Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Lucas 9,11b-17 Corpus Christi: “¡Quien me recibe, tiene vida!”.

Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser curados. Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: “Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto”. El les respondió: “Denles de comer ustedes mismos”. Pero ellos dijeron: “No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente”. Porque eran alrededor de cinco mil hombres. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: “Háganlos sentar en grupos de cincuenta”. Y ellos hicieron sentar a todos. Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.

Cuerpo y sangre de Cristo para la vida eterna
¡Cinco panes y dos pescados! Muy poco para tanta gente. El Señor los multiplica, da de comer y los sacia.

En nuestra tierra, nuestro suelo, nuestro país, hay gente que tiene hambre, que no come en todo el día. Hay un error de décadas, no sólo de los últimos años, que ciertamente afligen y pesan sobre nuestra sociedad, y golpean nuestras responsabilidades. Es muy importante proveer y prever para que la gente no tenga necesidad de alimento, de salud, de educación, de familia, de respeto, de tierra.

Los problemas no son meramente puntuales. Hay una gran tarea que desarrollar, que trabajar. Y no sólo con discursos, con palabras o promesas, más bien con proyectos, con acciones concretas, con intereses del bien común, que es el “común bien” de un país, de una nación, de la vida entera.

El Cuerpo y la Sangre de Cristo, para el creyente, es que Él se nos dio anticipando su pasión, se entregó por nosotros y se quiso quedar en la Eucaristía. La Eucaristía es comer y recibir a Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre.

Comer la Eucaristía, participar del Banquete, es participar del Sacrificio, su Amor entregado por nosotros. En el recibir la comunión, la Eucaristía, está el perdón de los pecados y está la vida eterna, porque ya la muerte no tiene la última palabra. Es recibir la vida e ir alejándose de la muerte. Es recibir la verdad y alejarse de la mentira. Es recibir la luz y salir de la opacidad o de la oscuridad. Es recibir al Señor para que vivamos como hijos suyos, pero para que nos tratemos entre nosotros como verdaderos hermanos.

Que esta Fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo fortalezca nuestras debilidades, robustezca nuestros temores y nos de fuerzas para recuperar y vivir la dignidad humana y el testimonio cristiano. Que esta Fiesta esté muy presente en nosotros, todos los días.

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