos enseña dos cosas fundamentales: Jesús ha sido enviado por el Padre en el Espíritu Santo y Cristo nos ha elegido en la Iglesia para que, en su nombre, seamos enviados. Nadie, en la Iglesia, tiene atribución propia; es llamado para ser enviado; es convocado -tiene vocación- para ir llevando el mensaje y hacer el anuncio a los demás. ¡A todos! En este caso, no sólo a los doce Apóstoles, sino también a setenta y dos, es decir ¡muchos!, para que fueran en su Nombre.

Hay un problema: el trabajo es mucho, la cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos, ¿por qué será?, ¿porque no existen? ¡Sí, están!, pero están mirando para otro lado, puede ser; se distraen, puede ser; no escuchan, puede ser; no escuchan bien y por eso no responden bien ¡es cierto! Por lo tanto es importante escuchar bien para poder responder bien.

Hay que escuchar a Dios, lo que nos dice; hay que escuchar las necesidades de nuestros hermanos, ¡cuánta gente que está sola: ancianos, niños, enfermos -moral y sicológicamente-, y tanta gente que está mal! Por eso hay que escuchar bien para responder bien porque, si uno escucha bien ¿cómo no se va a hacer cargo?, ¿cómo no se va a hacer responsable de esto?, ¿cómo no va a tratar de llevar el mensaje a los demás?

Yo les digo: escuchen bien, vean lo que el mundo necesita, vean lo que los jóvenes necesitan, vean lo que los niños necesitan, vean lo que los ancianos necesitan, así ustedes serán trabajadores de esta viña -de esta cosecha- y la cosecha será abundante. Sean generosos en la escucha y audaces en la respuesta.

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